De qui¨¦n son nuestras vidas¡ y nuestras muertes
Expresi¨®n de la agudeza y la sensibilidad de Jordi Ib¨¢?ez Fan¨¦s, el ensayo ¡®Morir o no morir¡¯ aborda con brillantez filos¨®fica y excelencia de estilo temas como el suicidio, la eutanasia, el dolor y hasta el martirio o la inmortalidad
?Pertenecen los hijos a sus padres? ?Pertenecen al Estado? Estaba el teatrillo pol¨ªtico enfangado en argumentos tan triviales, pese a su apariencia profunda y responsable, al tiempo que yo disfrutaba con la lectura de un ensayo de Jordi Ib¨¢?ez Fan¨¦s, admirablemente escrito, que reiteradamente se pregunta por lo ¨²nico que importa al fin y al cabo: si en realidad somos o podemos ser due?os no ya de nuestros hijos, sino de nuestra propia vida y, por ende, tambi¨¦n de nuestra muerte.
En una reflexi¨®n sobre lo que considera un dilema moderno, morir o no morir, aborda con brillantez filos¨®fica y excelencia de estilo un tema que condiciona la existencia de todo ser humano: la interrogante sobre el final de su propia vida. En su entorno merodean cuestiones como el suicidio, la eutanasia, el dolor y hasta el martirio, pero tambi¨¦n la inmortalidad, que algunos consideran acabar¨¢ siendo posible, aunque por lo visto bastante cara.
Ib¨¢?ez, escritor, poeta, novelista, articulista y profesor de est¨¦tica, es lo m¨¢s parecido posible a un representante del nuevo renacimiento. En un tono que algunos criticar¨¢n por su diletantismo, y que es sin embargo una de sus grandes aportaciones, cubre un itinerario intelectual que comienza en Francis Fukuyama para terminar despe?¨¢ndose en Michel Foucault, no sin antes mencionar las aportaciones de nuestro Rafael Azcona, del que dice que ¡°medit¨® con hilarante seriedad sobre la muerte y la vejez¡±.
Del primero, autor de la tesis escandalosamente err¨®nea sobre El fin de la Historia, que le dio fama y dinero, reconoce su capacidad de rectificar una vez que entendi¨® el significado de la revoluci¨®n biotecnol¨®gica. Respecto a Foucault, su personal curr¨ªculo de depredador sexual me impide a veces valorar con justeza su importante contribuci¨®n al mundo de las ideas. Uno puede ser un ped¨®filo redomado al tiempo que inteligente pensador, pero la inmoralidad de sus actos nubla por desgracia el valor de sus propuestas. Cuando expresa su deseo de morir de placer es imposible no imaginar con qu¨¦ tipo de gozo fantaseaba.
El relato sobre la pederastia de los m¨¢s conocidos intelectuales de izquierda franceses en los a?os sesenta y setenta se ha recrudecido ahora con motivo de la publicaci¨®n del libro de una mujer violada a sus 14 a?os por Gabriel Matzneff, amigo de Foucault. ?l mismo ha contado c¨®mo este le presum¨ªa de su habilidad y acierto a la hora de elegir a adolescentes y ni?os de 12 a?os como v¨ªctimas de lo que era su anhelo de un ¨¦xtasis que pudiera conducirle a la muerte. Foucault, con Sartre, Barthes y otros, firm¨® en su d¨ªa una petici¨®n a la Asamblea francesa para que se redujeran las penas contra los pederastas. El argumento jur¨ªdico utilizado era que permitiendo la ley las relaciones sexuales entre menores no ten¨ªa sentido que se prohibieran entre un adulto y un menor mientras ¨¦ste prestara el consentimiento. El pudor pol¨ªtico ha llevado a olvidar que incluso Simone de Beauvoir, al tiempo que sublevaba las conciencias contra el patriarcado, fue juzgada y expulsada del sistema escolar por haber mantenido relaciones sexuales con una alumna suya cuando esta era menor de edad.
En su libro Ib¨¢?ez habla de la muerte, no del sexo, y no cita para nada estas derivaciones de mi exclusiva responsabilidad. Pero al fin y al cabo sexo y sangre han sido hist¨®ricamente los grandes aliados del ¨¦xito de la prensa amarilla, la ¨²nica, seg¨²n Salman Rushdie confes¨® un d¨ªa a Carlos Fuentes, que hablaba (y todav¨ªa habla) de lo que de verdad le pasa a la gente. Por eso encuentro resonancias en las dificultades jur¨ªdicas que a veces demuestra el Estado moderno para legislar sobre ambas cuestiones: el principio de la vida que el arte inmortaliz¨® en un velloso monte de Venus, y el final de la misma en manos de la guada?a. Ib¨¢?ez no cree ¡°que el suicidio sea un derecho ni un caso susceptible de prohibici¨®n¡±. Es m¨¢s bien ¡°un no lugar del derecho¡ algo que estar¨¢ siempre fuera de la ley, aunque tampoco pueda decirse que est¨¢ contra la ley¡±. A Foucault le hubiera encantado el argumento.
Resulta pertinente entonces volver a la pregunta inicial sobre qui¨¦n es el verdadero propietario de nuestras vidas, y por lo tanto de nuestras muertes. Emergen las interrogantes acerca de por qu¨¦ el Estado tiene que proteger, admitir o prohibir la forma en que cada uno de nosotros muere o en que cada uno de nosotros ama. Por qu¨¦ si la laicidad ha desterrado la idea de que la vida pertenezca a ning¨²n tipo de divinidad, el Estado, prohibiendo la eutanasia o la asistencia al suicidio, es capaz en cambio de entrometerse en determinar la cantidad de sufrimiento que un ser humano deba soportar en su agon¨ªa.
Expresi¨®n de la agudeza y la sensibilidad de su autor, Morir o no morir es definitivamente un libro para la lectura y la relectura. Lo que no es f¨¢cil decir de casi nada de lo que se publica.
Morir o no morir. Un dilema moderno. Jordi Ib¨¢?ez Fan¨¦s. Anagrama, 2020. 128 p¨¢ginas. 9,90 euros.
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