Pintadas y pintoras del XIX espa?ol
Buena parte de los cuadros de la exposici¨®n ¡®Invitadas¡¯ fueron premios en las exposiciones nacionales, aunque a menudo hayan sido ignorados
Que nadie se llame a enga?o frente a la pintura del siglo XIX y sus representaciones de las mujeres, muy abundantes en Europa por otra parte. Bajo la apariencia previsible y a menudo oficialista ¡ªla segunda mitad del siglo tiene fama de tediosa¡ª, se esconden claves esenciales para desentra?ar cierta situaci¨®n social que explicar¨ªa, entre otras cosas, la escasa fortuna cr¨ªtica de las mujeres dispuestas a salir de las categor¨ªas impuestas. Son las escritoras, artistas e incluso copistas; j¨®venes que, reflexionaba Rilke en su autobiograf¨ªa, sal¨ªan de una casa venida a menos, dispuestas a ver el mundo e incluso a ganarse la vida. En todo caso, mejor el museo que la iglesia como excusa para salir a la calle. Mil veces mejor.
Y es aqu¨ª donde empiezan los problemas ¡ªy la abundante iconograf¨ªa¡ª porque las primeras salidas de las j¨®venes a las calles, lejos de casa, traen consigo libertad para las mujeres, si bien al tiempo acarrean disgustos, hijos fuera del matrimonio, deshonor para las familias¡ Es un cambio de paradigma que ¡ªsucede cada vez que las mujeres damos un paso adelante¡ª conlleva el castigo, lo saben los pintores prerrafaelistas. Salir al mundo es caer. Y caer es perderse. A veces, si se es afortunada, la familia recoger¨¢ de vuelta en el redil a las ovejas que han dado un mal paso. Si no, el deshonor y la muerte perseguir¨¢ a las insurrectas.
La pregunta surge insidiosa: hasta qu¨¦ punto ca¨ªan tantas mujeres, como hace pensar la iconograf¨ªa del XIX, desde la Rusia de Perov hasta la Inglaterra de Rossetti y se ha hecho visible en Invitadas, en la abundante proliferaci¨®n de desnudas y ca¨ªdas en Espa?a. Bien visto, las hijas de las clases trabajadoras han salido a buscarse la vida siempre y, seguramente, han ca¨ªdo presas de los desaprensivos y de la necesidad, entonces como ahora. ?Y si toda esta iconograf¨ªa de la segunda mitad del XIX, donde se refleja la idea de las mujeres que salen al mundo y los peligros que les acechan, tuviera m¨¢s que ver con un aviso, una advertencia, una preocupaci¨®n no tanto por los resbalones de las j¨®venes, sino por su incipiente libertad?
La pregunta, m¨¢s que l¨ªcita, queda contestada en el caso espa?ol y puede corroborarse en el recorrido por tantos cuadros nunca antes vistos, arrumbados en los viejos almacenes. Estas representaciones debieron de interesar al gusto dominante: buena parte de los cuadros expuestos fueron premios en las exposiciones nacionales ¨Dpor eso se conservan en el Prado¨D, aunque a menudo hayan sido ignorados. Viendo lo que podr¨ªa leerse como una advertencia del poder a esa rudimentaria libertad de las j¨®venes, se desvelan los obst¨¢culos con los cuales tuvieron que luchar aquellas que desbordaban las expectativas y decid¨ªan seguir un camino diferente al impuesto, entre ellas las artistas. Por esta raz¨®n es emocionante ver a Adela Gin¨¦s o Antonia Ba?uelos restauradas y colgadas en las paredes del Museo del Prado. Despu¨¦s del recorrido de advertencias desde la mirada dominante, entre desnudos y ca¨ªdas, la sensaci¨®n es que, pese a todo, lo han conseguido. Al fin.
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