Salsa de tomate en mi ejemplar de ¡®La monta?a m¨¢gica¡¯
Descubrir o redescubrir 'No leer', del chileno Alejandro Zambra, procura un placer grande, picudo y redondo
Qu¨¦ placer tan grande, tan picudo y tan redondo, es leer, y a¨²n m¨¢s releer, pero nunca no leer, a Alejandro Zambra. Este libro, No leer (Anagrama, 2018; hubo ediciones anteriores, en Diego Portales y en Alpha Decay), prolonga desde dentro, como si fuera su diario de combate, su modo de tachar, como los surrealistas o los Beatles, todo aquello que fuera cursi o exagerado. En el pr¨®logo ¨¦l declara que muchas veces se pelearon con ¨¦l poetas o narradores, por las cr¨ªticas que aqu¨ª recoge en parte. Pero cuando se lee el libro se advierte, como si una navaja abriera el cerebro de los enfadados, que en los casos en que esos cabreos se produjeran quienes respiraron por la herida merec¨ªan, por lo menos, el silencio eterno. Pero ah¨ª siguen, Zambra no los mat¨®, s¨®lo escribi¨® de ellos, los puso de manifiesto.
Conoc¨ª a Zambra por culpa de un avi¨®n, el que ven¨ªa de Santander a Madrid al principio del verano de 2006; acaba de salir a la calle Bons¨¢i, una novela fulgurante que dura lo que un viaje de esa distancia. Me lo fue a llevar, desde la cola del avi¨®n hasta las median¨ªas, la pol¨ªtica y buena lectora que es Ana Pastor, ahora vicepresidenta del Congreso espa?ol. Vino veloz porque sent¨ªa que era urgente que, entre los habitantes del a¨¦reo, al menos yo leyera esa obra de arte. Cuando descend¨ª en Madrid yo era tan feliz de haber le¨ªdo Bons¨¢i que me dediqu¨¦, como si fuera su editor, que era ya desde entonces Jorge Herralde, a hacerlo saber a los cuatro vientos, entre ellos al viento del cine espa?ol. ?ste no anduvo diestro y fue un chileno, Cristi¨¢n Jim¨¦nez, el que m¨¢s tarde la lanz¨® en celuloide. Esa experiencia de llevar su nombre en los t¨ªtulos de una pel¨ªcula, sin duda alegre para Zambra, es una de las mejores partes de este No leer, que es en efecto un libro en el que se hace cr¨ªtica, incluso, de libros no le¨ªdos, o que el autor jur¨® en su d¨ªa no leer jam¨¢s.
No leer es una autobiograf¨ªa de Alejandro Zambra mientras lee como si se desnudara. ?l juega a veces con estas met¨¢foras, pues leer es tambi¨¦n vestirse con libros, o desvestirse de libros. Entre las ocurrencias que manifiesta haber tenido, por ejemplo, desliza su (supongo que cierta) iniciativa de hacer en Chile, su patria (cuya historia es, para ¨¦l, ¡°una novela triste¡±), ¡°el primer Festival de la Novela Larga, que no lleg¨® a realizarse pero que me parece una buena idea¡±. Una novela larga, apunta Zambra, es lo mejor que puede ocurrir cuando vienen las gripes, cuyo confinamiento pone a tu disposici¨®n, por ejemplo, tiempo para avanzar en una novela larga o lenta¡ ¡°Por eso¡±, recuerda, ¡°hay huellas de salsa de tomate en mi ejemplar de La monta?a m¨¢gica¡±.
Todos estos textos fueron publicados en peri¨®dicos chilenos; el editor de muchos de ellos fue Andr¨¦s Braithwaite, que luchaba con Zambra para que no fuera excesivo o bruto, como sugiere Zambra que ¨¦l mismo pod¨ªa llegar a ser. Abarcan, suaves o demoledores, una larga lista de autores de su propio pa¨ªs; pero ning¨²n texto, ninguno, renuncia a excursiones cosmopolitas que van de Jorge Luis Borges a Heinrich B?ll, del que recoge un cuento maravilloso, el del hombre que colecciona silencios grabados distra¨ªdamente por t¨¦cnicos de radio. Si yo ahora resumiera cualquiera de esos textos, es m¨¢s, si les digo qu¨¦ dice de los buenos o de los malos, de los le¨ªdos y de los que nunca ley¨®, ustedes se perder¨¢n una exploraci¨®n que a m¨ª me hizo tan plet¨®rico que en alg¨²n momento sent¨ª que si me daba fiebre ser¨ªa de alegr¨ªa por haber le¨ªdo as¨ª a aquel Zambra que ya me hab¨ªa hecho hizo feliz volviendo en avi¨®n, otro confinamiento, desde Santander a Madrid una tarde de la que tengo ya el recuerdo.
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