La cara B de Kurt Cobain
El libro del m¨¢nager de Nirvana ilumina las decisiones profesionales del ¨²ltimo tr¨ªo de rock que marc¨® ¨¦poca
Hace a?os que dej¨¦ de interesarme por la producci¨®n cultural generada por Nirvana: termin¨¦ saturado por la abundancia de libros, documentales, discos p¨®stumos, grabaciones piratas y ficciones inspiradas esencialmente por Kurt Cobain. Sin embargo, hago una excepci¨®n con Serving the servant. Recordando a Kurt Cobain (Alianza Editorial), de Danny Goldberg.
Palabras mayores: Goldberg fue el responsable de sacar a Nirvana del underground rumbo a la primera divisi¨®n, lo que implicaba abandonar Sub Pop, el fino sello de Seattle, por DGC, parte del imperio de David Geffen. Por si alguien lo dudaba: ese salto fue iniciado por Cobain, que supervis¨® todo el proceso. Podemos incluso hablar de microgesti¨®n: en un momento, Kurt sugiere delicadamente que se retiren los dosieres de prensa que enfatizan el feminismo de Nirvana, dado que ofrecen una imagen ¡°demasiado seria¡± del tr¨ªo. Y se hace su voluntad.
Lo primero, claro, es plantearse el grado de fiabilidad de Danny Goldberg. Se describe como ¡°hombre de negocios algo distanciado emocionalmente de la cultura punk¡±. M¨¢s preocupante es su admiraci¨®n por el modelo de management encarnado por Peter Grant, con dedicaci¨®n ciega por Led Zeppelin, sean cuales sean las consecuencias; un poco como si ahora celebr¨¢ramos a Alfred Eichmann por su dominio de la log¨ªstica.
De Grant, Goldberg parece haber heredado la visi¨®n de t¨²nel: su tipo de m¨¢nager simplemente renuncia a las capacidades cr¨ªticas. Se le escapa al inicio del libro: ¡°Tras asistir al concierto de uno de sus clientes, un amigo m¨ªo me dijo: 'Supongo que t¨² no le dir¨ªas que el espect¨¢culo es demasiado largo', a lo cu¨¢l le repliqu¨¦: 'Yo no me dir¨ªa eso ni a m¨ª mismo'¡±.
Con tales condicionantes, ?debemos considerar fiable Serving the servant. Recordando a Kurt Cobain?. Sospecho que s¨ª. Dado que Goldberg reconoce haber olvidado muchas vivencias de aquel periodo, el libro lleva las huellas de alg¨²n escritor profesional que ha rastreado todas las pistas: hasta se cita una entrevista del bajista Krist Novoselic con el periodista valenciano Rafa Cervera sobre las ra¨ªces alternativas de Nirvana.
Resulta admirable la insistencia de Goldberg en echar balones fuera. Tal como lo cuenta, Novoselic y Dave Grohl aceptaron de buen grado que Cobain reclamara para s¨ª el cien por cien de los derechos de autor de sus canciones, tras a?os de repartirlos entre tres personas. En ning¨²n momento se presta a discutir la posible influencia de la esposa, Courtney Love, en las decisiones m¨¢s antip¨¢ticas de Cobain, incluyendo su inmersi¨®n en la hero¨ªna. La informaci¨®n de Kurt al respecto es manifiestamente mejorable: como William Burroughs, asegura, se ve capaz de llegar a una edad provecta ejerciendo de yonqui.
Cuesta aceptar que Goldberg, que confiesa haber probado el jaco en ¨¦pocas juveniles, fuera incapaz de reconocer los s¨ªntomas de la adicci¨®n de Cobain hasta que fue difundida por la prensa. Una vez empe?ado en negar lo evidente, solo puede sugerir alguna enfermedad mental no diagnosticada que tambi¨¦n explique los dolores de esa ulcera que los mejores especialistas nunca pudieron localizar.
Obviamente, Goldberg esquiva el documento m¨¢s embarazoso: la nota que Kurt garabatea antes de dispararse. Hoy nos suena pat¨¦tico que alguien decida suicidarse tras reconocer ¨Cdisculpen la simplificaci¨®n- que ya no siente nada cuando se sube a un escenario; en todo caso, que disfruta menos que ?Freddie Mercury! Ciertamente, el nivel intelectual de la despedida no supera al de cualquier juvenilia publicada en alg¨²n fanzine fotocopiado: he traicionado la ¨¦tica del punk radical y merezco morir, aunque tenga una hija maravillosa... bla bla bla. No, no es un final digno.
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