Antonio Ferrera, el gran heterodoxo
El torero cort¨® cinco orejas en su encerrona y sali¨® ileso de una estremecedora cogida en el sexto
El gran ¨¦xito de Antonio Ferrera es que ha podido dormir en su cama despu¨¦s de la estremecedora cogida que sufri¨® al clavar un par de banderillas al viol¨ªn al sexto toro de la tarde. En el momento del embroque, el toro lo enganch¨® por el chaleco, lo levant¨® con furia desatada, se lo pas¨® de pit¨®n a pit¨®n y lo arroj¨® sobre la arena. Fueron unos segundos dram¨¢ticos. Por esas cosas extra?as de la vida, el torero se levant¨® desmadejado, pero sin herida en el cuerpo.
Ferrera cort¨® cinco orejas, se lo llevaron a hombros los miembros de su cuadrilla, y protagoniz¨® una tarde cargada de variedad con los enga?os, heterodoxia taurina, una brillante escenograf¨ªa y dosis dram¨¢tica ante una corrida muy seria y ¨¢spera de Zalduendo.
No hubo esa gran faena redonda porque no hubo, quiz¨¢, el toro propicio; fue un festejo de pespuntes brillantes, de destellos y gotas de torer¨ªa de alta gama, pero, adem¨¢s de los sustos, sobresali¨® el compromiso de un torerazo.
A los cinco primeros toros los cit¨® en la suerte suprema a varios metros de distancia; en el primer tercio del segundo orden¨® al picador que se marchara a los medios mientras el toro esperaba pegado a tablas, y en toda su actuaci¨®n pareci¨® estar m¨¢s pendiente de escapar de las normas, y m¨¢s atento a la escenograf¨ªa, los detalles, los gestos y las posturas que de dibujar el toreo hondo y profundo.
Al final, destac¨® m¨¢s la intenci¨®n que la obra; brill¨® m¨¢s la escenograf¨ªa que el toreo, pero hay qued¨® la gesta.
ZALDUENDO/FERRERA, ?NICO ESPADA
Toros de Zalduendo, muy bien presentados, serios y mansos; codicioso el primero; descastado y noble el segundo; ¨¢spero el tercero; encastado el cuarto; soso el quinto; y complicado y rajado el sexto.
Antonio Ferrera: estocada _aviso_ y dos descabellos (oreja); estocada trasera (oreja); media estocada _aviso_ (ovaci¨®n); gran estocada (dos orejas); pinchazo y media estocada _aviso_ (silencio); estocada baja (oreja). Sali¨® a hombros de su cuadrilla.
Plaza de Badajoz. 24 de octubre. Asistieron 4.330 espectadores y se coloc¨® el cartel de ¡®no hay billetes¡±.
La tarde comenz¨® cargada de emotividad. Tras el largo pase¨ªllo (minuto de silencio y los himnos de Extremadura y Espa?a, interpretados por la banda del Maestro Tejera, habitual en La Maestranza) saltaron al ruedo los cuarenta alumnos de la Escuela Taurina de Badajoz para homenajear a Ferrera, antiguo aprendiz; a continuaci¨®n, el p¨²blico irrumpi¨® en una cerrada ovaci¨®n al torero, quien llam¨® a todos y cada uno de los protagonistas de la tarde -banderilleros, picadores, mayoral y torilero- y los reuni¨® en los medios para que, junto a ¨¦l, recibieran el cari?o de los tendidos.
Un toro blando fue el primero, que, curiosamente, se transfigur¨® en la muleta en un animal fiero y codicioso, con movilidad y nobleza; tanto es as¨ª que no se dej¨® dominar por el torero, m¨¢s pendiente, quiz¨¢, de la postura de su propia figura que de imponer su mando. No fue, por tanto, esa primera, una faena de hondura, sino de detalles sueltos.
Algo parecido ocurri¨® ante el segundo, m¨¢s desclasado y remiso a embestir, que no le permiti¨® m¨¢s que pespuntes y no una faena hilvanada.
El primer susto gordo lleg¨® en el tercero, ¨¢spero, mir¨®n, con mal estilo, que al final de la primera tanda con la mano derecha le propin¨® un volteret¨®n que, por fortuna, no pas¨® de un golpetazo sobre la arena. Vivi¨® el torero momentos muy comprometidos, obligado a un esfuerzo extraordinario y a¨²n, al final, el toro le ech¨® mano con un derrote en un muslo que no pas¨® a mayores.
Con un estoconazo en todo lo alto mand¨® al desolladero al cuarto toro de la tarde, alto de agujas y astifino, encastado y repetidor. Lo recibi¨® con una larga cambiada de rodillas en el tercio y se luci¨® a la ver¨®nica y en un galleo por chicuelinas.
Muleta en mano, volvi¨® a torear despegado y al hilo del pit¨®n, pero llam¨® la atenci¨®n porque dos tandas con la zurda las traz¨® con el enga?o montado con el estoque simulado, y, a continuaci¨®n, lo hizo con la derecha sin ayuda.
El quinto toro, corto de embestida, pero repetidor en el ¨²ltimo tercio, oblig¨® a Ferrera a emplearse a fondo para arrancarle meritorios muletazos por ambas manos, sin que la faena rompiera hacia el ¨¦xito porque el animal no regal¨® una sola embestida.
Y la lidia del sexto fue una catarata de emociones que, felizmente, no acab¨® en tragedia. Ferrera esper¨® al toro de rodillas a ¡®porta gayola¡¯; el animal acudi¨® de frente hacia el torero, que se vio obligado a apartarse para evitar el atropello. Ra¨²l Ram¨ªrez interpret¨® por dos veces el salto de la garrocha. Cumpli¨® el toro en varas, y Ferrera tom¨® los palos para colocar con facilidad un par de banderillas; su cuadrillas clav¨® los dos pares finales, pero, empujado por el p¨²blico, el matador quiso clavar el cuarto par. Tom¨® los garapullos en la mano derecha, cit¨® al viol¨ªn, y lleg¨® la espeluznante voltereta.
El animal se mostr¨® muy rajado al ¨²ltimo tercio, y Ferrera, con el cuerpo magullado y el dolor reflejado en el semblante, estuvo valiente y aseado, que no es poco.
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