El otro Philip K. Dick
Una biograf¨ªa del autor de '?Sue?an los androides con ovejas el¨¦ctricas?' indaga en su descenso a los infiernos y su obsesi¨®n por ser considerado un escritor "serio"
A finales de 1975, Philip K. Dick envi¨® una copia de Science Fiction Studies, una revista acad¨¦mica que hab¨ªa dedicado un n¨²mero entero a su obra, a Anne R. Dick, su tercera mujer. Llevaban exactamente una d¨¦cada separados. Hab¨ªan tenido una hija, Laura. No se ve¨ªan, pero hablaban a menudo por tel¨¦fono. Su relaci¨®n era distantemente tormentosa. El ejemplar lleg¨® sin m¨¢s. A Anne le impresion¨®. Para entonces, Dick ya era una estrella, pero una que no dejaba de entrar y salir de los hospitales. Se hab¨ªa intentado suicidar al menos en cinco ocasiones. Con pastillas y cortes en las mu?ecas. No solo cre¨ªa que la CIA y el FBI le persegu¨ªan, sino que, si pasabas el suficiente tiempo con ¨¦l, se convenc¨ªa de que ibas a matarle y te apuntaba con la escopeta y te echaba de casa.
Le pas¨® hasta con sus amigos menores de edad de la ¨¦poca en la que regentaba una narcocasa en San Rafael, un tiempo que describe bien el lis¨¦rgico y ¨²nico biopic que se le ha dedicado: Your Name Here. En esta pel¨ªcula, dirigida por?Matthew Wilder, el actor Bill Pullman es un escritor que pasa el d¨ªa escribiendo rodeado de j¨®venes a los que no conoce. Ha montado una especie de comuna en casa. Todos est¨¢n drogados todo el tiempo. Matthew Wilder se asom¨® al abismo del punto de no retorno de Dick. La ¨¦poca en la que se met¨ªa m¨¢s de 100 pastillas de speed al d¨ªa y pasaba dos semanas sin pegar ojo. Cuando Dick public¨® Una mirada a la oscuridad, en 1977, le envi¨® un ejemplar a su hija Laura, dici¨¦ndole que era una novela autobiogr¨¢fica que describ¨ªa ¡°una ¨¦poca mala y triste de la vida de tu padre¡±.
En la novela ¡ªque tambi¨¦n tuvo adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica¡ª, un polic¨ªa se hace pasar por yonqui y convive con un pu?ado de otros yonquis en una casa de la que solo sale para verse desde fuera ¡ªha instalado un esc¨¢ner policial¡ª y darse cuenta de qu¨¦ manera las drogas se lo est¨¢n comiendo. Dick consigui¨® esquivar el final de la historia ¡ªacaba con el cerebro frito, como un vegetal, recluido en un centro de rehabilitaci¨®n ad aeternum¡ª, pero qued¨® tocado para siempre. En realidad, durante esa ¨¦poca se produjo la explosi¨®n que conducir¨ªa a Valis, y al mill¨®n de palabras de la Ex¨¦gesis. Llamaba a la polic¨ªa tres veces al d¨ªa y se obsesionaba con chicas de menos de 20 a?os con las que acababa cas¨¢ndose porque era, dec¨ªan, ¡°un mon¨®gamo en serie¡±.
¡°Te habr¨¢s fijado en que dicen que escrib¨ª mis mejores novelas a principios de los 60, cuando estaba casado contigo¡±, le dijo Dick a Anne cuando ¨¦sta le llam¨® para felicitarle por aquel n¨²mero de Science Fiction Studies dedicado a su obra. Anne Rubenstein Dick se hab¨ªa casado con Dick en la ¨¦poca en la que Dick parec¨ªa un beatnik. Finales de los 50. Dick se hab¨ªa mudado a la min¨²scula Point Reyes Station con la que entonces era su segunda mujer, Kleo Apostolides. Anne, que acababa de quedarse viuda y ten¨ªa tres hijas, se acerc¨® una noche a saludarles. Dick se enamor¨® perdidamente de ella. Al poco, el escritor empez¨® a pasar m¨¢s tiempo en casa de Anne que en la suya propia. Se casaron en 1959. Al principio, todo fue estupendamente. Luego, la cosa se torci¨®.
?Por qu¨¦ se torci¨®? En busca de Philip K. Dick, la biograf¨ªa que Anne R. Dick escribi¨® en los 90 y acab¨® publicando en 2010 y que por fin puede leerse en espa?ol ¡ªgracias a Gigamesh¡ª, arroja alguna que otra nada expl¨ªcita hip¨®tesis al respecto. Lo m¨¢s probable, te dices despu¨¦s de leerla, es que Dick sufriera enormes crisis nerviosas cada vez que las cosas no sal¨ªan como ¨¦l quer¨ªa ¡ªy as¨ª podr¨ªamos remontarnos hasta la muerte de su hermana gemela, al poco de nacer, de la que no dej¨® de sentirse culpable ni un solo d¨ªa; su fantasma estaba siempre ah¨ª, listo para recordarle que ¨¦l nunca iba a estar a la altura de su incomparable existencia¡ª, enormes crisis nerviosas de las que nunca era tratado y que empeoraron con el consumo de estupefacientes.
Pero ?qu¨¦ cosas no salieron como ¨¦l quer¨ªa en esa ¨¦poca? La principal, cuando a¨²n era un joven y prometedor narrador que no cre¨ªa estar escribiendo ciencia ficci¨®n ¡ªdescrib¨ªa sus novelas como ¡°rayanas en el surrealismo¡± y se consideraba un ¡°escritor proletario¡±, apunta Anne¡ª, es que no se le tomara en serio como escritor serio. ¡°Por aquel entonces¡±, se?ala Anne, y se est¨¢ refiriendo a la ¨¦poca ¡ªprincipios de los 60¡ª en la que a¨²n esperaba encontrar rese?as de sus libros en las secciones de cr¨ªtica de Time y el New Yorker?¡ªcosa que no ocurri¨® hasta despu¨¦s de su muerte¡ª, ¡°Phil ni siquiera le¨ªa ciencia-ficci¨®n, a excepci¨®n de las novelas de Kurt Vonnegut¡±. Sus novelas favoritas eran la adorablemente absurda Miss Lonelyhearts, de Nathanael West, y el delirante coming of age de 1912 La olla de oro, de James Stephens.
¡°En realidad, quiero escribir novelas literarias¡±, le dijo un d¨ªa a Anne. Anne le pregunt¨® por qu¨¦ no lo hac¨ªa. ?l le dijo que por el dinero. Si dejaba de producir cuentos y novelas de ciencia-ficci¨®n, ?de qu¨¦ iban a vivir? Anne se prest¨® a invertir en aquella aventura la herencia de su marido muerto. Phil dio con la idea para Confesiones de un artista de mierda. Escribi¨® la novela, una novela en cierto sentido beat, en la que el matrimonio protagonista tiene mucho del matrimonio que formaban Phil y Anne. La envi¨® a Knopf. En Knopf le dijeron que era un buen material con el que empezar a trabajar. ?Empezar a trabajar? Phil no quer¨ªa cambiar nada. Su inseguridad le impidi¨® dejarse ayudar. ?Acaso no era buena la novela? ?No la quer¨ªan?
La hubiesen publicado si ¨¦l se hubiese prestado a reescribir el ¨²ltimo tercio, cuenta Anne, ¡°para hacer m¨¢s emp¨¢tico al personaje femenino¡±. La respuesta de Dick, pese a que el editor que le llam¨® compar¨® su estilo con el de Salinger, Roth y Mailer, fue que no pod¨ªa hacerlo. La novela termin¨® public¨¢ndose en una editorial menor, muchos a?os despu¨¦s. Por el camino, otro sello se interes¨® por ella, y le ofreci¨® volar a Nueva York para trabajar con una de sus editoras. Dijo que no. Le confes¨® a Anne que cuando le hab¨ªan ofrecido escribir episodios de Captain Video tambi¨¦n hab¨ªa dicho que no. Quer¨ªa que le tomasen en serio pero no se daba una oportunidad ni siquiera cuando la oportunidad aparec¨ªa. Fue estando con Anne cuando escribi¨® El hombre en el castillo y gan¨® el Hugo.
Utiliz¨® como punto de partida la ucron¨ªa propuesta en Lo que el tiempo se llev¨®. La novela de Ward Moore presenta una realidad alternativa en la que el Sur gan¨® la guerra de Secesi¨®n. La novela marca la cima del Dick que precedi¨® al Dick en el abismo. En ella a¨²n no ha empezado a odiar a Anne. El a?o en que gan¨® el Hugo (1963) es tambi¨¦n el a?o en que hizo estallar en pedazos su matrimonio. ¡°Discutir se hab¨ªa convertido en su deporte favorito¡±, cuenta Anne. Phil la hizo ingresar en un psiqui¨¢trico ¡ªentonces era algo habitual, cualquier tipo pod¨ªa decidir que su esposa necesitaba tratamiento¡ª porque empez¨® a creer que quer¨ªa matarle.
¡°En realidad, quiero escribir novelas literarias¡±, le dijo un d¨ªa a Anne. Anne le pregunt¨® por qu¨¦ no lo hac¨ªa. ?l le dijo que por el dinero. Si dejaba de producir cuentos y novelas de ciencia ficci¨®n, ?de qu¨¦ iban a vivir?
En realidad, tal y como le confes¨® en una de las visitas, el que hab¨ªa empezado a perder la cabeza era ¨¦l. Empez¨® a tomar calmantes, cuyos efectos contrarrestaba con otros medicamentos, y su ya inestable comportamiento se volvi¨® a¨²n m¨¢s inestable. Escrib¨ªa contra Anne. Las batallas entre bloques que se producen en sus novelas a partir de entonces son batallas matrimoniales. Empiezan a aparecer en sus novelas exmujeres crueles y despiadadas, que a menudo son el antagonista perfecto ¡ªcomo la de Los clanes de la luna alfana¡ª, porque le fastidi¨® perderla y se atac¨® atac¨¢ndola. Pero de nada de esto habla Emmanuel Carr¨¨re en su supuesta biograf¨ªa. En Yo estoy vivo y vosotros est¨¢is muertos, Dick es un m¨¢rtir acosado por sus muy dominantes parejas, no el tipo violento e inestable que siempre fue. El ni?o mimado de un matrimonio roto, ingenioso, encantador y asocial.
Se sabe que Dick fue al mismo instituto que Ursula K. Le Guin en Berkeley. Debieron verse por los pasillos, aunque a buen seguro Phil fue incapaz de levantar la vista. Ya entonces ten¨ªa miedo a cualquier cosa. Su padre era igual. No sal¨ªa a comer fuera por miedo a atragantarse y morir. En una carta que Phil le escribi¨® a su hija Laura tres a?os antes de morir, le confes¨® que no hab¨ªa sentido otra cosa en su vida que miedo y culpa. En esa misma carta le confesaba que la escritura le hab¨ªa agotado. No hac¨ªa referencia a la tienda de discos que hab¨ªa querido montar cuando, estando con Anne, decidi¨® que estaba harto de escribir. No hac¨ªa otra cosa que buscar una salida. Sus propias experiencias extracorp¨®reas lo eran. Sus visiones, sus alucinaciones. Ten¨ªa que haber algo m¨¢s.
En cualquier caso, lo que sigui¨® a la ruptura con Anne fueron un mont¨®n de chicas, casi adolescentes (todas morenas, como su madre, sin la que no pod¨ªa vivir pero a la que culpaba de todo), con las que fue incapaz de conectar. Como le dijo a Tess, su ¨²ltima mujer, su vida se hab¨ªa convertido en una novela de Philip K. Dick. En realidad, siempre lo fue, a excepci¨®n de los a?os que pas¨® con Anne, los a?os en que vio c¨®mo pod¨ªa haber sido su vida si la culpa le hubiera dejado hacer otra cosa que romper todo lo que tocaba. La sensaci¨®n de que romp¨ªa todo lo que tocaba fue quiz¨¢ la que acab¨® por volverle loco. La culpa y el miedo. Cuando naci¨® su primera hija ¡ªtuvo dos m¨¢s, otra ni?a y un ni?o¡ª, le dijo a Anne que aquello reparaba en alg¨²n sentido lo de su hermana. Cuando tras una de sus ¨²ltimas rupturas, crey¨® que no volver¨ªa a ver a Christopher ¡ªsu hijo¡ª intent¨® suicidarse otra vez. No pod¨ªa soportarlo, pero no pod¨ªa evitarlo. El otro Philip K. Dick tambi¨¦n estaba roto.
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