?ltimas noticias de Maigret
Maigret, de Georges Simenon, es como un comisario tao¨ªsta que observa y escucha y parece aplicar el principio de Lao Tzu del ¡°hacer no haciendo¡±
En la ¨²ltima p¨¢gina de Maigret et Monsieur Charles, Georges Simenon anot¨® la fecha en que la hab¨ªa terminado: el 11 de febrero de 1972. Eso quiere decir que hab¨ªa empezado a escribirla el 2 o el 3 de febrero, ya que tardaba siempre el mismo tiempo en escribir una novela, ocho o nueve d¨ªas. El primer arranque de una nueva novela no ten¨ªa lugar en el escritorio, sino durante un largo paseo, o varios paseos en¨¦rgicos en d¨ªas sucesivos. La caminata le induc¨ªa un tal grado de ensimismamiento que una ma?ana se cruz¨® con su mujer y la salud¨® con un ¡°Bonjour, madame¡±, quit¨¢ndose el sombrero, sin reconocerla. Caminaba para encontrar un cierto estado de gracia, lo que ¨¦l llamaba ¡°¨¦tat de roman¡±, estado de novela. Ten¨ªa que surgir un detalle, un hilo sutil, un principio de historia. En una gu¨ªa de tel¨¦fonos buscaba nombres que le parecieran sugerentes. En el dorso de un sobre amarillo garabateaba datos ¨²tiles para una trama, fechas de biograf¨ªas imaginarias, bocetos de escenarios. Por fin una ma?ana ya estaba preparado. No dejaba pasar tiempo entre el final de una novela y el comienzo de otra. ?l era un artesano, dec¨ªa, y un artesano no se queda 10 meses o un a?o sin hacer nada despu¨¦s de entregar un trabajo.
De un hotel americano hab¨ªa tra¨ªdo un letrero de ¡°Do Not Disturb¡± y lo colgaba del pomo de la puerta. A las seis de la ma?ana ya estaba sentado delante del escritorio. Cerraba las cortinas de la ventana para que ni la luz ni el tiempo del exterior interfirieran con los de la novela inminente. Dispon¨ªa sobre el escritorio seis pipas llenas, para no interrumpir la escritura cada vez que se consumiera en una de ellas el tabaco. Dispon¨ªa tambi¨¦n, como en un florero, doce l¨¢pices bien afilados. En cuanto la punta de uno empezara a redondearse, empezar¨ªa ¨¦l a usar otro sin perder el tiempo ni la concentraci¨®n usando el sacapuntas. Con los a?os dej¨® de usar l¨¢pices y escribi¨® solo a m¨¢quina. Dec¨ªa que el l¨¢piz lo situaba en una actitud demasiado literaria: el mecanismo seco y veloz de la m¨¢quina se correspond¨ªa mejor con el ritmo en el que deber¨ªa avanzar la escritura, limpia, directa, despojada de todo adorno.
Empezaba a escribir a las 6.30 y terminaba justo dos horas despu¨¦s. En ese tiempo escrib¨ªa un cap¨ªtulo completo. Levantarse de la mesa sin haber terminado un cap¨ªtulo era un desfallecimiento inaceptable, tan grave como no terminar la novela entera en una secuencia de d¨ªas sucesivos. Interrumpirla uno o dos d¨ªas hubiera sido abandonarla. A veces, los dos ¨²ltimos cap¨ªtulos los terminaba el mismo d¨ªa, dos horas por la ma?ana y dos horas por la tarde. Las correcciones eran m¨ªnimas. La fecha inscrita en la ¨²ltima p¨¢gina se?alaba el cierre definitivo. La propulsi¨®n de la escritura siempre empujaba hacia delante. Muy pronto el vac¨ªo o el alivio del final dejar¨ªa paso a otra caminata, a otra intuici¨®n, a una nueva historia que ir¨ªa form¨¢ndose casi en el mismo acto de escribir. ¡°Lo que yo llamo mis tramas nunca han sido realmente tal cosa¡±, dijo sin reparo, ¡°pues yo conceb¨ªa las acciones y las reacciones de mis h¨¦roes seg¨²n iba avanzando, cap¨ªtulo por cap¨ªtulo, descubriendo la soluci¨®n solo cuando llegaba a las ¨²ltimas p¨¢ginas¡±.
En ese desd¨¦n, en parte fingido, hacia lo que se llama presuntuosamente ¡°estructura¡± est¨¢ una parte del atractivo inagotable de las novelas de Simenon, quiz¨¢ sobre todo en las del comisario Maigret, que al ser policiales parece que exigir¨ªan una construcci¨®n m¨¢s premeditada. Pero los cr¨ªmenes que Maigret investiga no est¨¢n envueltos en tramas complejas de indicios chocantes y rondas de personajes igualmente sospechosos. Y el comisario nunca se enfrenta a grandes peligros ni a aventuras espectaculares. Maigret es como un comisario tao¨ªsta que observa y escucha y parece aplicar el principio de Lao Tzu del ¡°hacer no haciendo¡±. Maigret ordena sus pipas sobre el escritorio, en su despacho del Palacio de Justicia, observando con gratitud por la ventana la claridad de una ma?ana de marzo, tan dispuesto a recibir una visita o una llamada que anuncien un misterio como el propio Simenon lo estar¨ªa a imaginar los primeros pasos de una nueva historia. As¨ª comienza Maigret et Monsieur Charles: una llamada, el anuncio de la desaparici¨®n de un hombre respetable, un notario, el encuentro con una mujer amarga y alcoholizada, los paseos por Par¨ªs, un almuerzo demorado y sabroso en la Brasserie Dauphine, algunas paradas en bares para llamar por tel¨¦fono y para tomar una cerveza acodado en la barra. Simenon dec¨ªa que una historia policial no puede durar mucho m¨¢s de cien p¨¢ginas si se quiere sostener sin fatiga la atracci¨®n del misterio. Al final de Maigret et Monsieur Charles, como tantas veces en Simenon, la sorpresa del desenlace es muy limitada, y lo que queda sobre todo es una sensaci¨®n abrupta de desgracia y de melancol¨ªa.
Pero la fecha habitual despu¨¦s de la ¨²ltima l¨ªnea es posterior a cualquier otra, y tambi¨¦n definitiva. El 11 de febrero de 1972 es el ¨²ltimo d¨ªa de la vida de Georges Simenon como novelista. ?l, que hab¨ªa escrito sin descanso desde la primera juventud, que hab¨ªa publicado 192 novelas en 40 a?os con su propio nombre, m¨¢s un n¨²mero indeterminado con diversos seud¨®nimos, ya no volvi¨® a escribir ninguna m¨¢s en los 17 a?os que le quedaban de vida. Entre la fecundidad incesante y el silencio absoluto no hubo t¨¦rmino medio. Simenon dec¨ªa que escribir no era una profesi¨®n, sino una vocaci¨®n por la desdicha.
No he comprobado si Maigret et Monsieur Charles lo ha publicado ya Acantilado en su proyecto ingente de traducir al espa?ol todas las novelas de Simenon, en esos delgados vol¨²menes de tapas flexibles y limpia tipograf¨ªa que son una tentaci¨®n para el tacto igual que para la mirada lectora. El libro acaba de aparecer en ingl¨¦s, en la colecci¨®n de Penguin Classics, y John Banville le ha dedicado un ensayo entusiasta en las p¨¢ginas literarias del Financial Times. Dice Banville que Simenon combina un desapego estoico y una ilimitada compasi¨®n: que sus novelas est¨¢n a la vez llenas de sentimientos y despojadas de sentimentalismo. El novelista, que ha vendido cientos de millones de ejemplares antes y despu¨¦s de morir, resulta ser un maestro irreductible de las sutilezas misteriosas de la literatura. Georges Simenon dej¨® de escribir novelas un d¨ªa de febrero de 1972, pero hab¨ªa escrito ya tantas que a cualquiera de nosotros nunca se nos agotar¨¢n en nuestro porvenir de lectores.
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