Cuando la realidad supera a la ciencia-ficci¨®n
Ray Bradbury, Isaac Asimov, J. G. Ballard, Ursula K. Le Guin, Philip K. Dick y Stanislaw Lem imaginaron un futuro de pandemias, distancia social y redefinici¨®n del ser humano. Seis expertos analizan sus predicciones
?Qu¨¦ escritor de ciencia-ficci¨®n adivin¨® mejor el futuro? Seis especialistas explican los pron¨®sticos realizados por seis grandes maestros. Sus respectivas obras demuestran que la literatura se adelant¨® a fen¨®menos como la pandemia mundial, la distancia social, la preocupaci¨®n ecol¨®gica, el sexo no binario, la robotizaci¨®n, la inteligencia artificial, la civilizaci¨®n de la pantalla, la realidad aumentada, la aspiraci¨®n a la inmortalidad, los viajes espaciales, el control del Estado o la disidencia pol¨ªtica en el siglo XXI. Como era de esperar, casi ninguno se consideraba a s¨ª mismo autor de g¨¦nero, pero de su imaginaci¨®n salieron futuros que se parecen mucho a nuestro presente.
Ursula K. Le Guin
Abri¨¦ndonos la puerta del universoPor Rosa Montero
Cuando hablamos de escritores de ciencia-ficci¨®n que adivinaron el futuro, solemos estar refiri¨¦ndonos a individuos que intuyeron adelantos t¨¦cnicos e innovaciones cient¨ªficas. Ursula K. Le Guin no forma parte de ese colectivo; ella nunca fue muy tecnol¨®gica en su obra, sino monumental y m¨ªtica. Es uno de esos pocos autores capaces de atrapar en sus libros tanto las m¨¢s peque?as sutilezas del individuo como los m¨¢s vastos anhelos de la humanidad. Y desde esa mirada de ¨¢guila s¨ª que ha sido capaz de ?anticipar grandes movimientos sociales e incluso viajes que apenas estamos comenzando.
Por ejemplo, su novela El nombre del mundo es Bosque, publicada en 1972, ofrece una profunda reflexi¨®n ecologista, un tema que por entonces no le parec¨ªa importante a casi nadie, as¨ª que podemos decir que Le Guin form¨® parte de la avanzadilla contra la crisis clim¨¢tica (por cierto que la pel¨ªcula Avatar se inspir¨® en este libro, eso s¨ª, sin decirlo). Del mismo modo, La mano izquierda de la oscuridad (1969), que habla de un mundo en donde los humanos son hermafroditas, neutros durante tres semanas y en la cuarta machos o hembras dependiendo de la pareja que tengan en ese momento, predice la manera en que los g¨¦neros est¨¢n siendo dinamitados actualmente. Me refiero a la sexualidad l¨ªquida y mudable de los pansexuales, demisexuales o queer; de los trans y los bi; de los andr¨®ginos y los no binarios, todo este glorioso y resbaladizo l¨ªo, en fin.
Por ¨²ltimo, la serie narrativa m¨¢s ambiciosa de Le Guin son las novelas del Ekumen, una federaci¨®n de mundos habitados por humanos que salieron de la Tierra hace milenios y que han ido conformando civilizaciones muy distintas. Y justamente ahora nos encontramos en el inicio de ese salto colosal hacia otros planetas. Hay un frenes¨ª exploratorio en b¨²squeda de exoplanetas habitables y existen diversos proyectos para colonizar Marte, el m¨¢s llamativo el de Elon Musk, que pretende transportar hasta el planeta rojo a un mill¨®n de colonos para 2050. Es decir (qu¨¦ v¨¦rtigo), estamos en el comienzo del Ekumen. Le Guin nos abri¨® la puerta del universo.
UN LIBRO. Los despose¨ªdos, por ser la mejor novela del Ekumen, que nos ense?a que los humanos tendremos que colonizar otros planetas.
Isaac Asimov
Los marcianos ¨¦ramos nosotrosPor Javier Sampedro
Isaac Asimov (1920-1992) es conocido sobre todo por dos colecciones de novelas, una sobre robots y otra, llamada Fundaci¨®n, acerca de una civilizaci¨®n gal¨¢ctica. Ahora que la rob¨®tica ha despegado con fuerza impulsada por los avances en inteligencia artificial, las predicciones de Asimov se est¨¢n empezando a discutir no ya en los foros coloridos de los aficionados al g¨¦nero, sino incluso bajo la luz tenue de los laboratorios de investigaci¨®n. Los cient¨ªficos y los ingenieros discuten, por ejemplo, si sus ¡°tres leyes de la rob¨®tica¡± (un robot no da?ar¨¢ a un humano; obedecer¨¢ a un humano siempre que esto no contradiga la primera ley, y se proteger¨¢ a s¨ª mismo siempre que esto no contradiga las dos primeras leyes) pueden ser de aplicaci¨®n como una especie de c¨®digo moral para m¨¢quinas aut¨®nomas. El futuro lo dir¨¢.
Cuando sus editores le estimularon a escribir una ¨®pera gal¨¢ctica, pensando en un conflicto entre la especie humana y los seres alien¨ªgenas m¨¢s extra?os que el autor pudiera imaginar, Asimov razon¨® que la humanidad no ten¨ªa la menor oportunidad de salir victoriosa. Nuestra civilizaci¨®n tecnol¨®gica es apenas una reci¨¦n nacida y lo m¨¢s probable es que se quede muy corta respecto a cualquier otra civilizaci¨®n tecnol¨®gica de la galaxia. As¨ª que el autor renunci¨® por completo a cualquier guerra de los mundos e imagin¨® m¨¢s bien un futuro en el que los humanos nos hemos propagado por toda la galaxia.
En la serie Fundaci¨®n, los marcianos somos nosotros. Esa serie, que empez¨® siendo una trilog¨ªa y acab¨® creciendo tanto que no es f¨¢cil decir exactamente cu¨¢ntos libros comprende, es tambi¨¦n una predicci¨®n sobre las predicciones. Prev¨¦ el desarrollo de una nueva ciencia llamada ¡°psicohistoria¡± capaz de augurar las grandes corrientes hist¨®ricas del futuro. Una metapredicci¨®n. En un relato sin relaci¨®n con las series anteriores, la humanidad est¨¢ a punto de perecer junto al propio universo que la alberga, por la simple degeneraci¨®n termodin¨¢mica que pondr¨¢ fin a todo. Los cient¨ªficos le preguntan al mejor supercomputador del momento: ?c¨®mo se puede revertir la entrop¨ªa del cosmos? El ordenador trabaja durante miles de millones de a?os y al final, con la humanidad ya extinta y olvidada, responde: ¡°H¨¢gase la luz¡±.
UN LIBRO. Anochecer, por inventar un mundo con siete soles donde nadie ve las estrellas, lo que impide despegar a la ciencia.
Philip K. Dick
Deshumanizaci¨®n tecnol¨®gicaPor Laura Fern¨¢ndez
Philip K. Dick invent¨® el deshumanizado mundo de peque?as y enga?osas p¨ªldoras en el que vivimos. No, no se trata de p¨ªldoras reales, sino de p¨ªldoras de realidad. No es solo que escribiese sobre el exceso de informaci¨®n, descontextualizado, atomizado y ametrallador con el que convivimos, sino que lo utiliz¨® para profundizar en su efecto sobre la psique implosiva del que la recib¨ªa. S¨ª, el mundo como un espejo roto en millones de pedazos en los que el individuo se refleja de una forma confusa y distinta y, por lo tanto, enloquecedora.
Tend¨ªa Dick a la paranoia ¡ªestaba convencido, desde ni?o, de que todo el mundo quer¨ªa matarle¡ª y eso le hizo desconfiar de todo y de todos. En especial, de cualquier ente autoritario existente, es decir, los Estados, pero tambi¨¦n las empresas todopoderosas ¡ªhay al menos una de ellas en cada una de sus novelas¡ª y, c¨®mo no, de la cambiante historia. Esto es, el pasado como algo con lo que se juega en virtud de los intereses de quien puede jugar con ¨¦l (por ejemplo, hacer creer al protagonista que sigue viviendo en la d¨¦cada de los cincuenta para utilizarlo como arma en la guerra que se libra en el futuro en el que vive sin saberlo).
Es decir, por un lado la confusi¨®n, que nunca es colectiva sino individual, y por otro, cientos de peque?as cosas, como el aspecto cada vez m¨¢s l¨²dico de la sociedad (pensemos en la guerra con una sociedad extraterrestre convertida en partidas de una especie de Monopoly en Los jugadores de Tit¨¢n), la dependencia de las nuevas tecnolog¨ªas (en Dick hasta los coches cuidan de nosotros y nos dan conversaci¨®n de vuelta a casa porque no hay nadie m¨¢s ah¨ª, estamos rodeados de gente pero seguimos inquietantemente solos) y la precariedad (en The Crack in Space se ofrece dormir a aquellos que no van a poder pagarse una vida en el presente), que culminan con la dolorosa y desesperante deshumanizaci¨®n que explica hasta el cada vez m¨¢s pujante negocio de las mascotas en nuestros d¨ªas (?Sue?an los androides con ovejas el¨¦ctricas? anticipa la imperiosa necesidad del ser humano de volver a sentirse humano cuidando de algo vivo e inocente). No, Dick no era partidario de las cat¨¢strofes inexplicables, sino de todo aquello que hac¨ªa mal (y por maldad) el ser humano.
UN LIBRO. Ubik, por convertir la realidad en un espejismo que nos conduce hacia un pasado que no existi¨® como lo imaginamos.
?J. G. Ballard
La enfermedad del futuro (y viceversa)Por Jordi Costa
Como si ya hubiera estado all¨ª, J. G. Ballard escribi¨® sobre el futuro con el desapasionamiento notarial de un forense que estuviese realizando la meticulosa autopsia de un nuevo milenio que ya hab¨ªa nacido cad¨¢ver. El llamado or¨¢culo de Shepperton (1930-2009) podr¨ªa haber declarado ayer mismo que ¡°la enfermedad nos ha proporcionado una suerte de apuntalamiento a todos los procesos de alienaci¨®n que han tenido lugar en nuestra cultura en los ¨²ltimos 10 a?os¡±. En realidad, lo dijo en los ochenta, en el contexto de esa crisis del sida que infectar¨ªa uno de sus relatos, El amor en un clima m¨¢s fr¨ªo, miniatura dist¨®pica que imaginaba una sociedad donde el sexo ser¨ªa pr¨¢ctica obligatoria legislada por los Gobiernos y gestionada por las Iglesias.
Con las herencias del surrealismo y el psicoan¨¢lisis definiendo una mirada ¨²nica, capaz de detectar las l¨®gicas perversas que subyacen bajo el tejido de lo cotidiano, la literatura de Ballard marc¨® un radical punto de inflexi¨®n en la ciencia-ficci¨®n de los sesenta al desplazar el foco del espacio exterior ¡ªel territorio de la space-opera¡ª al espacio interior ¡ª esa subjetividad pulsional, bombardeada y al mismo tiempo activada por desastres apocal¨ªpticos, mutaciones del paisaje medi¨¢tico o inquietantes derivaciones de la ingenier¨ªa social¡ª. Su obra sigui¨® un trazado riguroso desde el desbordamiento imaginativo ¡ªesas heterodoxas novelas de cat¨¢strofes (El mundo sumergido, La sequ¨ªa, El mundo de cristal), cuyos personajes no se reg¨ªan por el instinto de supervivencia, sino por la pulsi¨®n de muerte¡ª hasta el as¨¦ptico hiperrealismo de sus ¨²ltimos trabajos ¡ªde Furia feroz a Bienvenidos a Metrocenter¡ª, que certificaron que ya llev¨¢bamos largo tiempo habitando un presente dist¨®pico. Entre uno y otro extremo, las obras que permitir¨ªan entender el poso autobiogr¨¢fico del conjunto ¡ªEl imperio del sol, La bondad de las mujeres¡ª y, sobre todo, la ruptura abierta por las revolucionarias La exhibici¨®n de atrocidades y Crash, las piezas m¨¢s violentamente transgresoras de su carrera, ambientadas en un universo, regido por la fusi¨®n de lo sadeano y lo tecnol¨®gico, que funcionaba como espejo, cromado y deformante, de una sociedad iluminada por el sol negro de la muerte del afecto.
UN LIBRO. Rascacielos, por abismarse en la barbarie potencial que yace bajo los fr¨¢giles cimientos de la sociedad del bienestar
Ray Bradbury
Nos vemos en Marte en 2026Por Jacinto Ant¨®n
Tener que defender a Ray Brad?bury (1920-2012) en una competici¨®n sobre qui¨¦n adivin¨® mejor el futuro puede parecer una faena. Porque Bradbury no es ni se consider¨® ¨¦l nunca un escritor de ciencia-ficci¨®n. Al menos no de ciencia-ficci¨®n al uso. Su terreno creativo fue la fantas¨ªa, una fantas¨ªa llena de met¨¢foras, te?ida de un profundo lirismo con conmovedoras notas melanc¨®licas, fe¨¦ricas y con una propensi¨®n tambi¨¦n, en muchas de sus creaciones, a lo tenebroso y hasta lo macabro. De hecho, obras como los estremecedores relatos de El pa¨ªs de octubre ¡ªcon esas c¨²spides del escalofr¨ªo que son ¡®La guada?a¡¯, ¡®La multitud¡¯, ¡®El viento¡¯ o ¡®El peque?o asesino¡¯¡ª lo convierten en un maestro del terror, con influencia en el g¨¦nero reconocida por el propio Stephen King. Dos de sus grandes novelas, las bell¨ªsimas y nost¨¢lgicas El vino del est¨ªo y La feria de las tinieblas, tampoco tienen que ver con la ciencia-ficci¨®n, sino con las experiencias y sue?os de su infancia en su pueblo natal de Illinois, esa Arcadia rebautizada como Green Town.
Los dos libros m¨¢s de ciencia-ficci¨®n, Cr¨®nicas marcianas y sobre todo Fahrenheit 451, tampoco es que se ci?an al canon estricto del g¨¦nero, aunque en la una narre la conquista de Marte por los terr¨ªcolas y la otra sea una distop¨ªa en la que una unidad de bomberos especializados se dedica a quemar libros. Ciertamente en la primera hay cohetes y marcianos, y en la segunda se podr¨ªa considerar que se anticipan (es de 1951) algunos artefactos como la televisi¨®n plana y los airpods (¡°caracolitos¡±, ¡°radios de dedal¡± que se meten en las orejas y te sumergen en ¡°un oc¨¦ano electr¨®nico de sonido¡±). Pero siempre est¨¢ todo subordinado a una dimensi¨®n po¨¦tica y maravillosa: la aventura del bombero Montag es por encima de todo un canto de amor a la lectura (las bibliotecas eran el para¨ªso de Bradbury) y las cr¨®nicas otro, una eleg¨ªa al planeta rojo de las revistas pulp, Edgar Rice Burroughs y H. G. Welles.
?Quiere decir todo esto que Bradbury no puede ganar la competici¨®n? En absoluto: ¨¦l nos ha animado como nadie a pensar lo impensable, ha predicho que viajar al espacio nos har¨¢ inmortales y ha anticipado que un d¨ªa de 2026 en Marte nos reconoceremos como los verdaderos marcianos.
UN LIBRO. Cr¨®nicas marcianas, por vaticinar que ir a otro planeta no nos librar¨¢ de nuestros miedos ni de nuestros pecados.
Stanis?aw Lem
Un mundo de exclusionesPor Patricio Pron
No hay mucha ciencia en la obra de Stanis?aw Lem, pero s¨ª muy buena ficci¨®n, as¨ª como la ruptura conceptual y el ¡°extra?amiento cognitivo¡± que son los rasgos m¨¢s salientes del g¨¦nero. Lem (1921-2006) reprochaba a una ciencia-ficci¨®n en cuyo marco prefer¨ªa no ser le¨ªdo su fijaci¨®n con la tecnolog¨ªa y su incapacidad de anticipar el futuro: en particular, de admitir que nada cambia nunca porque la naturaleza humana condiciona las respuestas individuales y colectivas a toda situaci¨®n de peligro y estas tienden a parecerse.
Es lo que sucede en Solaris (1972), quiz¨¢s su obra m¨¢s conocida. Cuando Kris Kelvin llega a la estaci¨®n de observaci¨®n en torno a ese planeta descubre que uno de sus tripulantes se ha suicidado y que los otros dos no son los ¨²nicos ocupantes del m¨®dulo: un d¨ªa ve caminando por el pasillo a una mujer negra desnuda; otro se encuentra con su esposa. Pero ¨¦sta tambi¨¦n se ha quitado la vida, a?os antes.
Naturalmente, el problema aqu¨ª es el de c¨®mo saber que lo que creemos observar es real. Lem confronta a sus personajes con sus miedos y sus anhelos m¨¢s profundos al tiempo que critica el proyecto de comprender el universo mediante m¨¦todos supuestamente objetivos. Para alguien que como ¨¦l escrib¨ªa bajo un r¨¦gimen totalitario que se amparaba en un cierto ¡°socialismo cient¨ªfico¡±, el problema no era menor, por supuesto. Pero tampoco lo es para nosotros. Seg¨²n el fil¨®sofo alem¨¢n Markus Gabriel, no existe una gran diferencia entre la negaci¨®n de la ciencia de los extremismos religiosos y pol¨ªticos y su transformaci¨®n reciente en herramienta de control por parte de Gobiernos solo en apariencia menos radicales: ambas son respuestas ¡°moralmente reprochables¡± a una situaci¨®n de excepci¨®n instrumentalizada para reforzar el control ya sea mediante ¡°pasaportes de inmunidad¡±, geolocalizaci¨®n, ¡°distancia social¡± o confinamiento forzoso. Vivimos en un presente ¡°construido con exclusiones, negaciones y diversas suposiciones, cada una m¨¢s opaca que la anterior¡±, observa Lem en M¨¢scara (1976), y en realidad no podemos saber, excepto, tal vez, que la ¡°luz al final del t¨²nel¡± ser¨¢ otra opacidad, quiz¨¢s incluso m¨¢s oscura que la anterior.
UN LIBRO. La investigaci¨®n, porque habla, con molde policiaco, sobre la inutilidad de la prueba en un mundo absurdo y falaz.
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