Byung-Chul Han: ¡°El data¨ªsmo es una forma pornogr¨¢fica de conocimiento que anula el pensamiento¡±
El fil¨®sofo coreano, que en su ¨²ltimo ensayo afirma que la conversi¨®n de la producci¨®n y el rendimiento en valores absolutos est¨¢ desritualizando cada vez m¨¢s a la sociedad, cree que la violencia que el ser humano ejerce contra la naturaleza se est¨¢ volviendo contra ¨¦l con m¨¢s fuerza
El fil¨®sofo alem¨¢n vivo m¨¢s le¨ªdo en todo el mundo es coreano. Byung-Chul Han (Se¨²l, 1959), profesor en la Universidad de las Artes de Berl¨ªn, se dio a conocer en todo el mundo hace 10 a?os con?La sociedad del cansancio. Desde entonces ha publicado m¨¢s de una decena de ensayos formalmente similares ¡ªmuy breves y con una escritura clara y directa¡ª en los que desarrolla una peculiar cr¨ªtica comunitarista de distintos aspectos del capitalismo contempor¨¢neo. Su ¨²ltimo trabajo es La desaparici¨®n de los rituales (Herder, 2020). Esta entrevista se hizo por correo electr¨®nico.
PREGUNTA. En su libro define los rituales como acciones simb¨®licas que generan una comunidad sin necesidad de comunicaci¨®n. En cambio, seg¨²n plantea, en las sociedades actuales abundar¨ªa m¨¢s bien la comunicaci¨®n sin comunidad. ?C¨®mo imagina esa ¡°comunidad-sin-comunicaci¨®n¡± perdida? Los ejemplos que usted pone pertenecen al pasado o a peque?os pueblos campesinos e insiste en que el causante de esa destrucci¨®n comunitaria es el neoliberalismo. ?Ha habido otras ¨¦pocas del capitalismo m¨¢s abiertas a los rituales? ?Es incompatible la modernidad y la comunidad o la incompatibilidad se da exclusivamente entre capitalismo y comunidad?
RESPUESTA. La desaparici¨®n de los rituales se?ala sobre todo que, en la actualidad, la comunidad est¨¢ desapareciendo. La hipercomunicaci¨®n consecuencia de la digitalizaci¨®n, nos permite estar cada vez m¨¢s interconectados, pero la interconexi¨®n no trae consigo m¨¢s vincu?laci¨®n ni m¨¢s cercan¨ªa. Las redes sociales tambi¨¦n acaban con la dimensi¨®n social al poner el ego en el centro. A pesar de la hipercomunicaci¨®n digital, en nuestra sociedad la soledad y el aislamiento aumentan. Hoy se nos invita continuamente a comunicar nuestras opiniones, necesidades, deseos o preferencias, incluso a que contemos nuestra vida. Cada uno se produce y se representa a s¨ª mismo. Todo el mundo practica el culto, la adoraci¨®n del yo. Por eso digo que los rituales producen una comunidad sin comunicaci¨®n. En cambio, hoy prevalece la comunicaci¨®n sin comunidad. Cada vez celebramos menos fiestas comunitarias. Cada uno se celebra solo a s¨ª mismo. Deber¨ªamos liberarnos de la idea de que el origen de todo placer es un deseo satisfecho. Solo la sociedad de consumo se orienta a la satisfacci¨®n de deseos. Las fiestas no tienen que ver con el deseo individual. En el juego colectivo uno no procura satisfacer su propio deseo. Antes bien, se entrega a la pasi¨®n por las reglas. No estoy diciendo que tengamos que volver al pasado. Al contrario. Sostengo que tenemos que inventar nuevas formas de acci¨®n y juego colectivo que se realicen m¨¢s all¨¢ del ego, el deseo y el consumo, y creen comunidad. Mi libro va encaminado a la sociedad que viene. Hemos olvidado que la comunidad es fuente de felicidad. La libertad tambi¨¦n la definimos desde un punto de vista individual. Freiheit, la palabra alemana para ¡°libertad¡±, significa en origen ¡°estar con amigos¡±. ¡°Libertad¡± y ¡°amigo¡± tienen una etimolog¨ªa com¨²n. La libertad es la manifestaci¨®n de una relaci¨®n plena. Por tanto, tambi¨¦n deber¨ªamos redefinir la libertad a partir de la comunidad.
P. Su descripci¨®n de nuestro mundo como crecientemente alejado de los rituales se opone a quienes ven el capitalismo como una sociedad hiperritualizada. Desde ese punto de vista, que usted critica, el consumo tendr¨ªa una fuerte dimensi¨®n ritual e incluso religiosa: los supermercados o los estadios ser¨ªan nuestros templos. ?Por qu¨¦ le parece incorrecto interpretar las pr¨¢cticas capitalistas o burocr¨¢ticas como formas secularizadas de rituales religiosos?
R. Rechazo la tesis de que el capitalismo es una religi¨®n. Los centros comerciales son todo lo contrario de un templo. En los centros comerciales, y en el capitalismo en general, domina una atenci¨®n particular. Todo gira en torno al ego. Seg¨²n Malebranche, la atenci¨®n es la oraci¨®n natural del alma. En los templos encontramos una forma totalmente diferente de atenci¨®n. Se presta atenci¨®n a cosas que no se pueden alcanzar con el ego. Los rituales me alejan de mi ego. El consumo refuerza la obsesi¨®n con ¨¦l. No soy creyente, pero me gusta asistir a las celebraciones religiosas, cat¨®licas por supuesto. Cuando me dejo embriagar por los c¨¢nticos, la m¨²sica del ¨®rgano y el aroma del incienso me olvido de m¨ª mismo, de mi ego, y experimento una hermosa sensaci¨®n de comunidad. En mi libro cito un apunte de Peter Handke: ¡°Con ayuda de la misa, los curas aprenden a tratar bien las cosas: la manera delicada de sostener el c¨¢liz y las hostias, la limpieza sosegada de los vasos, la manera como pasan las p¨¢ginas del libro; y el resultado de ese hermoso modo de tratar las cosas: una alegr¨ªa que da alas al coraz¨®n¡±. Hoy en d¨ªa damos un uso muy diferente a las cosas. Las agotamos, las consumimos y las destruimos. En los rituales las tratamos de una manera totalmente distinta, con cuidado, como si fuesen amigas. Las cosas ritualizadas tambi¨¦n pueden crear comunidad.
Los rituales poseen un factor de repetici¨®n, pero es una repetici¨®n animada y vivificadora. No tiene nada que ver con la repetici¨®n burocr¨¢tica-autom¨¢tica. Hoy en d¨ªa vamos constantemente a la caza de nuevos est¨ªmulos, emociones y experiencias, y olvidamos el arte de la repetici¨®n. Lo nuevo se trivializa r¨¢pidamente y se convierte en rutina. Es una mercanc¨ªa que se consume y vuelve a inflamar el deseo de algo nuevo. Para escapar de la rutina, del vac¨ªo, consumimos a¨²n m¨¢s est¨ªmulos nuevos, nuevas emociones y experiencias. La sensaci¨®n de vac¨ªo es precisamente la que activa la comunicaci¨®n y el consumo. La ¡°vida intensa¡± que act¨²a como reclamo del neoliberalismo no es sino consumo intenso. Existen formas de repetici¨®n que crean aut¨¦ntica intensidad. Me encanta Bach. He tocado m¨¢s de 10.000 veces las arias de las Variaciones Goldberg, y cada vez experimento una felicidad. Personalmente, no necesito nada nuevo. Me encantan las repeticiones, los rituales de la repetici¨®n.
P. Una tesis muy sugerente de su libro es que los rituales permiten que los valores de una comunidad se asimilen corporalmente. Me parece una idea cercana a aquello que dec¨ªa Pascal: ¡°Si no crees, arrod¨ªllate, act¨²a como si creyeras y la creencia llegar¨¢ por s¨ª sola¡±. Usted plantea que, en cambio, vivimos en una sociedad de las pasiones marcada por el culto narcisista a la autenticidad, donde lo ¨²nico que cuenta es la sinceridad de nuestras emociones.
R. Los rituales anclan la comunidad en el cuerpo. Sentimos f¨ªsicamente la comunidad. Precisamente en la crisis del coronavirus, en la que todo se desarrolla por medios digitales, echamos mucho de menos la cercan¨ªa f¨ªsica. Todos estamos m¨¢s o menos conectados digitalmente, pero falta la cercan¨ªa f¨ªsica, la comunidad palpable f¨ªsicamente. El cuerpo que entrenamos solos en el gimnasio no tiene esa dimensi¨®n de comunidad. Tambi¨¦n en la sexualidad, en la que lo ¨²nico que importa es el rendimiento, el cuerpo es, en cierto modo, algo solitario. En los rituales, el cuerpo es un escenario en el que se inscriben los secretos, las divinidades y los sue?os. El neoliberalismo produce una cultura de la autenticidad que pone el ego en el centro. La cultura de la autenticidad va de la mano con la desconfianza hacia las formas de interacci¨®n ritualizadas. Solo las emociones espont¨¢neas, es decir, los estados subjetivos, son aut¨¦nticas. El comportamiento formalizado se rechaza como falto de autenticidad o como externo. Un ejemplo es la cortes¨ªa. En mi libro hago un alegato en contra de la cultura de la autenticidad, que conduce al embrutecimiento de la sociedad, y a favor de las formas bellas.
P. ?Cree que los partidarios de la nueva derecha radical podr¨ªan sentirse identificados con su reivindicaci¨®n de los rituales y la comunidad? ?Qu¨¦ diferencia su propio comunitarismo del de la ultraderecha emergente?
R. La comunidad no se define necesariamente por la exclusi¨®n del otro. Tambi¨¦n puede ser muy hospitalaria. La comunidad a la que se acoplan las derechas est¨¢ vac¨ªa de contenido. Por eso encuentra su sentido en la negaci¨®n del otro, del extranjero. Est¨¢ dominada por el miedo y el resentimiento.
P. En el prefacio dice muy expl¨ªcitamente que este no es un libro nost¨¢lgico, pero a menudo hace comparaciones con el pasado muy desfavorables para nuestro presente. En el cap¨ªtulo dedicado a la guerra, por ejemplo, defiende los antiguos valores guerreros frente a la guerra automatizada moderna, que ser¨ªa una matanza sin reglas. ?No est¨¢ idealizando la guerra antigua? Al fin y al cabo, a lo largo de la historia encontramos una amplia serie de genocidios. La matanza indiscriminada no es exactamente un invento capitalista.
R. Solo quer¨ªa se?alar que la cultura humana se est¨¢ desritualizando cada vez m¨¢s, que la conversi¨®n de la producci¨®n y el rendimiento en valores absolutos est¨¢ acabando con los rituales. Por ejemplo, la pornograf¨ªa aniquila los rituales de seducci¨®n. En las ¨®rdenes de caballer¨ªa europeas el objetivo principal no era matar al adversario. El honor y el valor tambi¨¦n eran importantes. En la guerra con drones, en cambio, lo fundamental es matar al enemigo, que es tratado como un criminal. Despu¨¦s de la misi¨®n, a los pilotos de los drones se les hace entrega solemne de una ¡°tarjeta de puntuaci¨®n¡± que certifica cu¨¢ntas personas han matado. Tambi¨¦n cuando se trata de matar, lo que m¨¢s cuenta es el rendimiento. En mi opini¨®n, esto es perverso y obsceno. No pretend¨ªa decir que las guerras del pasado fuesen mejores que las actuales. Por el contrario, lo que quer¨ªa se?alar es que hoy en d¨ªa todo se ha convertido en una cuesti¨®n de rendimiento y producci¨®n. No solo en la guerra, sino tambi¨¦n en el amor y la sexualidad.
P. En su ensayo relaciona el auge del big data con un giro en nuestra concepci¨®n del conocimiento, que cada vez m¨¢s entendemos como algo producido maquinalmente. Llega a hablar de un ¡°giro data¨ªsta¡± an¨¢logo al ¡°giro antropol¨®gico¡± de la Ilustraci¨®n. ?Es el data¨ªsmo la conclusi¨®n de un camino irreversible que ya estaba anticipado en los or¨ªgenes de la modernidad?
R. El data¨ªsmo es una forma pornogr¨¢fica de conocimiento que anula el pensamiento. No existe un pensamiento basado en los datos. Lo ¨²nico que se basa en los datos es el c¨¢lculo. El pensamiento es er¨®tico. Heidegger lo compara con el eros. El batir de alas del dios Eros lo acariciaba cada vez que daba un paso significativo en el pensamiento y se atrev¨ªa a aventurarse en un terreno inexplorado. La transparencia tambi¨¦n es pornogr¨¢fica. Peter Handke dice en una de sus anotaciones: ¡°?Qui¨¦n dice que el mundo ya est¨¢ descubierto?¡±. El mundo es m¨¢s profundo de lo que pensamos.
P. La pandemia de la covid-19 est¨¢ teniendo un impacto enorme no solo en t¨¦rminos sanitarios o econ¨®micos, sino tambi¨¦n en nuestra subjetividad compartida. En apenas unos d¨ªas, la noci¨®n de ¡°biopol¨ªtica¡± se ha vuelto muy intuitiva. ?En qu¨¦ medida cree que la comunicaci¨®n-sin-comunidad que usted diagnostica en nuestras sociedades est¨¢ afectando a la manera en que estamos viviendo la epidemia?
R. La crisis del coronavirus ha acabado totalmente con los rituales. Ni siquiera est¨¢ permitido darse la mano. La distancia social destruye cualquier proximidad f¨ªsica. La pandemia ha dado lugar a una sociedad de la cuarentena en la que se pierde toda experiencia comunitaria. Como estamos interconectados digitalmente, seguimos comunic¨¢ndonos, pero sin ninguna experiencia comunitaria que nos haga felices. El virus a¨ªsla a las personas. Agrava la soledad y el aislamiento que, de todos modos, dominan nuestra sociedad. Los coreanos llaman corona blues a la depresi¨®n consecuencia de la pandemia. El virus consuma la desaparici¨®n de los rituales. No me cuesta imaginar que, despu¨¦s de la pandemia, los redescubramos.
P. ?Cree que la pandemia constituye un hito hist¨®rico similar a la crisis de 2008, que se traducir¨¢ en transformaciones pol¨ªticas de calado? ?Qu¨¦ tipo de cambios sociales cree que vamos a experimentar a ra¨ªz del coronavirus?
R. A consecuencia de la pandemia nos dirigimos a un r¨¦gimen de vigilancia biopol¨ªtica. El virus ha dejado al descubierto un punto muy vulnerable del capitalismo. A lo mejor se impone la idea de que la biopol¨ªtica digital, que convierte al individuo y a su cuerpo en objeto de vigilancia, basta para hacer al capitalismo invulnerable al virus. Sin embargo, el r¨¦gimen de vigilancia biopol¨ªtico significa el fin del liberalismo. En ese caso, el liberalismo no habr¨¢ sido m¨¢s que un breve episodio. Pero yo no creo que la vigilancia biopol¨ªtica vaya a derrotar al virus. El pat¨®geno ser¨¢ m¨¢s fuerte. Seg¨²n el paleont¨®logo Andrew Knoll, el ser humano es solamente la guinda de la evoluci¨®n. El verdadero pastel se compone de bacterias y virus que amenazan con atravesar cualquier superficie fr¨¢gil, e incluso reconquistarla, en cualquier momento. La pandemia es la consecuencia de la intervenci¨®n brutal del ser humano en un delicado ecosistema. Los efectos del cambio clim¨¢tico ser¨¢n m¨¢s devastadores que la pandemia. La violencia que el ser humano ejerce contra la naturaleza se est¨¢ volviendo contra ¨¦l con m¨¢s fuerza. En eso consiste la dial¨¦ctica del Antropoceno: en la llamada Era del Ser Humano, el ser humano est¨¢ m¨¢s amenazado que nunca.
Traducci¨®n de News Clips.
BUSCA ONLINE 'LA DESAPARICI?N DE LOS RITUALES'
Autor: Byung-Chul Han.
Traducci¨®n: Alberto Ciria.
Editorial: Herder, 2020.
Formato: 128 p¨¢ginas (12,70 euros).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.