Federico Correa, arquitecto y maestro de arquitectos
Fallecido a los 96 a?os, contribuy¨® a forjar la imagen de la modernidad en Barcelona
A los 96 a?os, Federico Correa ha muerto este lunes en su casa de Barcelona. Viv¨ªa frente a La Pedrera que Gaud¨ª dise?¨® para un familiar del que fuera su socio durante m¨¢s de 40 a?os, Alfonso Mil¨¢. Mundano y cosmopolita, solo tuvo piso propio a partir de los 83 a?os, cuando vendieron el de la Gran V¨ªa, del que nunca parti¨® ¡°porque estaba mal visto irte de casa si no estabas casado¡±. Hace una semana, todav¨ªa caminaba por el pasillo de ese piso propio y, encorbatado y repeinado, posaba con porte elegante. Luego dej¨® de comer.
Perteneci¨® a una generaci¨®n, y a una burgues¨ªa, que, habiendo vivido la Guerra Civil y habiendo descubierto el mundo durante el franquismo, consigui¨® digerir los descubrimientos sin perder la calma ni apenas despeinarse. Se pas¨® la vida bronceado, delgado e impecablemente vestido. De joven, y ya con Mil¨¢, tuvo la audacia de buscar trabajo con el que le parec¨ªa el mejor arquitecto del momento: Jos¨¦ Antonio Coderch. Sinti¨® agradecimiento y apego hacia ¨¦l toda la vida. Tambi¨¦n consternaci¨®n por la transformaci¨®n ideol¨®gica que sufri¨® su maestro. Elocuente, culto y certero, nunca vio la necesidad de ser simp¨¢tico. Y nunca dej¨® de buscar la belleza, no la belleza serena, la rotunda, la que te tumba.
Como arquitecto tuvo varias vidas, es decir prob¨®, repens¨® y corrigi¨®. Una de ellas fue ¨ªntima y glamurosa y dej¨® restaurantes barceloneses m¨ªticos donde uno iba a ¡°ver y a ser visto¡± como el Reno (1961), el Flash-Flash (1970) o el Giardinetto (que gan¨® un Premio FAD en 1974 y otro en 2013, cuando fue restaurado). Otra versi¨®n epic¨²rea y m¨¢s desnuda de s¨ª mismo lo llev¨® a dise?ar casas en Cadaqu¨¦s como la Villavecchia (1955), la Romeu (1962) o la suya propia, en 1963, sin saber si estaba modernizando la tradici¨®n mediterr¨¢nea o poniendo la modernidad en zapatillas. Para entonces, Alfonso Mil¨¢ y ¨¦l ya firmaban grandes proyectos de f¨¢bricas ¨Ccomo la de Montesa (1963) o God¨® i Tr¨ªas (1964)- y as¨ª lleg¨® su tercera vida como proyectista cuando comenz¨® a idear edificios ¨Clos m¨¢s arriesgados y seguramente los menos personales- como la Torre Atalaia y la Monitor (1970) o la remodelaci¨®n del Estadio Ol¨ªmpico (1989) adem¨¢s del Plan General de esa zona barcelonesa.
Aunque ¨¦l aseguraba que su ¨²ltimo trabajo, el Museo Episcopal de Vic, era el m¨¢s relevante, su mayor aportaci¨®n fue sin duda como profesor. ?spero y preciso, distante sin ser altivo, engominado y progresista, burgu¨¦s y moderno, marc¨® a una generaci¨®n de alumnos ¨Ccomo Oscar Tusquets o Llu¨ªs Clotet- que perdieron el miedo a la modernidad, o se atrevieron a pensar en ella libremente, como si de otra moda se tratase. L¨²cido, despiadado y ocurrente, no hay disc¨ªpulo de Correa que no recuerde alguna de sus frases: ¡°La arquitectura no se ense?a, se aprende¡±. ¡°Si considera que sobre gustos no hay nada escrito es que ha le¨ªdo poco¡±. ¡°Lo que est¨¢ de moda es lo que pasa de moda¡±. ¡°Dise?ar no es dibujar¡±. ¡°De cualquier obra asquerosa puede salir una foto genial¡±. ¡°Inventar es siempre cambiar, pero cambiar no es necesariamente inventar ni mejorar¡±. ¡°Hablando de color, ante la duda: marr¨®n¡±. O la que utilizaba para dar las gracias, que ahora le damos a ¨¦l: ¡°Me alegro de que lo pienses y te agradezco que me lo digas¡±. Descanse en paz.
Babelia
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