La vida que huye, no del todo
H¨¦ctor Abad Faciolince sorprende en plena crisis creativa con unos diarios que repasan desde sus inicios como escritor hasta la publicaci¨®n de ¡®El olvido que seremos¡¯
El hecho de llevar un diario puede responder a muchas motivaciones y ninguna de ellas excluye a otras que puedan concurrir, pero, en todo caso, quien lo escribe construye un espacio dominado por la subjetividad. Un espacio que oscila entre el deseo de saber de uno mismo, el paso del tiempo y un cierto anhelo de verdad, es decir, de autoconocimiento. En cierto modo es un espacio que tiene mucho en com¨²n con el espacio del psicoan¨¢lisis, pues en ambos encontramos a un Yo enfrentado a sus conflictos psicol¨®gicos y a la necesidad de alcanzar un esclarecimiento de los mismos a trav¨¦s de la palabra. No todos los diarios responden a este patr¨®n, obviamente, pero s¨ª lo hallamos en aquellas escrituras diar¨ªsticas que m¨¢s apreciamos, las que expresan alguna forma de malestar del sujeto. En este sentido, el diario contempor¨¢neo est¨¢ lejos de sus primeras manifestaciones ilustradas, cuando autores como Samuel Pepys o Jovellanos anotaban con satisfacci¨®n el provecho que sacaban de sus d¨ªas. De aquel Yo complacido por su propia interacci¨®n con el mundo, fruto de una burgues¨ªa incipiente, hemos llegado al extremo casi opuesto, cuando la insatisfacci¨®n y la conciencia de la precariedad son rasgos que han invadido el diarismo contempor¨¢neo. ¡°Es el confidente del dolor, no de la felicidad¡±, anota ya Amiel el 13 de mayo de 1847.
El escritor colombiano H¨¦ctor Abad Faciolince (Medell¨ªn, 1958) acaba de publicar, con cierta sorpresa de sus lectores, que somos muchos, un grueso volumen con su diario escrito entre 1985 y 2006, es decir, entre sus comienzos como escritor y la publicaci¨®n de El olvido que seremos, la obra que marcar¨ªa un punto de inflexi¨®n en su trayectoria. Escrito pues entre los 27 y los 48 a?os, sin duda una etapa crucial en la vida del ser adulto. En el pr¨®logo se reconocen dos cosas relevantes: que la publicaci¨®n del diario responde a un momento de crisis creativa (su proyecto de novela fracasa y para un escritor que ha hecho de la literatura su profesi¨®n, la necesidad de publicar con cierta regularidad es un imperativo) y que el diario ha sido, l¨®gicamente, editado.
La edici¨®n de un diario, siendo una tarea obligada ¡ªning¨²n diario puede ser una copia fiel de los cuadernos originales: ser¨ªa, opina Lejeune, como introducir a un sin techo en un elegante sal¨®n¡ª, supone algunas veces una remodelaci¨®n entera del texto, perdi¨¦ndose as¨ª el sabor del documento original, que, por lo general, poco tiene que ver con una estructura narrativa: repeticiones, fracturas y vac¨ªos textuales, referencias que carecen de continuidad y la presencia de un Yo que absorbe la totalidad de la escritura. Por tanto, la cuesti¨®n fundamental es que en el paso del diario al libro ese Yo sostenga el inter¨¦s de un tercero. Y, sin conocer los cuadernos originales de Abad, no hay duda de la honestidad con que el escritor ha procedido. En este sentido me recuerda a los diarios publicados hasta la fecha por Laura Freixas. Ambos sostienen a lo largo de sus p¨¢ginas un nivel muy alto de exposici¨®n de la propia intimidad.
El corte de Abad es m¨¢s largo, 20 a?os, y la lectura de Lo que fue presente exige entrar en el universo del escritor: la fuerte presencia de lo italiano en su vida (el diario se abre con el escritor casado, esperando su primer hijo y viviendo en Tur¨ªn, donde prepara su doctorado), sus dudas en relaci¨®n con la literatura como vocaci¨®n, su car¨¢cter enamoradizo (¡°esta angustia de querer amar a todas las mujeres¡±), el peso de Colombia en su imaginario escindido a la cortazariana entre el mundo de all¨¢ y el de ac¨¢¡ En 1987, y finalizada la tesis sobre Cabrera Infante, el matrimonio regresa a Medell¨ªn y pocos d¨ªas despu¨¦s de su llegada asesinan al padre del escritor en ciernes por motivos pol¨ªticos. Aquel acto de violencia brutal y gratuita obliga a un joven H¨¦ctor Abad a replantearse su posici¨®n ante el mundo. ?Qu¨¦ hacer? ?Heredar la militancia de su padre, jug¨¢ndose la vida a cada paso en el futuro, o bien evitar el compromiso huyendo de un pa¨ªs sangriento? La anotaci¨®n del 21 de diciembre (1989) me parece de una sinceridad que, como lectora, solo puedo agradecer.
Sin embargo, lo m¨¢s atractivo del diario de Abad radica en su capacidad para escribir sobre su vida conyugal y amorosa (pronto comprobamos que no tienen por qu¨¦ ir de la mano, y no van) con un nivel de exploraci¨®n muy inusual. La forma en que se combina la franqueza de los sentimientos con el respeto hacia las relaciones mantenidas es admirable y desdice el juicio de Amiel cuando observaba: ¡°El diario no puede ser exacto ni completo en los temas ¨ªntimos, al menos un diario masculino¡± (16 de junio de 1866). No siendo exacto ni completo (?y qui¨¦n podr¨ªa serlo?), el diario de Abad aborda los temas m¨¢s estrechamente relacionados con la masculinidad sin falsos pudores, de frente. Tambi¨¦n los relacionados con la sexualidad femenina, vista por un hombre, se analizan con parecida franqueza.
Me detengo en una situaci¨®n de las muchas que se plantean: el diario se abre con la compra conyugal de un cuaderno: ¡°Hemos comprado juntos el cuaderno y sabe para qu¨¦ es¡±, anota Abad. Y el diario fluir¨¢ libremente. La esposa respeta la intimidad del escritor y este se siente protegido por su discreci¨®n. Cuando se separan, la nueva pareja mantiene una actitud muy distinta, reticente ante el diario de Abad, de modo que la costumbre de este de consignar la vida er¨®tica con cierto detalle y sin idealizaciones se ve forzosamente cohibida, recuper¨¢ndose cuando la pareja se rompe. Se rompe, se reconstruye, se vuelve a romper. Veinte a?os de una vida dan para mucho y la intensidad con que Abad Faciolince escribe de la suya subyuga. Aquella vida que ya fue llega a ser nuestra.
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Autor: H¨¦ctor Abad Faciolince.
Editorial: Alfaguara, 2020.
Formato: tapa blanda (610 p¨¢ginas, 20,90 euros) y ebook (11,99 euros).
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