El arte que cuelga de los balcones
Un barrio de Berl¨ªn ha convertido las fachadas en espacios expositivos, dando continuidad a iniciativas pasadas que ya transformaron el entorno dom¨¦stico en museo provisional
Hace unos d¨ªas que los balcones han cobrado vida en el barrio de Prenzlauer Berg, en la antigua zona este de Berl¨ªn. Seguramente sea la ciudad que m¨¢s artistas concentra por metro cuadrado. Un pulm¨®n creativo que han elegido como hogar tanto locales como extranjeros. A su vez, Prenzlauer Berg es un sitio peculiar dentro de la ciudad. Fue un sitio crucial de la contracultura y la resistencia de la Alemania Oriental. La vida se hac¨ªa en las cocinas m¨¢s que en las calles, bajo una idea abierta de lo p¨²blico y lo privado. Tras la ca¨ªda del Muro, se convirti¨® en terreno anarquista y en uno de los lugares m¨¢s poblados de la capital, donde los artistas volvieron a reasentarse con ganas de conquistarlo todo. Eso facilit¨® un baby boom que no ha dejado de crecer, como el estilo hipster y ese mal global llamado gentrificaci¨®n.
En un paseo por las arterias principales del barrio, Kastanienalle o Pappelallee, vemos un columpio colgando de una puerta, una acci¨®n de limpieza tirando cosas innecesarias o una tira de banderola que celebra la calle a¨²n sin gente. El columpio es de los artistas Antje Stahl y Felix-Emeric Tota, el cambio de armario de Yael Bartana y Saskia Wendland y la fiesta simb¨®lica de Matylda Krzykowski. Todas responden al proyecto Die Balkone. Life, Art, Pandemic and Proximity que dos comisarias y docentes pusieron en marcha hace a finales de marzo tras ver la deriva de la pandemia y c¨®mo el mundo del arte se paraba hasta nuevo aviso. Son Joanna Warsza y ?v¨¹l ?. Durmusoglu, que hace a?os se trasladaron a Berl¨ªn y no deja de ser curioso que representen a las dos comunidades minoritarias m¨¢s grandes de Alemania: la polaca y la turca.
La historia pol¨ªtica del balc¨®n les llev¨® a pensarlo como espacio expositivo. Los balcones han sido terrazas de apertura y esperanza as¨ª como plataformas para el autoritarismo y la supremac¨ªa, signos tanto del privilegio como de democratizaci¨®n. Son los umbrales desde los cuales nos encontramos con el mundo desde lo dom¨¦stico: sanos y salvos para algunos, pero no para otros. Son salidas de emergencia, un lugar que crea comunidad y nos pone en relaci¨®n con los vecinos. El balc¨®n se ha convertido en un espacio de seguridad de que la vida social puede existir, incluso en tiempos de crisis.
Una frase de Naomi Klein que escucharon en una de las m¨²ltiples sesiones de Zoom funcion¨® como lanzadera del proyecto: ¡°Hay que abrir la puerta a la posibilidad radical¡±. As¨ª es como han organizado esta exposici¨®n m¨²ltiple con casi nada. Sin presupuesto, sin comisiones, sin financiadores, sin nombres, sin apertura, sin espect¨¢culo, sin cita previa, sin zona VIP, sin champ¨¢n y sin mercado. El dinero no juega ning¨²n papel aqu¨ª. El mundo profesional del arte contempor¨¢neo del rev¨¦s. En la base hay algo tan b¨¢sico como superar entre todos la angustia en la andamos instalados. Celebra el cuerpo en su ausencia como una sorpresa variable, y no solo desde la idea de masa. Tambi¨¦n se pregunta qu¨¦ es lo p¨²blico en el arte p¨²blico, y abre, una vez m¨¢s, la puerta de lo dom¨¦stico al fruct¨ªfero campo de las exposiciones en casas.
Los ejemplos, muchos hist¨®ricos, se remontan a los a?os ochenta, cuando las mentes m¨¢s avanzadas cuestionaban qu¨¦ era la instituci¨®n y el museo. Los dada¨ªstas y luego Malraux con su museo port¨¢til aportaron los suyo. La exposici¨®n Rooms, en el PS1 de Nueva York, sent¨® una buena base en 1976. Jan Hoet ya era el director del SMAK de Gante cuando en 1986 puso el museo entre par¨¦ntesis con el proyecto Chambres d¡¯amis, donde m¨¢s de 50 artistas mostraron sus obras en sus casas, obligando al p¨²blico a recorrer la cara m¨¢s privada de la ciudad. La experiencia se recuerda todav¨ªa hoy como la precursora de esa idea de trabajar la peque?a escala y definir un contexto en tono institucional y al mismo tiempo con una realidad dom¨¦stica. En esa deriva se han alquilado locales o habitaciones de hoteles. As¨ª naci¨® el proyecto e-flux, de hecho, en Nueva York. Hans Ulrich Obrist tambi¨¦n tir¨® de esa idea en Par¨ªs para Hotel Carlton Palace: Habitaci¨®n 763, hoy experiencia convertida en libro m¨ªtico. C¨®mo no recordar los noventa sin la galer¨ªa Mary Boom, el s¨®tano de Espacio F o el garaje Pemasa. Dom¨¦stico, en Madrid, marc¨® un hito en los 2000. Sala Hab, el dormitorio del comisario Mart¨ª Manen, hizo lo propio en Barcelona entre 1996 y 2001. Y en estos ¨²ltimos veinte a?os la cosa no ha hecho m¨¢s que crecer: Plat- (?msterdam), Halfhouse (Barcelona), Anfitriona (L¡¯Hospitalet de Llobregat), Trastero 109 (Mallorca), Sal¨®n (Madrid), El cuarto de invitados (Madrid)¡
En momentos en los que no hay m¨¢s horizonte que el d¨ªa a d¨ªa, seguramente estos proyectos alcancen todo su sentido. El arte como una forma de pensar sobre el mundo, como una forma de construir v¨ªnculos y un modo de crear una nueva ontolog¨ªa. Tambi¨¦n se est¨¢ empezando a hacer a la inversa: museos reinvent¨¢ndose en las casas: las de los artistas. A eso responde el proyecto Home from Home, en El Glucksman de Irlanda, dando una nueva forma a la exposici¨®n que ten¨ªan prevista en abril, llamada curiosamente Home.
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