¡°Hombre triste como una pared de adobe¡±
Jos¨¦ Luis Merino publica un libro de entrevistas a figuras en M¨¦xico como Juan Rulfo, Carlos Fuentes y Jos¨¦ Luis Cuevas
Escribe con letra del 72. Lleva a?os perdiendo la visi¨®n. Ve por dentro, como si Bach le agrandara el esp¨ªritu de la letra. ¡°Escucho a Bach¡±, dice, desde esa dimensi¨®n en que la letra le devuelve lo que sue?a, ¡°desde hace m¨¢s de 50 a?os¡±. ¡°En los ¨²ltimos 20, casi a diario. Bach te lleva a lugares que no est¨¢n aqu¨ª. Te ayuda a vivir y te ense?a a morir. Esto lo entender¨¢ mejor que nadie el maestro Emilio Lled¨®)¡±, afirma.
Es Jos¨¦ Luis Merino, nacido en Bilbao en 1931. ?ltimamente dicta sus cartas, pero cuando las escribe ¨¦l mismo se convierten en jerogl¨ªficos cuya lectura son cuadros de Cy Twombly o dibujos de Mir¨®, rodeadas de exclamaciones. Asombrado por la vida, ahora est¨¢, cuenta, ¡°con Raymond Chandler¡¡±. ¡°S¨®lo vivo para escribir. El resto del tiempo es algo que debo soportar, para seguir escribiendo. Escribir es un no parar de dar pasos dentro de uno mismo. Un largo viaje de inicios y rechazos, de audacias y de miedos. Esto sedujo a Michael Ende. Lo de Montaigne mejorado: la mitad de las palabras de un libro son del autor, la otra mitad de los lectores¡±.
En 1970 hizo en M¨¦xico, mientras preparaba una exposici¨®n de artistas vascos, 19 entrevistas que permanecieron hibernadas. Estaban en el sarc¨®fago del magnet¨®fono, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Juan Jos¨¦ Arreola, Jos¨¦ Emilio Pacheco, David Alfaro Siqueiros, Jos¨¦ Luis Cuevas, Brian Nissen¡ Aparecen ahora tra¨ªdas como una botella al mar (as¨ª titula el conjunto) por el Fondo de Cultura Econ¨®mica.
Es un libro sorprendente, culebras saludables de las que se dieron en la f¨¦rtil cultura mexicana de los a?os setenta. No est¨¢, pero le ronda Jorge Luis Borges, que miraba como ¨¦l mira ahora, sabiendo d¨®nde est¨¢n, por dentro, las letras que busca, convirti¨¦ndolas en saltamontes de m¨²sica. Jos¨¦ Lezama Lima completa esa tripleta. Lezama, Rulfo, Borges. ¡°Juntos crearon la mayor revitalizaci¨®n de la lengua espa?ola desde el Siglo de Oro. Luego, por separado, unos pocos siguieron y siguen en la memoria del buen hacer. Los m¨¢s pasaron al olvido. No puedo dejar de acordarme de los tres, Borges, Rulfo, Lezama¡±. En el libro hay escritores que ahora tambi¨¦n son personajes, como Juan Jos¨¦ Arreola, rescatado por la abundancia de su fama de conquistador.
Arreola es tambi¨¦n conocido por su facundia, en la televisi¨®n y en la vida. Un d¨ªa lo fue a ver Borges a su Guadalajara natal. ?Qu¨¦ tal, Borges, su conversaci¨®n con Arreola? ¡°Muy bien. Pude introducir unos sabios silencios¡±. Merino le hizo una leve introducci¨®n para comenzar las preguntas (¡°Juan Jos¨¦, probemos la voz, uno, dos, tres¡¡±) y Arreola le respondi¨® durante diez folios¡ Merino es generoso con la memoria: ¡°El mon¨®logo de Arreola lo sent¨ª como si fueran palabras-nubes de una grat¨ªsima tarde de verano¡±.
En la serie hay una entrevista con el tambi¨¦n facundo pintor Jos¨¦ Luis Cuevas, que se sent¨ªa tan genio que durante a?os su mujer le hac¨ªa un retrato fotogr¨¢fico todos los d¨ªas. Merino ve su lado menos autorretratado: ¡°En aquellos a?os hab¨ªa conocido y tratado artistas de mayor autor¨ªa a la de Cuevas. La palabra genio deber¨ªa utilizarse de 100 en 100 a?os¡±. Genio era Rulfo, y de ¨¦l es este retrato que Merino le hace ahora, recordando con la vista y con la m¨²sica que le regala Bach (como a Garc¨ªa M¨¢rquez, por cierto) para escribir: ¡°Sobre Juan Rulfo, guardo en mi memoria, lo que pens¨¦ cuando me dej¨® en el hotel, tras una hora de volante en su autom¨®vil: al verle marchar a aquel hombre triste como una pared de adobe, que se iba con ¨¦l, el desgarr¨®n de una estrella¡±.
¡°Cuanto veo o pienso ¡ªdice Merino¡ª me lleva a escribirlo. Sobre mi visi¨®n (degeneraci¨®n macular) he construido una respuesta: mis ojos no ven bien; s¨®lo mi pensamiento ve¡±. A?ade dos frases: ¡°El gran arte es denso como la inocencia, obsesivo como el juego e imprevisible como la duda¡±. Su visi¨®n de Rulfo concluye as¨ª: ¡°Los milagros rejuvenecen hasta a los muertos¡±.
Hace falta haber escuchado mucha m¨²sica (de Bach) para llegar a ese ep¨ªgrafe: ¡°Hombre triste como una pared de adobe¡±. Y as¨ª, como pintado, era Juan Rulfo.
Babelia
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