Centroam¨¦rica tambi¨¦n existe
Los autores del istmo experimentan para dar con un lenguaje literario que posea el brillo de su lenguaje oral

Nadie que venga a estas tierras puede escapar a la seducci¨®n o al espanto de nuestros volcanes. Ellos han dominado la representaci¨®n de Centroam¨¦rica como un lugar donde no faltan alzamientos y erupciones. Arrojado entre dos mares, el istmo centroamericano es uno de los sitios m¨¢s hermosos del mundo, en donde nace un irrefrenable deseo de volar, lejos.
Hace poco menos de dos siglos fue una federaci¨®n de cinco pa¨ªses ¡ªGuatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica¡ª, un poco m¨¢s grande en extensi¨®n que Espa?a. Veinte a?os de guerras intestinas terminaron descuartiz¨¢ndola. No debi¨® ser f¨¢cil reunir tanta torpeza y tanto rencor. En lo sucesivo, ser centro?americano se convirti¨® en una manera peculiar de ser y no ser.
Nuestra historia es un largo r¨ªo que arrastramos como una s¨¢bana sucia. As¨ª lo han cantado nuestros poetas. Ellos son nuestros verdaderos pr¨®ceres, y sus cabezas debieran ser esculpidas en la cima de los volcanes para que sean admirados y recordados por siempre jam¨¢s.
Un buen amigo extranjero me dijo que lo m¨¢s atractivo de Centroam¨¦rica son su destino tr¨¢gico y sus ruinas
La literatura es un camino sembrado de malentendidos. Hace alg¨²n tiempo, en el curso de una pl¨¢tica de tragos, un buen amigo extranjero, gran conocedor de la historia de la regi¨®n, me dijo que lo m¨¢s atractivo de Centroam¨¦rica son su destino tr¨¢gico y sus ruinas. Despu¨¦s de escuchar mis alegatos a favor de nuestras letras, termin¨® concediendo que en esta regi¨®n existen tres o cuatro obras maestras. Desafortunadamente, nadie sabe cu¨¢les son.
Rondas m¨¢s tarde naci¨® una lista: Los raros, de Rub¨¦n Dar¨ªo; El se?or Presidente, de Miguel ?ngel Asturias; Sobre el ¨¢ngel y el hombre, de Claudia Lars; El tiempo principia en Xibalb¨¢, de Luis de Li¨®n; a la que se agregaron, entre exclamaciones, La insurrecci¨®n solitaria, de Mart¨ªnez Rivas; El hombre que parec¨ªa un caballo, de Ar¨¦valo Mart¨ªnez; La ruta de su evasi¨®n, de Yolanda Oreamuno¡ Ser ¡°nadie¡± fuera de su parcela es la leyenda que envuelve a casi todos.
Desde hace varios a?os vengo participando en mesas sobre literatura centroamericana, en universidades y ferias del libro, que a menudo desembocan en torneos de lamentos sobre el desconocimiento que impera, dentro y fuera de nuestras fronteras, sobre la literatura del istmo. S¨ª. No hay duda de que en el mundo hay injusticia. Nadie se escapa. Tarde o temprano, dijo un displicente y descarnado Borges, ¡°todos caminamos hacia el anonimato¡±. Luego a?adi¨®: ¡°Solo los mediocres llegan un poco antes¡±.
Felizmente, la literatura centroamericana de nuestros d¨ªas y nuestras noches vive un buen momento
La buena literatura, dig¨¢moslo, es poco menos que un milagro. Escribir novelas, cuentos y poemas es un trabajo de chiflados. Es as¨ª en la China y en los ¡°shithole countries¡±, como nos llaman en la Casa Blanca. Adem¨¢s de un p¨¦simo negocio. Casi nadie, en el mundo, vive de eso. Como cualquier s¨²bdito del mercado, vendemos nuestra fuerza de trabajo en actividades tales como la docencia, el periodismo, las comunicaciones y la publicidad para llevar el pan a nuestra mesa. Son las reglas. Las aceptamos o salimos del juego. Todo ese rollo del desconocimiento y la incomprensi¨®n solo mueve a risa.
La literatura es una actividad ardua y no particularmente placentera. Centroam¨¦rica es un espinoso y hermoso lugar. Con todo, la zona geogr¨¢fica o el pa¨ªs desde donde se escribe es lo menos importante. Algunas de las mejores obras centroamericanas se han escrito, o se est¨¢n escribiendo, lejos de estos l¨ªmites. Otras, especialmente en poes¨ªa, ni siquiera en espa?ol. A fin de cuentas, uno escribe desde una mesa de trabajo ubicada en un barrio y en una calle en particular.
Felizmente, la literatura centroamericana de nuestros d¨ªas y nuestras noches vive un buen momento. No se mide por el volumen de los ingresos que perciben los autores, ni por el n¨²mero de menciones que registra Google Alert, sino por sus personajes ¡ªtransgresores, perversos, viciosos, propios de pa¨ªses de mierda¡ª. Migrantes alucinados que malviven atascados en sus recuerdos. Ind¨ªgenas atrapados en la pesadilla del progreso. H¨¦roes de guerra que piden limosna en las bocacalles. Homosexuales, lesbianas y travestis que derriban fronteras sexuales. Fr¨ªos fantasmas que regresan a agonizar en cuartos de ba?o. Mujeres desesperadas dispuestas a cortar en trozos a su propia madre. Entre las ruinas de cien guerras, a la sombra de los volcanes, se forman remolinos que arrastran ceniza de ca?a, residuos biosanitarios y latas de cerveza.
Fue Borges tambi¨¦n quien dijo que dar con la voz de un personaje no es solo un logro t¨¦cnico. Equivale a descubrir un destino.
En estos shithole countries?estamos dispuestos a correr todos los riesgos y a experimentar todas las zozobras para dar con ese lenguaje literario que posea la espontaneidad y el brillo de nuestro deslumbrante lenguaje oral. Un lenguaje que le d¨¦ forma, sustancia e impulso a obras h¨ªbridas, perif¨¦ricas que quiz¨¢ no encontrar¨¢n espacio en una industria editorial dise?ada para convertir hasta las disidencias m¨¢s provocadoras en marcas comerciales.
Miguel Huezo Mixco (El Salvador) es escritor. Su publicaci¨®n m¨¢s reciente es ¡®D¨ªas del Olimpo¡¯ (Alfaguara, 2019).
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