Una memoria ind¨ªgena y rebelde
La directora colombiana Marta Rodr¨ªguez, pionera del Nuevo Cine Latinoamericano, recibe un homenaje en la Mostra de Films de Dones, que celebra su nueva edici¨®n en Filmin
Cuando Marta Rodr¨ªguez (Bogot¨¢, 1933) estudiaba Antropolog¨ªa en Par¨ªs, a principios de los sesenta, se encontraba entre un grupo de estudiantes procedentes de todos los rincones de eso que se llamaba el Tercer Mundo que escucharon decir a su profesor, un tal Jean Rouch ¨Cel gran pionero del cine etnogr¨¢fico¨C, que cuando volvieran a sus pa¨ªses tendr¨ªan que inventarlo todo, porque all¨ª no hab¨ªa nada. Parece una generalizaci¨®n presuntuosa, m¨¢s teniendo en cuenta que Rouch apenas hab¨ªa empezado a¨²n a inventar ni, por tanto, a darse cuenta de que todo est¨¢ tambi¨¦n inventado, pero esa frase es sintom¨¢tica de la trayectoria vital de toda una generaci¨®n de activistas y militantes de esa d¨¦cada y de la siguiente. Muchos hab¨ªan accedido a la universidad como culminaci¨®n de un proceso colectivo de lucha, eran el orgullo de sus familias y de su clase, pero el contacto con la instituci¨®n, en lugar de desclasarlos, los devolvi¨® a sus or¨ªgenes: comprometieron su vida y su futuro en la lucha obrera, campesina, indigenista. En 1964, de vuelta en Bogot¨¢, Marta Rodr¨ªguez daba clases en los asentamientos chabolistas junto a un tal Camilo Torres, que le pidi¨® que inventar(iar)a con la c¨¢mara la realidad que los rodeaba.
Marta Rodr¨ªguez y Jorge Silva, su pareja de entonces y de siempre, fueron entonces a los chircales, los desangelados terrenos, latifundios urbanos junto al r¨ªo Tunjuelo, donde familias completas, en condiciones de semiesclavitud, fabrican ladrillos de manera artesanal. Durante los seis a?os que pasan en los chircales, los cineastas hacen etnograf¨ªa de la forma m¨¢s can¨®nica. Repasan met¨®dicamente la tecnolog¨ªa como expresi¨®n de las formas sociales, las estructuras familiares, las estructuras de propiedad, la relaci¨®n con la religi¨®n. Pero, como tambi¨¦n hacen cine, como hab¨ªa profetizado Rouch y como ¨¦l mismo estaba haciendo ya, no tienen m¨¢s remedio que inventar. En Chircales (1966-1971) a¨²n se notan las costuras entre los datos aportados para la contextualizaci¨®n de la situaci¨®n y el flujo de im¨¢genes y palabras que encarnan la experiencia material y espiritual de los protagonistas. En las pel¨ªculas siguientes la elecci¨®n quedar¨¢ clara: entre la etnograf¨ªa y el cine, entre la informaci¨®n objetiva y la construcci¨®n de subjetividad, se quedan con lo segundo. El ¨¦xito internacional de Chircales tiene como consecuencia que Rodr¨ªguez y Silva descubran que forman parte de un ampl¨ªsimo y potente movimiento que piensa el cine como instrumento de transformaci¨®n y que se llam¨® Nuevo Cine Latinoamericano. Su pel¨ªcula, concebida desde lo local, se hace eco de otras obras de todo el continente, tanto del documental de Jorge Sanjin¨¦s, Fernando Solanas o Santiago ?lvarez, como de la ficci¨®n surreal de Glauber Rocha.
El homenaje a Marta Rodr¨ªguez que presenta, a partir de este lunes, la Mostra Internacional de Films de Dones incluye dos pel¨ªculas magistrales, que muestran las dos caracter¨ªsticas principales de su cine de las d¨¦cadas de 1970 y 1980: el compromiso vital con la causa indigenista, en especial de la regi¨®n del Cauca, y la construcci¨®n f¨ªlmica de una subjetividad y una memoria ind¨ªgena colectiva y rebelde. Las dos pel¨ªculas, Campesinos (1973-1975) y Nuestra voz de tierra: memoria y futuro (1974-1982), son reflejo de las dos prioridades del Consejo Regional Ind¨ªgena del Cauca (CRIC): la recuperaci¨®n de una memoria colectiva de las luchas y opresiones ind¨ªgenas y la ocupaci¨®n de los latifundios como m¨¦todo de supervivencia y lucha.
Mientras que Nuestra voz de tierra documenta y reconstruye las acciones de recuperaci¨®n de las tierras, con toques m¨ªticos, momentos de humor y ternura y su poquillo de ¨¦pica, quiz¨¢ sea Campesinos la que mejor exponga la singularidad del cine de Silva y Rodr¨ªguez. Esta singularidad se podr¨ªa definir como usar la metodolog¨ªa del cine etnogr¨¢fico, pero no para facilitar la comprensi¨®n de las culturas ajenas por parte de los miembros de la cultura oficial, sino para ponerla al servicio de la propia comunidad en la que viven. As¨ª Campesinos, que en una visi¨®n distra¨ªda podr¨ªa parecer un panfleto militante, con sus citas de Marx y sus im¨¢genes de oligarcas complaci¨¦ndose en sus privilegios, es en realidad un complej¨ªsimo artefacto de memoria, compuesto de im¨¢genes cotidianas, im¨¢genes ajenas, relatos orales, retazos de m¨²sica propia y ajena, textos recopilados y s¨ªmbolos, montado seg¨²n las t¨¦cnicas mnemot¨¦cnicas propias de las culturas orales, como las que describe Frances Yates en El arte de la memoria. En ese sentido, la herencia del cine de Rodr¨ªguez y Silva no ser¨ªan tanto las pel¨ªculas de Ciro Guerra y su recuperaci¨®n de la cultura ind¨ªgena, como ese documentalismo militante que cede el control de las c¨¢maras (algo que tambi¨¦n hizo y hace Marta Rodr¨ªguez) y que se concibe como medio de creaci¨®n de sentido, por ejemplo, la obra de los chilenos Carolina Adriazola y Jos¨¦ Luis Sep¨²lveda, en especial Cr¨®nica de un comit¨¦ (2015).
Esta valiosa retrospectiva se centra en la primera etapa de la obra de Marta Rodr¨ªguez, la que comparti¨® con Jorge Silva, y abre el apetito de ver m¨¢s, de seguir ese hilo conductor de su obra que es la lucha ind¨ªgena contra las sucesivas encarnaciones de su explotaci¨®n: el colonialismo, la oligarqu¨ªa y el latifundismo, el narcotr¨¢fico, la globalizaci¨®n y la violencia medioambiental. S¨ª podremos ver Amor, mujeres y flores (1984-1989), donde el enemigo ya es esa combinaci¨®n de globalizaci¨®n comercial y productos qu¨ªmicos homicidas, que convierten algo tan aparentemente buc¨®lico como un ramo de flores en un arma letal para quienes los cultivan en condiciones inhumanas. Pero, hoy que la pandemia ha golpeado de manera inesperada a tantas personas y que ha ahondado y agravado hasta extremos a¨²n desconocidos una crisis social acuciante, probablemente la pel¨ªcula del ciclo que nos apele m¨¢s profundamente sea Nacer de nuevo (1986-1987), retrato de una mujer superviviente de la explosi¨®n en 1987 del volc¨¢n Nevado del Ruiz y que est¨¢ tambi¨¦n te?ida del proceso de duelo personal de la cineasta tras la muerte prematura de su pareja.
En Nacer de nuevo, su protagonista, Mar¨ªa Eugenia Vargas, se afana en convertir en un hogar la carpa de la Cruz Roja en la que lleva un a?o viviendo, con sus cortinas trenzadas y su chifonier; agradece los env¨ªos de la cooperaci¨®n internacional como regalos que se le hacen personalmente (la gallina que le mand¨® Fidel, el vestido que le trajeron de Holanda) y afirma que no est¨¢ dispuesta a perder el valor, ese valor que es tenacidad y que es la caracter¨ªstica que mejor define a todos los personajes del cine de Marta Rodr¨ªguez. Porque ¡°hace falta valor¡±, dice Mar¨ªa Eugenia, con tono suave y nada declamatorio, ¡°hace falta valor, valor hasta pa¡¯ morir¡±.
Retrospectiva: Marta Rodr¨ªguez. Mostra Internacional de Films de Dones de Barcelona. Disponible en Filmin del 1 al 14 de junio.
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