Washington: de los esclavos y los prost¨ªbulos a ser la ciudad m¨¢s poderosa del mundo
La catedr¨¢tica Montserrat Huguet estudia la fundaci¨®n de la capital de Estados Unidos en un libro que no esconde las historias m¨¢s oscuras de la ciudad
Antes de ser la ciudad m¨¢s poderosa del mundo, antes de albergar la Casa Blanca y el Capitolio, antes de regir de forma directa los destinos de 330 millones de estadounidenses, y de forma indirecta, del resto del planeta, la ciudad de Washington era algo muy distinto. En 1790, a?o de su fundaci¨®n, y durante las primeras d¨¦cadas del siglo XIX la ciudad era un crisol de advenedizos, un nido de desigualdad atravesado por cuerdas de esclavos, llena de prost¨ªbulos y con un proyecto urban¨ªstico endiablado. Montserrat Huguet, catedr¨¢tica de la Carlos III de Madrid, acaba de publicar Washington, la ciudad del barro y los esclavos (Comares), un apasionante recorrido por el proceso fundador de la ciudad, que resume el proceso fundador del pa¨ªs que la albergaba.
¡°?Por qu¨¦ Washington City?¡±, se pregunta Huguet. La ciudad le intrig¨® a cuenta de una escritora poco conocida en Espa?a, Margaret Smith Bayard, cuya novela Washington in Winter, de 1824, hab¨ªa ca¨ªdo en sus manos. ¡°Esta novelita me hizo interesarme primero por la autora, y luego por su obra m¨¢s conocida: The First Forty Years of Washington Society. Ah¨ª descubr¨ª una ¨¦poca y un mundo muy inusual en los estudios de historia contempor¨¢nea a los que estamos habituados en Espa?a¡±. Unos textos le fueron llevando a otros hasta darse cuenta de que ah¨ª hab¨ªa un buen tema, ¡°porque la historia de las primeras d¨¦cadas de la ciudad era tambi¨¦n la de la formaci¨®n del estado federal, del tejido legal y normativo, de las tensiones comunitarias y sociales¡±.
Pero pongamos en marcha la m¨¢quina del tiempo. En ese 1790 en que se decide fijar la capital estadounidense en ese punto del mapa, el terreno sobre el que se iba a edificar era privado: cien millas cuadradas que en su mayor¨ªa eran granjas. 19 propietarios, reunidos en la taberna Suter de Georgetown, decidieron vender sus tierras a 25 libras las 35 hect¨¢reas. Ya hab¨ªa un terreno sobre el que construir una ciudad. ¡°Los nombres m¨¢s importantes en el proyecto inicial fueron desde luego los de George Washington y Pierre Charles L'Enfant¡±, explica Huguet. L¡¯Enfant era el arquitecto de origen franc¨¦s que dise?¨® la ciudad. Y Washington, bueno, el primer presidente de EE UU y el que acabar¨ªa cediendo su nombre a la urbe.
Sin embargo, el urbanismo encallaba. A diferencia de las capitales europeas, Washington no era una evoluci¨®n de un asentamiento, sino un objetivo a lograr en un plazo r¨¦cord. Una ciudad que fue arm¨¢ndose en torno a varios hitos arquitect¨®nicos, y no a un centro tradicional. Estaba la Casa del presidente (dise?ada por James Hoban), que solo adquirir¨ªa lo de Blanca m¨¢s tarde, y estaba el Capitolio, concebido como ¡°palacio¡± de la soberan¨ªa popular. Pero en general Washington era en sus primeras d¨¦cadas ¡°una urbe habitada sobre todo por gente pobre, sin empleo y sin techo¡±, describe la profesora. Una ciudad triste, sin encanto, lastrada por la indiferencia de las autoridades por los desbarajustes urban¨ªsticos. Un ¡°archipi¨¦lago de vecindarios¡±, como se dice en el libro, construido sobre el barro al que se debe uno de los dos sustantivos del subt¨ªtulo: la ciudad del barro y los esclavos.
El otro sustantivo se debe, seg¨²n Huguet, a que la ciudad ¡°fue desde sus comienzos un claro exponente de la paradoja existente entre los deseos de los fundadores y la historia. A excepci¨®n del Presidente Adams, un abolicionista declarado que nunca tuvo un solo esclavo, los primeros presidentes eran esclavistas¡±, cuenta. Y es que la esclavitud era una industria floreciente en Washington City. La localizaci¨®n de la ciudad, entre el Norte y el Sur, y en una regi¨®n esclavista, la convirti¨® en centro natural del negocio. Aunque el Gobierno en s¨ª no ten¨ªa esclavos, no ve¨ªa inconveniente en alquilarlos para el trabajo cotidiano. En el d¨ªa a d¨ªa pod¨ªan verse cuerdas de esclavos rumbo a los mercados donde eran encadenados a las paredes de los establecimientos en los que se dirim¨ªan los tratos. ¡°Muchos de los pol¨ªticos que habitaban la urbe en representaci¨®n de sus Estados manten¨ªan esclavos dom¨¦sticos y en sus haciendas, y adem¨¢s no ve¨ªan grandes objeciones a una industria todav¨ªa muy lucrativa¡±, explica Huguet. ¡°La relaci¨®n de algunos presidente, Jefferson sin ir m¨¢s lejos, con sus esclavos era paternalista: consideraban que la esclavitud era inevitable y cuidaban a los esclavos manifest¨¢ndose orgullosos de su comportamiento. Otros, por ejemplo Jackson, no ve¨ªan grandes problemas morales en el hecho de la esclavitud¡±. Lo cierto es que ¡ªlas cr¨®nicas de la ¨¦poca son testigos¡ª los extranjeros que llegaban a la ciudad les sorprend¨ªa la paradoja de los pol¨ªticos hablando en el Capitolio de la gran libertad que hab¨ªa en el pa¨ªs, y la vista de esos mismos pol¨ªticos caminando acompa?ados por gente de su propiedad. En 1800, el 25% de la poblaci¨®n de Washington eran negros esclavos.
¡°La vida de todos los negros estaba regida por los llamados C¨®digos de Negros, que eran compendios muy pormenorizados sobre la interacci¨®n social entre personas negras, fundamentalmente esclavos, y blancas¡±, a?ade Huguet. Asociada indefectiblemente la esclavitud al color de la piel, los negros que circulaban por la calle ten¨ªan que portar siempre la c¨¦dula que los certificaba como personas libres. Eso cambi¨® en pocas d¨¦cadas, y hacia 1840 Washington era una de las ciudades estadounidenses con m¨¢s negros libres. El abolicionismo creci¨® hasta los albores de la guerra civil. A¨²n as¨ª, Huguet matiza que ¡°en los a?os previos a la guerra la abolici¨®n gan¨® la partida en la zona no tanto por razones ¨¦ticas como pr¨¢cticas: la econom¨ªa de la regi¨®n estaba en transformaci¨®n y los esclavos ya no representaban un recurso tan beneficioso¡±.
Al barro y los esclavos se a?ade un tercer ¨¢mbito sorprendente: la prostituci¨®n. ¡°La prostituci¨®n se convirti¨® as¨ª en una industria natural en la ciudad, muy beneficiosa para sus promotores y que alcanz¨® sus cotas m¨¢s altas en la d¨¦cada de los a?os cincuenta y durante la Guerra Civil¡±, explica Huguet. A mediados del siglo XIX la industria del sexo era fuente principal de riqueza y se?a de identidad de la ciudad. Los distritos del sexo eran perfectamente divisables desde la Casa Blanca, y lo que hoy se conoce como Tri¨¢ngulo Federal. ¡°Las casas de prostitutas mov¨ªan mucho dinero por su actividad, pero sobre todo por los negocios asociados: hoteles, juego, comercios de ropa y complementos, art¨ªculos de lujo, tabaco, fotos pornogr¨¢ficas, lavander¨ªas¡¡±.
¡°La ciudad que hoy conocemos como Washington D.C. poco o nada tiene que ver con aquella Washington City de la primera mitad del siglo XIX¡±, cierra Huguet. Ya no existe, por ejemplo, el canal navegable que fue hasta los a?os cuarenta del siglo XIX eje principal de la urbe. Por no hablar de que de 2008 a 2016 Barack Obama se sent¨® en el Despacho Oval. ¡°Hoy la ciudad ha eliminado muchos de los viejos estigmas relacionados con la pobreza y la raza, pero es indudable que sigue exhibiendo altas cotas de desigualdad social¡±. En cosas como esa, la capital del pa¨ªs m¨¢s poderoso del mundo se sigue pareciendo a la naci¨®n que la alberga.
Consigue 'Washington'
Autora: Montserrat Huguet.
Editorial: Comares Historia.
Formato: 264 p¨¢ginas. 25 euros.
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