Louise Gl¨¹ck: ascender a lo hondo
Por los poemas de la nueva premio Nobel de Literatura es dif¨ªcil pasearse sin m¨¢s, con la mirada del turista. Sus palabras no deslumbran, alumbran
¡°Los seres humanos han de aprender a soportar / la oscuridad y el silencio¡±. Estos, cito de memoria, fueron los primeros versos de Louise Gl¨¹ck que le¨ª y que traduje, hace ya m¨¢s de una d¨¦cada. Versos austeros, sentenciosos, que, vistos as¨ª, fuera de contexto, podr¨ªan dar una falsa impresi¨®n de solemnidad, pero que cuando se leen en el lugar que ocupan dentro del poema, despu¨¦s de que uno se haya despojado, junto con la autora, de cualquier trampa, de cualquier autoindulgencia, y haya sentido en carne viva, junto con la autora, la desnudez y la grandeza de nuestra insignificancia, se nos graban a fuego como una verdadera revelaci¨®n, dolorosa y sombr¨ªa.
Porque el pacto que hace Gl¨¹ck con el lector es exigente. Por sus poemas es dif¨ªcil pasearse sin m¨¢s, con la mirada del turista, o quedar fascinado, aqu¨ª y all¨¢, con los trucos que los pobrecitos poetas, como escribi¨® Jos¨¦ Watanabe, despliegan para engatusar al lector; no se ve uno arrastrado por ning¨²n derroche de emotividad ni de activismo, por ning¨²n sentimentalismo, por ninguna, en apariencia, brillantez. Sus palabras no deslumbran, alumbran. Su lenguaje es ¨®seo, medular, nace de una renuncia radical y cultiva una transparencia y sencillez que atrapan enseguida al lector y dan muchos quebraderos de cabeza al traductor, pues nada hay m¨¢s dif¨ªcil de traducir que esa poes¨ªa que parece, a primera vista, sencilla, pero cuya sencillez no es un punto de partida, una decisi¨®n a priori, sino de llegada, un logro del estilo.
Louise Gl¨¹ck lo obliga a uno a recorrer el camino que ella ha recorrido y recrea en el poema como si lo estuviera recorriendo por primera vez. Lo empuja a uno m¨¢s adentro, lo obliga a enfrentarse con la ambivalencia y la violencia de los v¨ªnculos, con la herencia familiar y religiosa, con el amor como una puerta falsa a lo sagrado, con la belleza terrible de la naturaleza, con la nada hecha carne de los contemplativos, con el milagro vulgar de envejecer; con los mitos que dieron origen a nuestra cultura y que parecen conservar intacto su poder, al menos en las manos de esta poeta, para hablarnos de nuestras vidas, para encarnarlas. Y todo ello con un distanciamiento ir¨®nico y un desapego que devienen, parad¨®jicamente, en una extra?a forma de piedad.
Su poes¨ªa es autobiogr¨¢fica. Y su musa es la memoria. Una memoria capaz de remontarse hasta la primera infancia, hasta el momento mismo de nacer al tiempo. Es en su propia vida donde busca, donde se enfrenta a los conflictos humanos fundamentales. Su escritura mezcla a la perfecci¨®n lo narrativo y lo dram¨¢tico, una aleaci¨®n enriquecida por una veta reflexiva y ensay¨ªstica que no es nunca meramente acad¨¦mica, ni est¨¢ ah¨ª para mayor gloria de la autora, sino para darles a sus textos, y a sus libros, una transparencia prism¨¢tica, mineral. Leer un libro suyo no es enfrentarse a una simple colecci¨®n de poemas, sino a un artefacto org¨¢nico, a un paisaje que se debe recorrer exhaustivamente, sin saltarse ninguna etapa, ning¨²n paso. Si se hace as¨ª, si uno se atreve a llegar hasta el final, hasta lo m¨¢s profundo de la experiencia po¨¦tica, sale, si no redimido, s¨ª, cuando menos, transformado.
A veces, ley¨¦ndola, uno tiene la sensaci¨®n de estar ante un Shakespeare cautivado por la tradici¨®n confesional de la poes¨ªa norteamericana, por su lenguaje llano y directo, por su objetividad cotidiana, por su individualismo. Varias son las fuentes religiosas y culturales con las que Gl¨¹ck, al igual que Shakespeare, realiza su alquimia: la hebrea (es hija de inmigrantes jud¨ªos y su agnosticismo metaf¨ªsico le debe mucho a esta religi¨®n), la cristiana y la grecolatina, entre otras. Y varios los poetas y las poetas del pasado siglo y del anterior que pueden rastrearse en su obra, desde Emily Dickinson y John Keats a William Carlos Williams. Pero su universo es genuinamente suyo, inconfundible.
En sus libros de poemas, Louise Gl¨¹ck ha creado un mundo propio donde caben todas nuestras vidas. Ha ascendido como nadie, parafraseando a Jos¨¦ ?ngel Valente, hacia lo hondo. Y lo ha hecho sin ¨ªnfulas, sin levantar la voz, comprometida hasta el tu¨¦tano con la realidad, eso de lo que cada vez andamos m¨¢s carentes.
Abraham Gragera es traductor de Louise Gl¨¹ck y poeta. Su ¨²ltimo poemario es ¡®O Futuro¡¯ (Pre-Textos, 2017).
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