?De verdad elegiste ser conejillo de indias?
Frente a otras revoluciones, hoy vivimos en un gigantesco vuelco social decidido por otros
Cu¨¢nto de una revoluci¨®n, de un gran vuelco social, depende de nuestra voluntad y tes¨®n es una pregunta que no tiene respuesta f¨¢cil. Las grandes transformaciones en la historia se han producido por fen¨®menos a veces naturales, por la desmesura en la conquista que ha derivado en guerras y depresiones o por intentos de cambio empujados desde abajo por los ciudadanos pero en general utilizados para la consecuci¨®n y mantenimiento del poder. Es dif¨ªcil pensar en m¨¢s motivaciones ajenas a estos esquemas, aunque puedan venir aderezadas por cuestiones religiosas, raciales, colores ideol¨®gicos o abiertamente econ¨®micos.
Hoy, sin embargo, estamos en medio de una colosal revoluci¨®n, de una transformaci¨®n radical del paradigma de relaciones, y no est¨¢ empujada desde abajo, desde las ideas, desde la voluntad, ni desde la conquista, sino desde el coraz¨®n de gigantes tecnol¨®gicos que han amasado un poder desmesurado, pr¨¢cticamente imposible de controlar y que est¨¢n decidiendo a base de probarnos como a conejillos de indias gratuitos para intervenir en nuestras interacciones e inclinarnos a una adicci¨®n, un consumo y unas ideas que afectan a nuestra autoestima y nuestra configuraci¨®n como seres sociales. Estamos en el centro de un gran cambio, de una aut¨¦ntica revoluci¨®n, y somos ajenas a ello. Nuestra voluntad, principios y causas no cuentan.
Es la demoledora conclusi¨®n de un documental que debemos ver: El dilema de las redes, un trepidante desfile de arrepentidos que no procede precisamente de la Camorra ni de otras tramas mafiosas, sino de Facebook, Google, Pinterest y dem¨¢s jaulas que nos tienen atrapados durante tantas horas al d¨ªa. Lo dirige Jeff Orlowski y est¨¢ en Netflix.
?Acaso alguien eligi¨® este modelo para la siguiente generaci¨®n? ?Acaso los padres han decidido que quieren para sus hijos un entorno adictivo en el que ¨¦stos no solo no pueden controlar y tener las riendas de sus relaciones y reacciones, sino que est¨¢ dise?ado para que el enganche contin¨²e y se amplifique aunque te haga da?o?
En toda la historia de la evoluci¨®n humana, se dice en el documental, nunca dimos el salto que nos preparara para que 10.000 personas a la vez est¨¦n aprobando o rechazando nuestra imagen, nuestra foto, nuestro comentario. Nos hemos sometido al juicio no final, pero s¨ª constante, y el tribunal no est¨¢ cerca, no lo conocemos, nadie lo ha elegido, sino que es un infinito reguero de ¡°usuarios¡± capaces de destruir, humillar y minar la autoestima de los m¨¢s vulnerables. Nadie est¨¢ libre. Las empresas citadas trabajan para engancharnos, para mantenernos activos en su interior, para ser influenciables y, crecientemente, para regalarnos la comida basura que mejor puede saciar nuestra rabia: las fake news. A base de colocar a cada ¡°usuario¡± en la autopista directa a su verdad, le ciega el camino a otras versiones de la misma. La polarizaci¨®n, la ira, el odio que est¨¢n generando est¨¢n medidos y muestran un futuro poco esperanzador.
¡°Creamos un sistema que tiende a promover informaci¨®n falsa no porque quer¨ªamos hacerlo, sino porque esa informaci¨®n hace que las empresas ganen m¨¢s dinero que con la verdad. La verdad es aburrida¡±, confiesa Sandy Parakilas, quien fue jefe de Operaciones de Facebook en 2012.
Queda mal cuerpo despu¨¦s de ver El dilema... Porque no es distop¨ªa, sino que est¨¢ aqu¨ª. Pero h¨¢ganlo.
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