Amamantando lobas en Nueva York
Diane de Prima, una gigante de la poes¨ªa cuyos mejores libros aguardan ser editados entre nosotros, lo fue todo para la generaci¨®n ¡®beat¡¯
Uno puede imagin¨¢rsela haciendo zazen, pr¨¢ctica de meditaci¨®n en la que persever¨® durante sesenta a?os, en medio de las nubes. Nubes de tormenta, claro. Rayos, tambi¨¦n, que calcinan sin perder la sonrisa, sin perder la postura, sin perder un tiempo que solo existe en la mente. Y truenos, entonces, como poemas desencadenados, como poemas que desencadenan. Uno puede imagin¨¢rsela amamantando lobas en New York, donde naci¨® en 1934, o en San Francisco, donde acaba de fallecer.
Uno puede imagin¨¢rsela en una org¨ªa con Jack Kerouac, con Allen Ginsberg y dos amigas bailarinas (lo cuenta ella misma en Memorias de una beatnik y ellos en entrevistas y diarios personales) mientras elogia-reprende a su marido por distraerla de la escritura po¨¦tica habl¨¢ndole sobre seguros y sobre el carburador del coche o por darse la vuelta en la cama, usando el calor como excusa, cuando ella tiene la menstruaci¨®n.
Uno puede imagin¨¢rsela, despu¨¦s de ingerir un ¨¢cido, concentrada en una cucaracha que camina por una viga de la cocina, a la que respeta como si de ella dependiera la salvaci¨®n de este mundo descuartizado. Uno puede imagin¨¢rsela sinti¨¦ndose expulsada de un planeta en el que era regente (quiz¨¢s con dragones verdes que no terminan de devorar el sol, quiz¨¢s con beb¨¦s a los que hay que advertir antes de que nazcan de que su madre, vaya por dios, es poeta), como afirma en Canci¨®n budista de a?o nuevo, y rompiendo esos espejos que reflejan espejos, met¨¢fora de nuestro ciego modelo de civilizaci¨®n, y que por eso son culpables de que no sepamos qui¨¦nes somos.
Uno puede imagin¨¢rsela (v¨¦ase su Carta revolucionaria n? 13), durante las protestas contra la guerra de Vietnam, visualizando soldados, am¨¢ndolos, quit¨¢ndoles las armas de las manos, haciendo que se sienten, invit¨¢ndoles a un porro y conversando con ellos de que, m¨¢s importante que los juegos de poder y de sufrimiento, es devolver a los bosques sus ¨¢rboles, a las praderas sus b¨²falos, a los Grandes Lagos sus peces. Uno puede imagin¨¢rsela fundando revistas y editoriales de poes¨ªa, dando clases durante decenios en la Jack Kerouac School of Disembodied Poetics del Instituto Naropa de Boulder, Colorado, haciendo fotograf¨ªas y obras de arte, luchando por los derechos civiles (de los negros, de las lesbianas, de los gordos), cruzando el pa¨ªs para participar en manifestaciones y recitales, teniendo cinco hijos de varios matrimonios, estudiando primero las tradiciones esot¨¦ricas y herm¨¦ticas y ense?¨¢ndolas despu¨¦s.
Uno puede imagin¨¢rsela tomando un t¨¦ aromatizado con cardamomo, o lo que hubiera a mano, con Timothy Leary, Audre Lorde, Amiri Baraka (Leroi Jones), Suzuki, Gregory Corso, Lawrence Ferlinghetti o Chogyam Trungpa, es decir, con algunas de las mentes m¨¢s brillantes de su generaci¨®n, pero tambi¨¦n desaparecida de tantos estudios y antolog¨ªas copados por los rutilantes varones de la misma (entre nosotros, no se pierdan Beat attitude. Antolog¨ªa de mujeres poetas de la generaci¨®n beat, Annalisa Mar¨ª, Bartleby, 2015, ni Female beatness. Mujeres, g¨¦nero y poes¨ªa de la Generaci¨®n Beat, (AAVV, Universitat de Valencia, 2019).
Uno puede imagin¨¢rsela, como en No pasa nada, manteniendo la calma en una fiesta en la que se acaban las cervezas, la pasma acude, cortan varias parejas, la yerba est¨¢ h¨²meda, no hay nada en el frigor¨ªfico o se discute por tonter¨ªas. Uno puede imagin¨¢rsela, como en Canto de vida, rezando porque todo (el acoplarse giratorio de las ballenas, las risas de los ni?os en los tejados, la alegr¨ªa de los viejos amantes, los gru?idos de los hipop¨®tamos, etc.) contin¨²e, porque la gran energ¨ªa de lo vivo no se extinga ocurra lo que ocurra.
Uno puede imaginarse a Diane de Prima, esta gigante de la poes¨ªa cuyos mejores libros aguardan a ser editados entre nosotros (sobre todo, me atrevo a recomendar, Loba y Revolutionary Letters), haciendo y deshaciendo la madeja de un camino, montando y desmontando la palabra libertad, so?ando y des-so?ando la belleza de las emociones genuinas. Pero qu¨¦ dif¨ªcil imagin¨¢rsela muerta, fugitiva del cuerpo, aislada del bullicio de la existencia. Ten¨ªa 86 a?os, de acuerdo, pero eso qu¨¦ es si los computamos seg¨²n lo hace un Brahma, deidad hind¨² al que ella cita m¨¢s de una vez, o la m¨¢s humilde de las estrellas.
Jes¨²s Aguado es poeta.
Babelia
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