La heterodoxia, la madurez y la biso?ez ante noblotes toros de Garcigrande
Juan Leal, triunfador de la tarde, cort¨® dos orejas tras una faena tremendista
El heterodoxo es el torero franc¨¦s Juan Leal, que pase¨® las dos orejas de su primer toro -el mejor del encierro- en la corrida de este s¨¢bado en Nimes tras culminar de un fulminante estoconazo una labor tremendista en exceso en la que hizo a?icos la tauromaquia y divirti¨® a sus paisanos.
La madurez se llama Daniel Luque, un torero en saz¨®n; y la biso?ez Marcos, -nieto del ganadero, el fallecido Domingo Hern¨¢ndez-, que tom¨® la alternativa y dej¨® pocas notas para el recuerdo.
Y los tres lidiaron una corrida de Garcigrande/Domingo Hern¨¢ndez, -otro hierro comercial-, exigida por las figuras, de correcta presentaci¨®n, caras agradables, las fuerzas muy justas, escasas gotas de bravura, corto recorrido y noblota en exceso.
Juan Leal sonre¨ªa cuando se lo llevaron a hombros al final del festejo, con el vestido empapado en sangre de sus toros, y listo el traje para un centrifugado a conciencia que le devuelva su color rosa palo original. Pero ese detalle es la prueba de su valor, su entrega y sus deseos de agradar. Y agrad¨® a sus paisanos, ciertamente.
Caso distinto es que toreara, que no lo hizo. Tampoco parece que ¨¦l ponga mucho empe?o. Le interesa m¨¢s el espect¨¢culo histri¨®nico, el ay, el tremendismo¡ ?l all¨¢.
Con el noble y encastado tercer toro de la tarde comenz¨® de muleta, rodilla en tierra, en el centro del ruedo, y lo recibi¨® con dos pases cambiados por la espalda, tres derechazos, un cambio de manos y, ya inhiesto, abroch¨® con el de pecho. Muy bien, pero despu¨¦s del alarde de temeridad -el toro acudi¨® al cite como una bala- era l¨®gico que intentara el toreo fundamental; pero no se debe sentir c¨®modo de tal guisa, pues prefiri¨® retorcer la cintura y dar circulares invertidos y no invertidos hasta perder la cuenta. Volvi¨® a hincarse de rodillas antes de cobrar un estoconazo en todo lo alto de efecto fulminante que emocion¨® a los tendidos y oblig¨® al presidente a sacar los dos pa?uelos. No es necesario apuntar que el buen toro se march¨® al desolladero sin torear.
Le molest¨® sobremanera el viento ante el quinto, m¨¢s parado que el anterior, al que asust¨® con su temeridad manifiesta y se gan¨® una voltereta sin consecuencias. Volvi¨® a matar con acierto, pero todo qued¨® en una vuelta al ruedo.
Daniel Luque sustituy¨® a Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares, que deb¨ªa pasar este mismo s¨¢bado por el quir¨®fano a causa de una antigua lesi¨®n en la espalda, y demostr¨® que es un torero a tener muy cuenta: serio, dominador, maduro, con oficio y solvencia. No fueron de triunfo sus toros, pero Luque rezuma torer¨ªa en todo su quehacer.
El joven Marcos tom¨® la alternativa con toros de su familia. Es joven, le queda toda una vida por delante, maneja los trastos con facilidad, pero dijo poco. Poca alegr¨ªa ten¨ªa el toro de su estreno, y ¨¦l se acopl¨® a la tristeza del animal, de modo que entre los dos compusieron una faena de puro conformismo. Lo intent¨® de veras ante el sexto, muy noble, traz¨® algunos muletazos estimables, pero pec¨® de citar despegado, lo cual es un defecto muy feo.
Hubo pocos sustos por la amabilidad de los toros, pero Jes¨²s Arruga, el muy brillante subalterno de Luque, sufri¨® un traspi¨¦ con el capote en la cara del cuarto, que lo persigui¨® con sa?a y lo lanz¨® contra las tablas de la barrera. Afortunadamente, todo qued¨® en el susto, que fue morrocotudo.
Babelia
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