Benedicta I, la que no arde
La gala empez¨® con un ambicioso musical que fue la manera elegant¨ªsima que tuvieron Silvia Abril y Andreu Buenafuente para decir que de perdidos, al r¨ªo
El d¨ªa empez¨® en el tren a M¨¢laga, donde fue obligatorio que los pasajeros se hiciesen una foto para contar que iban camino a los Goya; si no, no te dejaban entrar. Emociones contradictorias, caras de asombro, v¨ªdeos del paisaje, fotos a los cabezales de los asientos, selfis con el revisor¡ Hay mucho cine con la llegada a Madrid de la gente de fuera, pero ojo a cuando la gente que vive all¨ª sale un rato: en lugar de salir de Madrid parece que est¨¢n saliendo de la atm¨®sfera.
Antes de que empezase la gala, varios aspectos a destacar: Eduardo Casanova pidiendo dinero p¨²blico desde la alfombra roja, que es desde donde se le pide dinero a la gente (¡°acomp¨¢?eme fuera¡±); la cara de Amen¨¢bar cuando le presentaron a Tamara Falc¨® y viceversa; la llegada de Pedro S¨¢nchez rodeado de escoltas y, confundido entre ellos, el alcalde de M¨¢laga, Francisco de la Torre, (del PP): menos mal que no se qued¨® S¨¢nchez a solas con ¨¦l, porque ya puede esperar sentado el presidente a que el regidor intercepte un disparo.
La gala empez¨® con un ambicioso musical que fue la manera m¨¢s elegante que tuvieron Silvia Abril y Andreu Buenafuente para decir que de perdidos, al r¨ªo. Si se asume que los Goya son un agujero negro que absorbe la gracia que se aproxima a su per¨ªmetro, sea del tipo que sea, uno es mucho m¨¢s libre, tiene menos miedos y se atreve con todo, desde empezar a lo grande con una coreograf¨ªa musical hasta un chiste de pedos (se ech¨® de menos despu¨¦s de ese momento a esa genialidad que es Violeta Recio, el personaje de la gran Abril en La que se avecina, y su ¡®?quieres follar?¡¯). Sirvi¨® el arranque para que Abril y Buenafuente comprobasen que aquello no era tanto una fiesta como un Got Talent: al p¨²blico, escrutador, solo le faltaba levantar un cart¨®n con nota despu¨¦s de cada gag. Se extra?¨® m¨¢s calor, m¨¢s risa, m¨¢s ambiente.
Hubo de todo en la grada. Tosar colocado en una silla que parec¨ªa estar sentado en la escalera. La pe?a aplaudiendo a unos muertos m¨¢s que a otros. Almod¨®var preguntando si estaba Pedro S¨¢nchez y S¨¢nchez callado; Almod¨®var insistiendo y nadie, ni un camarero, dici¨¦ndole nada. Si se presenta como ministro de Maduro tiene a ?balos bajando las escaleras de tres en tres.
Lo cierto es que, entre las cosas que estuvieron muy bien y las que estuvieron muy mal (el chiste del actor de reparto triunfa en 280 caracteres por chorra; en 280 segundos, ¡°samur¡±, como dir¨ªa Bel¨¦n Cuesta), el homenaje a las pel¨ªculas emblem¨¢ticas del cine espa?ol estuvo muy bien. Y eso que hubo gente que no apreci¨® que ese homenaje se extendi¨® durante toda la gala, por parte de la realizaci¨®n, al c¨¦lebre Amor Obsoleto de Airbag, con gente cruz¨¢ndose delante de la c¨¢mara y t¨¦cnicos en cuclillas tratando de pasar inadvertidos. Casi se pod¨ªa escuchar la voz en off de Bardem y su ¡°yo te ailoviu¡±.
Para acabar.
Un mito en vida, invisible a la c¨¢mara: Marisol.
Una novata de 84 a?os, Benedicta S¨¢nchez, el amor puro, estrella de estrellas, la que no arde: ¡°?Puedo irme ya?¡±. En su papel est¨¢n las madres que no desocupan el amor por sus hijos y lo hacen acompa?ar de sus dolores en el m¨¢s alto y digno de los silencios.
Una leyenda del cine espa?ol: Julieta Serrano poniendo el pabell¨®n de rodillas como puso al p¨²blico en Dolor y gloria.
Un actorazo, Enric Auquer, acord¨¢ndose de las antifascistas y de Xan Cejudo, con quien rod¨® esa maravilla que es Quien a hierro mata. Cejudo fue uno de los maestros de interpretaci¨®n del jovencito Luis Tosar. Tosar protagoniza con ¨¦l la pel¨ªcula de Paco Plaza; Cejudo no lleg¨® a verla, muri¨® tras el rodaje.
Un momento de la gala: la declaraci¨®n de amor de Banderas a Almod¨®var y las l¨¢grimas del genio; ellos dos y Pen¨¦lope Cruz son parte de nuestras vidas, han crecido, han llorado, han amado y han envejecido con nosotros: nos hemos hecho mayores a su lado, hemos fracasado y hemos ganado mientras los ve¨ªamos en una sala de cine.
Y una ausencia dolorosa: Jos¨¦ Luis Garci y El crack cero. Hay en los tres cracks una historia recurrente de perdedores que Garci, un director eterno, ha sacado de la ficci¨®n supongo que a su pesar. Tarde, claro, porque ya lo ha ganado todo. Pero qu¨¦ injusto.
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