No sos vos, McNulty, es tu marco te¨®rico
?Estabas en el Calder¨®n cuando lo de los Rolling Stones? ?En qu¨¦ sala viste E.T.? ?C¨®mo supiste de la existencia de The Wire?
Sabes que algo se ha convertido en relevante en la vida de las personas en el momento en que te encuentras con gentes que recuerdan exactamente qu¨¦ hac¨ªan y d¨®nde estaban cuando eso sucedi¨®. Mi abuelo se acordaba incluso de qu¨¦ hab¨ªa comido el d¨ªa en que vio al hombre pisar la luna. Servidor jam¨¢s podr¨¢ borra de su memoria aquel taxi en el que volv¨ªa a casa de su madre de madrugada ligeramente intoxicado y cuya radio anunci¨® que acababa de fallecer Lady Di. Sin ser yo nada de esa mujer. Fue la ¨²nica ocasi¨®n en que al volver a casa de madrugada y en un estado lamentable, en vez de escabullirme sigilosamente en mi habitaci¨®n, fui a la de mi progenitora y la despert¨¦ para darle la noticia. Con los productos culturales, la historia es similar. ?Estabas en el Calder¨®n cuando lo de los Rolling Stones? ?En qu¨¦ sala viste E.T.? ?C¨®mo supiste de la existencia de The Wire? Voy a contar esto ¨²ltimo, pues.
Corr¨ªa 2004. Era mi primera visita a Argentina para conocer a mi entonces familia pol¨ªtica y, de paso, aquel pa¨ªs. Hab¨ªan pasado solo tres a?os del corralito ¨Cestaba todo por deshacer¨C y los precios estaban por los suelos. La inflaci¨®n apenas alcanzaba el 6%. La ¨²ltima tarde antes de volver a Barcelona fuimos por cuarta o quinta vez al Musimundo ¨Cuna especie de FNAC argentina que en 2011 dejo ya de vender consumibles culturales¨C que hab¨ªa en la esquina de Callao con Corrientes. Gastando ya por gastar, que es como se destruye el capitalismo, nos acercamos a la secci¨®n de DVDS. Ah¨ª me top¨¦ con una caja con una car¨¢tula en gris y negro. Pon¨ªa The Wire. Le¨ª la sinopsis. No me pareci¨® nada del otro mundo, pero pens¨¦ que deb¨ªa aportar algo a la compra masiva, no fuera que me pasara los siguientes meses simplemente viendo DVDS de conciertos de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Ya en casa, pusimos aquello. Va a quedar muy Jotdown, pero ya nada fue lo mismo. Sin entender una mierda de lo que dec¨ªan sin leer los subt¨ªtulos nos zampamos la primera temporada en dos sentadas. Al terminarla, se la dej¨¦ a mi madre y su pareja. Les sucedi¨® lo mismo. Ellos, en cambio, la visionaron doblada. Pero al ser una edici¨®n americana, el doblaje era latino. De golpe, mi madre y su marido empezaron a hablar raro. Me insultaban con palabras que no hab¨ªa o¨ªdo nunca y llamaban a cosas aparentemente inofensivas con nombres que me parec¨ªan de lo m¨¢s agresivo.
Al a?o siguiente, lo primero que hice al llegar al hotel desde el aeropuerto de Ezeiza fue ir directo a Musimundo a ver si ten¨ªan la segunda temporada de aquella maravilla de HBO que llevaba un a?o sin poderme quitar de la cabeza. No estaba. Volv¨ª a Barcelona devastado. El bife en Don Julio ya val¨ªa 5 euros y no ten¨ªan la segunda temporada de The Wire. Buenos Aires, si no cambiaba de actitud, podr¨ªa dejar de ser mi ciudad favorita del mundo. Esa segunda temporada la tuve que ver pirateada por una amiga documentalista. Esa temporada sigue siendo mi favorita. No de mi madre. La copia descargada era en versi¨®n original subtitulada. ¡°?No te parece incre¨ªble? ?No amaste a Frank Sobotka?¡±, le dije un domingo al postre. Me respondi¨®: ¡°Est¨¢ bien, pero, ?le puedes pedir a tu amiga que descargue una doblada en latino? Por cierto, este a?o cuando volv¨¢is, ?pod¨¦is ver si tienen El ala oeste de la Casa Blanca doblada en Colombia? Me encantar¨ªa escuchar a Barlet con acento¡±.
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