Padre nuestro, que est¨¢s en las siestas
La literatura, con pandemia o sin ella, siempre ha albergado una tendencia a resguardarse en la inmovilidad de las palabras mudas
?ltimamente, el verbo ¡°resguardarse¡± aparece con mayor frecuencia que antes en las conversaciones, en las lecturas, en nuestra mente. Ayer fue ya el colmo, porque descubr¨ª que el t¨ªtulo de la pel¨ªcula de Jeff Nichols que estaba viendo, Take Shelter, pod¨ªa traducirse por Resguardarse. Contaba la historia de un tipo de Ohio que trataba de poner a buen resguardo a su familia, despu¨¦s de que unas visiones aterradoras le hubieran convencido de que un desastre apocal¨ªptico estaba por venir.
En realidad, pens¨¦, ese desastre ya est¨¢ aqu¨ª. Y enseguida vi que lo pensado conectaba con el cuaderno El don de la siesta, de Miguel ?ngel Hern¨¢ndez (Anagrama), donde este explicaba que en el pasado marzo, hall¨¢ndose inmerso en la redacci¨®n de unas notas sobre el h¨¢bito de la siesta, el estado de alarma hab¨ªa interrumpido en seco su escritura: ¡°?Un ensayo sobre la siesta, en medio de la cat¨¢strofe? Demasiado trivial para lo que suced¨ªa a nuestro alrededor¡±.
Sin embargo, en los d¨ªas de confinamiento que siguieron, su vida en el hogar se vio invadida por las repentinas y fren¨¦ticas actividades culturales de las redes sociales y por la agobiante moda de que si eras escritor ten¨ªas que comunicar, producir, ser puro Zoom, puro streaming, ser locutor de ti mismo, permitir que tu casa pasara a ser un plat¨® de televisi¨®n y no te quedara tiempo para escribir una sola l¨ªnea nunca.
Comprendi¨® entonces Hern¨¢ndez que la siesta ¡ªtanto tiempo relacionada con la pereza y despu¨¦s vista, en cambio, como una rutina saludable¡ª era una especie de oraci¨®n, de refugio interior que pod¨ªa permitirle a diario resguardarse del aumento delirante de la productividad art¨ªstica y protegerse de esa absurda exigencia de creatividad detr¨¢s de la que estaba la idea de mover el sistema hacia delante. Y comenz¨® a ver en el ¡°modo siesta¡± una trinchera, un espacio de desconexi¨®n con el exterior, un lugar ideal para resguardarse de la febril demanda de fertilidad que hab¨ªa promovido el par¨®n por el virus. Y hasta le pareci¨® ver que aquellas notas sobre un tema tan aparentemente trivial como la siesta dialogaban en realidad con el presente mucho m¨¢s de lo que hab¨ªa llegado a imaginar. Es m¨¢s, se dijo, aquellas notas pod¨ªan llegar a ser un acto de resistencia, una toma de posici¨®n pol¨ªtica.
El don de la siesta me ha hecho pensar en esos grandes libros laterales y breves que propon¨ªa Italo Calvino para nuestro milenio, en libros como El jab¨®n, de Francis Ponge, o como Plume, de Henri Michaux, especialmente en este ¨²ltimo, tal vez porque lo mejor del atractivo ensayo de Hern¨¢ndez no est¨¢ tanto en la elecci¨®n de un tema aparentemente trivial, que es mareado hasta revelar su oculta trascendencia, cuanto en la muy inteligente articulaci¨®n del mismo, con un tema central de la literatura: el lugar del escritor en el seno del curso literario. Y entonces me ha parecido ver que la literatura, con pandemia o sin ella, siempre ha albergado una tendencia a resguardarse en la inmovilidad de las palabras mudas; las mismas, s¨ª, con las que a veces so?amos en las siestas.
Babelia
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