Cuando ¡®Star Wars¡¯ era ¡®La guerra de las galaxias¡¯ y molaba tanto
Tendr¨¢ que pasar algo realmente grave para que mis hijos y yo no veamos juntos en la tele el primer cap¨ªtulo de 'The Mandalorian' como hemos visto juntos todas las pel¨ªculas de la saga gal¨¢ctica
Mi hijo, de 13 a?os, me avis¨® hace unas semanas de que lo ¨²ltimo de Star Wars consiste, pap¨¢, en una serie de televisi¨®n, titulada The Mandalorian, que se emite ya en Estados Unidos y que no llegar¨¢ a Espa?a hasta marzo. El protagonista es ese cazarrecompensas gal¨¢ctico del planeta Mandalor, un tipo fr¨ªo y duro que al parecer se caracteriza por no quitarse el casco en toda la temporada. Le acompa?a un simp¨¢tico Yoda ni?o bautizado Baby Yoda, esto es, una cr¨ªa de Yoda o un cachorro de la especie de los yodas, no s¨¦ muy bien describir eso, que ya se ha hecho mundialmente famoso y al que cualquiera puede augurar un fruct¨ªfero porvenir transformado en mu?eco de peluche.
Mi hijo y yo decidimos no piratear la serie ¨Ctampoco s¨¦ si hubi¨¦ramos sido capaces¨C, y esperar hasta el estreno. Ese d¨ªa, eso s¨ª, tendr¨¢ que pasar algo realmente grave para que no veamos juntos en la tele ese primer cap¨ªtulo. Lo haremos como hemos ido viendo juntos, ¨¦l, mi hija y yo ¨Cen el cine, en v¨ªdeo o en la tele¨C todas las pel¨ªculas de Star Wars, todas las precuelas y todas las secuelas, algunas francamente malas.
No se asusten. No soy de esos adultos con las estanter¨ªas llenas de maquetas de naves espaciales ni me gusta disfrazarme de guerrero imperial en mi cumplea?os. A mis hijos tampoco. La historia va por otro lado y comienza un s¨¢bado de oto?o de 1977. Aquel d¨ªa, mi padre compr¨®, para ¨¦l, para mi t¨ªa y para mi madre, tres entradas de la ¨²ltima sesi¨®n en el Real Cinema de Madrid ¨Cahora cerrado, con grandes posibilidades de reconvertirse en un hotel de lujo¨C para ver La guerra de las galaxias (entonces se llamaba as¨ª), que se acababa de estrenar en Espa?a. Ya por la noche, mi madre dijo que no le apetec¨ªa ver esa cosa de marcianos y, para aprovechar la entrada, mi padre me pregunt¨® si quer¨ªa ir yo, que, con 10 a?os, era el mayor de mis hermanos. Contest¨¦, encantado, que s¨ª, que por supuesto.
Nos sentaron en la primera fila: mi padre no hab¨ªa conseguido mejores entradas, lo que en el fondo result¨® una suerte. Yo, que era la primera vez que sal¨ªa de noche, ya estaba suficientemente emocionado por el simple hecho de estar all¨ª, a esas horas, en ese cine inmenso abarrotado de espectadores. Pero entonces se apag¨® la luz, se descorri¨® el tel¨®n ¨Centonces hab¨ªa tel¨®n en la pantalla de los cines¨C , son¨® un latigazo de trompetas que me imant¨® en la butaca, aparecieron esas letras amarillas que se alejaban y empeque?ec¨ªan contando una historia algo rara de guerras entre planetas para dejar paso despu¨¦s a un silencioso firmamento estrellado y a un destructor espacial que lo atravesaba en diagonal y que en nuestra primera fila pasaba por encima de nuestras cabezas.
Dos horas despu¨¦s me cost¨® reconocer d¨®nde estaba. Hipnotizado, borracho de excitaci¨®n, me met¨ª en el coche de mi padre, donde ¨¦l y mi t¨ªa hablaban ¨Cincomprensiblemente¨C de otra cosa. Al llegar a casa, necesit¨¦ despertar a mi hermano, dos a?os menor y que dorm¨ªa en mi misma habitaci¨®n, para contarle entera la pel¨ªcula. Jurar¨ªa que tard¨¦ exactamente dos horas en hacerlo.
Por eso, cuando mis hijos alcanzaban los 10 o 12 a?os, les llevaba a ver Star Wars. Como dec¨ªa Jaime Gil de Biedma, tenemos la vida entera para leer En busca del Tiempo Perdido pero muy pocos a?os para leer La Isla Misteriosa o Los tigres de Mompracem. Y eso hay que ense?¨¢rselo.
Tambi¨¦n que no conviene enga?arse. Porque cuando yo me siente delante de la tele a ver el dichoso episodio I de The Mandalorian creer¨¦ por un momento que eso es lo que quiero, pero yo s¨¦ que me equivoco. Cada vez que me he sentado en todos estos a?os a ver una pel¨ªcula de Star Wars lo que buscaba, en realidad, era cierta noche de oto?o en la que el Real Cinema todav¨ªa era un cine y no un edificio muerto; lo que buscaba, supongo, es volver a tener 10 a?os y hay un momento fugaz, cuando se oyen las trompetas y aparecen las letras amarillas, en que creo que lo consigo. Lo que quiero es que mi padre me lleve otra vez a un estreno, que mi madre a¨²n est¨¦ aqu¨ª para regalarme su entrada.
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