Entre estetas, millonarios y bohemios
En la rue de Fleurus, 27, del Barrio Latino de Par¨ªs se reun¨ªan pintores, poetas, escritores y cr¨ªticos de arte
Gertrude Stein era todav¨ªa una ni?a cuando en un viaje en tren desde Pensilvania a California durante el trayecto tuvo un percance que oblig¨® a su padre a pulsar repetidamente el timbre de la alarma hasta lograr que el convoy se detuviera. Los pasajeros creyeron que hab¨ªa sucedido algo muy grave, pero todo lo que hab¨ªa pasado era que a la ni?a Gertrude, al asomarse a la ventanilla, se le hab¨ªa volado el sombrero. El padre o, tal vez, alguno de sus acompa?antes se ape¨® y despu¨¦s de desandar media milla por la v¨ªa lo encontr¨® en un sembrado. La ni?a recuper¨® el sombrero, se lo encasquet¨® en la cabeza y resuelto el problema el tren reemprendi¨® la marcha. Sucesos como este hicieron que la autoestima de Gertrude Stein tuviera una base muy s¨®lida desde su m¨¢s tierna infancia. Fueron muchos a lo largo de su vida quienes estuvieron siempre dispuestos a recuperarle el sombrero, Picasso, Matisse, Man Ray, Hemingway, Scott Fitzgerald, James Joyce y Ezra Pound entre otros.
Gertrude Stein y su hermano Leo eran dos jud¨ªos norteamericanos, de origen austriaco, hu¨¦rfanos y viajeros cosmopolitas, absolutamente multimillonarios, que hacia 1903 confluyeron en Par¨ªs dispuestos a vivir a fondo la fascinaci¨®n de los nuevos tiempos. En la rue de Fleurus, 27, en el Barrio Latino, establecieron su vivienda de dos plantas en cuyo jard¨ªn hab¨ªa un pabell¨®n donde exhib¨ªan para los amigos la pintura de vanguardia que acaparaban vorazmente a golpe de talonario. De hecho, aquel pabell¨®n era la mejor galer¨ªa de Par¨ªs. All¨ª se reun¨ªan pintores, poetas, escritores y cr¨ªticos de arte. Las veladas de los s¨¢bados en el estudio de la rue de Fleurus, 27, comenzaron a hacerse famosas y, entre el alcohol, los egos de los artistas dirim¨ªan sus mejores batallas. Picasso nunca entraba en competici¨®n con nadie a la hora de elegir el mejor lugar para colgar su obra. Dec¨ªa: ¡°Donde est¨¦ mi cuadro ser¨¢ siempre la mejor pared¡±. Pero esta vez no fue as¨ª.
Una de las paredes del pabell¨®n la ocupaba casi por completo el cuadro de Henri Matisse La joie de vivre, de 174 por 238 cent¨ªmetros, realizado por el pintor en 1906 en Par¨ªs y adquirido por esta coleccionista despu¨¦s de haber sido expuesto en el Sal¨®n de Oto?o de ese a?o. La tela representaba una escena buc¨®lica en medio de un paisaje pastoril donde unos j¨®venes y unas muchachas desnudos se desperezaban, tocaban el caramillo, se abrazaban y bailaban. Este cuadro id¨ªlico en el que se representaban los peque?os placeres de la vida enervaba a Picasso, que no cej¨® de combatirlo hasta lograr que Gertrude lo vendiera para colocar en la misma pared Las se?oritas de Avi?¨®n, que Picasso acababa de pintar en 1907. Con el tiempo el ¨®leo de Matisse fue a parar a la fundaci¨®n Barnes, de Filadelfia y el cuadro de las se?oritas del burdel de la calle Aviny¨® de Barcelona se conserva en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Con la nariz de una de estas prostitutas trazada a la manera de una m¨¢scara negra que le hab¨ªa mostrado Matisse cre¨® Picasso el cubismo. Los dos genios se respetaban en p¨²blico pero se odiaban en secreto y Gertrude siempre acababa por poner paz en sus rencillas.
Por su parte Gertrude Stein tambi¨¦n manten¨ªa una competencia soterrada con su amiga la librera Sylvia Beach a la hora de disputarse a los literatos norteamericanos, Ezra Pound, Hemingway, Scott Fitzgerald, Sherwood Anderson, que campaban por Par¨ªs para atraerlos a su propio territorio, una al pabell¨®n de la rue de Fleurus, 27,otra a su m¨ªtica librer¨ªa Shakespeare & Company situada entonces en la rue de l¡¯Od¨¦on, 12. Sylvia Beach hizo posible la publicaci¨®n del Ulises de Joyce, en 1922, con un dinero aportado por Ezra Pound, quien despu¨¦s no pod¨ªa soportar la fama del libro que ¨¦l mismo hab¨ªa propiciado. Tambi¨¦n la propia Gertrude Stein, como escritora, odiaba a James Joyce puesto que ambos se disputaban la vanguardia literaria y el irland¨¦s le hab¨ªa arrebatado la gloria entre aquel grupo de exquisitos con la literatura experimental.
La primera regla en aquel ambiente de Montparnasse era hacerse notar y sin duda Ezra Pound, un personaje, mitad santo laico, mitad canalla, estaba en el centro de todos los debates. De ¨¦l dec¨ªa Hemingway que ten¨ªa ojos de violador fracasado, si bien lo consideraba un gran poeta que dedicaba la quinta parte de su tiempo a su poes¨ªa y empleaba el resto a ayudar a sus amigos. Durante un banquete en homenaje a D. H. Lawrence, sinti¨® que Yeats estaba acaparando toda la atenci¨®n. Para contrarrestar esta peque?a gloria, a la hora de los postres Ezra Pound se comi¨® un tulip¨¢n rojo del ramo que adornaba la mesa y viendo que no era suficiente con uno se comi¨® otro m¨¢s y no ces¨® de comer flores hasta reclamar todas las miradas. Ezra Pound luch¨® denodadamente para alcanzar su fracaso en la vida y al final solo por epatar se dej¨® caer en el fascismo. As¨ª eran las pasiones en aquel tiempo dorado de los a?os veinte en Par¨ªs entre estetas, millonarios y bohemios.
Babelia
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