Joseph Roth, por fin libre (de derechos)
La obra del autor de 'La marcha Radetzky' pasa al dominio p¨²blico y se multiplican las traducciones de sus novelas
El himno oficioso de la Austria actual, el broche de oro del concierto de A?o Nuevo en Viena, compuesto por Johann Strauss (padre), simbolizaba la pompa y el estilo del viejo imperio y da t¨ªtulo a la novela m¨¢s famosa de Joseph Roth: La marcha Radetzky. El emperador Francisco Jos¨¦ I (esposo de Sissi) reg¨ªa con marcialidad sobre vastas extensiones de Centroeuropa, habitadas por checos, h¨²ngaros, eslovenos, rutenos, jud¨ªos¡, todos hermanados bajo la ense?a del ¨¢guila bic¨¦fala: 50 millones de s¨²bditos en una Europa sin fronteras. El monarca rein¨® durante 68 a?os, arropado por un ej¨¦rcito engalanado y variopinto que desfilaba, enamoraba y no hac¨ªa la guerra.
As¨ª describe Roth -la traducci¨®n es m¨ªa- la impresi¨®n de la famosa marcha: ¡°Redoblaban los secos tambores, silbaban las dulces flautas y restallaban los risue?os platillos. En la cara de todos los oyentes se dibujaba una sonrisa confiada y pl¨¢cida, y en sus piernas hormigueaba la sangre. Mientras estaban all¨ª de pie cre¨ªan estar marchando. Las jovencitas conten¨ªan el aliento y entreabr¨ªan los labios. Los hombres mayores inclinaban la cabeza y recordaban las maniobras militares de anta?o. Las ancianas se sentaban en el parque vecino y sus peque?as cabezas grises temblaban. Y era verano¡±. Todo era paz y aparente esplendor en el rutilante imperio, hasta que en julio de 1914 lleg¨® la desgracia con el asesinato en Sarajevo del heredero al trono.
Las obras del gran escritor austroh¨²ngaro Joseph Roth (1897-1939), al igual que las de su compatriota y amigo Stefan Zweig, tienen hoy gran ¨¦xito en Espa?a y Latinoam¨¦rica. La editorial Acantilado rescat¨® al medio olvidado Zweig hace 20 a?os, y lo convirti¨® en un ¨¦xito de ventas; algo parecido sucede con Joseph Roth, otro autor estrella de Acantilado, que publica sus novelas Hotel Savoy, Fuga sin fin y la maravillosa Job, entre otras; sus relatos breves, la correspondencia y alg¨²n volumen con art¨ªculos period¨ªsticos. Entre sus traductores se encuentran Feliu Formosa, Berta Vias o Javier Pardo, a quien se debe una versi¨®n ya a?eja de La cripta de los capuchinos. Tambi¨¦n publican a Roth la editorial Min¨²scula y Siruela.
Acantilado no cuenta en su cat¨¢logo con la obra maestra de Joseph ?Roth: Radetzkymarsch, La marcha Radetzky (1932). Esta obra magn¨ªfica en todos los sentidos, profund¨ªsima, de halo nost¨¢lgico y crepuscular, es equiparable en relevancia a otras grandes novelas de las letras germanas: a Los Buddenbrook (1901), por ejemplo; o a esa madura y singular obra de Zweig: La impaciencia del coraz¨®n (1939). No es descabellado afirmar que tal vez ¨¦ste se inspir¨® en La marcha Radetzky para componerla, puesto que ambas se desarrollan en escenarios cuarteleros, en peque?as ciudades de la parte oriental del inmenso Imperio Austroh¨²ngaro de los Habsburgo. Ambas atrapan al lector desde las primeras p¨¢ginas, lo embelesan llev¨¢ndolo a otra ¨¦poca, con sus costumbres y h¨¢litos, con sus esplendores y miserias humanas; son buena y recia literatura, como la mejor de Balzac, Proust, Flaubert o Ch¨¦jov, autores que tanto inspiraron a Roth.
Coinciden ahora en las librer¨ªas dos traducciones nuevas de La marcha Radetzky, adem¨¢s de otra versi¨®n de La cripta de los capuchinos. Las dos novelas forman un peque?o todo, constituyen el homenaje de Roth al mundo perdido de su ni?ez y juventud: el del secular imperio supranacional habsb¨²rgico, disuelto en 1919, tras la Gran Guerra.
Protagonista de la novela es la nueva estirpe de los Trotta, oriundos de la imaginaria ciudad de Sipolje. Un joven teniente Trotta salva la vida al emperador Francisco Jos¨¦ en la batalla de Solferino (1859); por ello es premiado con el ascenso a la nobleza, y con la protecci¨®n del emperador para sus descendientes: el hijo de ¨¦ste, un poderoso funcionario imperial, y el nieto, un teniente de Cazadores, son los protagonistas de la novela. Sus vidas siempre est¨¢n ligadas a las del monarca. Tambi¨¦n su declive. Nada m¨¢s aparecer, el libro vendi¨® 25.000 ejemplares. Y lanz¨® a Roth a la fama. Poco despu¨¦s, los nazis lo pusieron en la lista de literatura prohibida, por ser Roth jud¨ªo. Y ¨¦ste tuvo que exiliarse.
Con estas nuevas traducciones son cinco las veces que se ha vertido al castellano esta Radetzkymarsch: en 1950 traducida por Jorge Miracle; en 1981 por Griselda Vallribera (Bruguera); y en 1989, en meritoria traducci¨®n de Arturo Quintana para Edhasa.
Ahora, el escritor asturiano Xandru Fern¨¢ndez y la fil¨®loga madrile?a Isabel Garc¨ªa Ad¨¢nez presentan versiones que dif¨ªcilmente ser¨¢n superadas. El estilo conciso de Roth, su precisi¨®n po¨¦tica en las descripciones, sus met¨¢foras singulares y sus frases rotundas son bien captadas por ambos. La calidad de una traducci¨®n se mide por los detalles. Al lector que no tenga el original alem¨¢n delante le pasar¨¢n inadvertidas las peque?as diferencias; pero lo cierto es que tanto una traducci¨®n como otra le har¨¢n disfrutar del refinado estilo de Roth y de esta hermos¨ªsima novela. Ambos vol¨²menes llevan notas al pie, m¨¢s el de Alba que el de Alianza.
En cuanto a La cripta de los capuchinos, traducida con excelencia en esta nueva edici¨®n, arropada por una introducci¨®n espl¨¦ndida y atinadas notas, si bien no es una novela de factura tan redonda como la anterior, es tambi¨¦n un relato de altura. Narrada en primera persona, domina el tono sat¨ªrico y pesimista en general; pero contiene escenas hermosas y personajes muy bien logrados, como los primos del protagonista, otro Trotta; la esposa de ¨¦ste, una indefinida muchacha que se debate entre el amor al marido y la tiran¨ªa er¨®tica de una Safo dominante; o la madre del narrador, vieja dama de aquel imperio que tanta nostalgia le deparaba a Roth. ¡°Nuestra vida era id¨ªlica antes de la Gran Guerra¡±, se lee en la novela. Cuando la escribi¨® a trompicones y sin ninguna disciplina, Roth estaba en Par¨ªs, sin patria, sin dinero, sin esposa; la bebida y la literatura eran su consuelo. Solo ten¨ªa 44 a?os cuando muri¨®, enfermo del pulm¨®n y consumido por el alcohol, demasiado cansado como para tener ilusiones en aquel tiempo b¨¢rbaro que, al contrario que el de sus novelas, nada ten¨ªa de esplendoroso ni id¨ªlico.
Dos versiones de la misma marcha
Traducci¨®n de Xandru Fern¨¢ndez para Alba
¡°Por aquel entonces, antes de la Gran Guerra, cuando ocurrieron los hechos de los que se informa en estas p¨¢ginas, todav¨ªa importaba si un hombre viv¨ªa o mor¨ªa. Cuando uno era retirado de la multitud de los terrestres, no llegaba otro enseguida para ocupar su lugar y borrar la memoria del difunto, sino que quedaba un hueco donde este faltaba, y los testigos de su desaparici¨®n, tanto los cercanos como los lejanos, callaban cuando ve¨ªan ese hueco. Si el fuego barr¨ªa una casa de la calle, el lugar del incendio permanec¨ªa vac¨ªo mucho tiempo. Los alba?iles trabajaban despacio y pensativos, y los vecinos m¨¢s pr¨®ximos, al igual que los transe¨²ntes ocasionales, recordaban, cuando contemplaban el solar vac¨ªo, la estructura y las paredes de la casa desaparecida. As¨ª era entonces. Todo lo que crec¨ªa necesitaba mucho tiempo para crecer. Y todo lo que desaparec¨ªa necesitaba mucho tiempo para ser olvidado. Pero todo lo que una vez hab¨ªa existido dejaba su huella, y se viv¨ªa de los recuerdos igual que hoy en d¨ªa se vive de la capacidad de olvidar r¨¢pida y deliberadamente¡±.
Traducci¨®n de Isabel Garc¨ªa Ad¨¢nez para Alianza
¡°En tiempos, antes de la Gran Guerra, cuando se dieron los acontecimientos que recogen estas p¨¢ginas, a¨²n no era indiferente si una persona viv¨ªa o mor¨ªa. Cuando alguien era arrancado del reba?o de los vivos, no aparec¨ªa otro al instante para que olvidasen al difunto, sino que quedaba el hueco donde ¨¦l faltaba y los testigos cercanos o lejanos de su desaparici¨®n guardaban silencio cada vez que ve¨ªan ese hueco. Si el fuego hab¨ªa arrasado una casa de una hilera de una calle, el lugar del incendio permanec¨ªa vac¨ªo durante mucho tiempo. Pues los alba?iles trabajaban despacio y a conciencia, y tanto los vecinos de la zona como quienes pasaban por all¨ª de casualidad recordaban la forma y los muros de la casa desaparecida al contemplar el espacio vac¨ªo. ?As¨ª era anta?o! Todo lo que crec¨ªa requer¨ªa mucho tiempo para crecer y todo lo que desaparec¨ªa requer¨ªa mucho tiempo para ser olvidado. Por otro lado, todo lo que hab¨ªa existido alguna vez hab¨ªa dejado su huella, y, adem¨¢s, antes se viv¨ªa de los recuerdos igual que ahora se vive de la capacidad de olvidar deprisa y por completo¡±.
Nuevas traducciones del santo bebedor
La marcha Radetzky. Traducci¨®n de Xandru Fern¨¢ndez. Alba, 2020.
La marcha Radetzky. Traducci¨®n de Isabel Garc¨ªa Ad¨¢nez. Alianza, 2020.
La cripta de los capuchinos. Traducci¨®n de David P¨¦rez. C¨¢tedra, 2020
La leyenda del santo bebedor. Traducci¨®n de Ibon Zubiaur. Alianza, 2020
Job. Traducci¨®n de Adan Kovaksis, Alianza, 2020
A?os de hotel. Traducci¨®n de Miguel S¨¢enz. Acantilado, 2020
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