¡®La isla de las tentaciones¡¯: La monogamia no es buena televisi¨®n
Mientras en el mundo exterior los modernos se preocupan por el Me Too o el poliamor, esos conceptos todav¨ªa no han localizado las coordenadas de la isla
Al poner un pie en la playa, Susana exclam¨®: "Ver a M¨®nica Naranjo ha sido un golpe de realidad".?La isla de las tentaciones es un lugar donde M¨®nica Naranjo es lo que te recuerda que est¨¢s en el mundo real. En esa isla las mujeres aseguran ser princesas y los motivos para enamorarse de alguien son "le gusta la fiesta como a m¨ª", "es de M¨¢laga y a m¨ª me encanta M¨¢laga" o "es piscis". Juli¨¢n se postula como pr¨ªncipe azul prometiendo una frase que derretir¨ªa a cualquier princesa: "Todas las veces que discutamos ser¨¢n culpa m¨ªa". Mientras en el mundo exterior los modernos se preocupan por el Me Too o el poliamor, esos conceptos todav¨ªa no han localizado las coordenadas de la isla. El programa est¨¢ obsesionado con desvelar "la gran pregunta" (seg¨²n M¨®nica Naranjo) que se hacen todas las parejas heterosexuales: "?est¨¢is hechos el uno para el otro o deber¨ªais rehacer vuestras vidas?". Pero ha acabado retratando como ning¨²n otro el colapso del modelo relacional mon¨®gamo. Y, como ocurre con todas las emociones en el siglo XXI, lo ha convertido en un espect¨¢culo.
Justo dos d¨¦cadas despu¨¦s del estreno de Gran Hermano, la telerrealidad funciona como ecosistema propio y de hecho en La isla de las tentaciones han participado tres parejas que se enamoraron en programas de Mediaset: Gran Hermano, First Dates y Mujeres y hombres y viceversa. Este ¨²ltimo, estrenado en 2008, es el que m¨¢s ha influido en la forma de relacionarse sentimentalmente de los j¨®venes (heterosexuales) y por ende en La isla. Tiene su propio dialecto, en el que no dejan de mencionar "el feeling" o de repetir si esta o aquella son "mi prototipo de chica" (en el mundo real se dir¨ªa "mi tipo de chica"). Tiene su propia comunicaci¨®n: no hay espacio para las conversaciones, solo para enunciados provocadores que despu¨¦s quepan en el t¨ªtulo de un v¨ªdeo. Y por ¨²ltimo, su existencialismo: una persona (concursante) solo existe (tiene minutos en pantalla) en funci¨®n de su capacidad para crear conflicto, as¨ª que su identidad y su personalidad depender¨¢n de los dramas que sufra, provoque u hostigue. Este universo tambi¨¦n marca sus propias reglas morales: no pasa nada por acariciar a otro, confesarle tus mayores miedos o apoyarte emocionalmente en ¨¦l; mientras no haya coito, no habr¨¢ infidelidad. La conciencia est¨¢ tranquila. La audiencia, no tanto. El programa se present¨® en enero como una iteraci¨®n sexi de Gran Hermano (sin tareas dom¨¦sticas, sin pruebas tortuosas, sin gente no atractiva) y el espectador ha disfrutado de su doble papel como voyeur y juez moral, tambi¨¦n con la conciencia muy tranquila porque claro, ¨¦l no lo est¨¢ haciendo. Ni tampoco lo har¨ªa si pudiera.
Hace dos d¨¦cadas muchos se escandalizaron con que en Gran Hermano?saliese gente dispuesta a vivir su intimidad delante de unas c¨¢maras, hoy cualquiera comparte la suya en las redes sociales: si no se documenta un momento parece que no ha ocurrido del todo. En La isla de las tentaciones se ha perfeccionado este exhibicionismo al justificar todo tipo de traiciones bajo la excusa de "yo he venido aqu¨ª a vivir la experiencia", ?pero habr¨ªan venido si no hubiera c¨¢maras? Al fin y al cabo, el programa ha servido para que 20 nuevas personas se instalen en el ecosistema de Telecinco. Veinte. Las combinaciones sentimentales/sexuales/injuriosas son infinitas, generar¨¢n horas de pura televisi¨®n y todo lo que pase fuera de c¨¢mara (las discotecas son canteras para los plat¨®s) ya lo contar¨¢ alguien en antena. Porque en Mediaset, como en la isla, no hay mayor motivo de orgullo que ser de los que "dicen las cosas a la cara". Y lo peor que puede hacer un ser humano es, parad¨®jicamente, "estar haciendo un papel".
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