Que Venecia no muera
Pol¨ªticos y empresarios impusieron un modelo econ¨®mico basado en el turismo de masas que elimina las consideraciones ambientales o de cohesi¨®n social
Desde el avi¨®n que descend¨ªa para el aterrizaje vi Venecia en la luz oblicua y dorada del atardecer, los canales y las c¨²pulas, las islas dispersas sobre la laguna, el cielo con un resplandor suave como de fresco de Tiepolo. Me fij¨¦ m¨¢s porque hac¨ªa mucho tiempo que no visitaba la ciudad, y porque esta vez tampoco iba a quedarme en ella. Venecia era el destino de mi vuelo, pero no el de mi viaje, porque en el aeropuerto alguien me recoger¨ªa para llevarme a otra ciudad en el V¨¦neto. Venecia era esa visi¨®n prodigiosa y fugaz, y yo pens¨¦ con tristeza o resignaci¨®n que casi lo prefer¨ªa, por no verme sumergido entre la muchedumbre tur¨ªstica que estar¨ªa inundando la ciudad, esa tarde de finales de septiembre. Desde la ventanilla del avi¨®n reconoc¨ªa torres y c¨²pulas, y me acordaba de viajes de hace muchos a?os que han dejado en m¨ª una memoria indeleble: tambi¨¦n ve¨ªa, altos y masivos sobre la l¨¢mina quieta del mar, los cruceros que se acercaban como emisarios de una armada invasora.
Era hace menos de un a?o y era tambi¨¦n hace mucho tiempo, porque ahora s¨¦ que viv¨ªamos en otra ¨¦poca. Ahora hemos vuelto, no sin provecho, a los viajes virtuales de recuerdos y los libros. Me acuerdo de Venecia porque he le¨ªdo, y empezado por segunda vez, un libro reci¨¦n traducido de Salvatore Settis, Si Venecia muere, una reflexi¨®n y un manifiesto, un panfleto indignado y riguroso sobre la singularidad c¨ªvica y est¨¦tica y las amenazas que penden sobre la ciudad, pero no solo sobre ella. Para Settis, que es uno de los grandes historiadores italianos del arte, y tambi¨¦n una especie de valeroso agitador pol¨ªtico, el peligro de muerte o colapso que sufre Venecia se parece mucho al de otras grandes ciudades de Italia, y al de idea misma de la ciudad como organismo y ecosistema de convivencia humana. El crecimiento incontrolado, el dominio de los especuladores, la corrupci¨®n y la frivolidad pol¨ªtica, el sometimiento de todos los valores a la primac¨ªa del dinero, se al¨ªan para despojar a la ciudad de su condici¨®n de espacio compartido ¡ªno solo entre los ciudadanos de ahora: tambi¨¦n entre los que vivieron en ella en el pasado y los que la habitar¨¢n cuando nosotros no estemos¡ª.
La ciudad, por definici¨®n, es de todos y de ninguno: la presi¨®n del mercado inmobiliario y de los intereses particulares deja sin efecto las leyes o las cambia a su medida. En Venecia, pol¨ªticos y empresarios impusieron un modelo econ¨®mico basado en el turismo de masas, y por lo tanto, en la eliminaci¨®n de consideraciones ambientales o de cohesi¨®n social de la ciudad. El beneficio que dejan los habitantes de esos cruceros que Settis equipara a rascacielos especulativos no compensa el da?o que su volumen y su n¨²mero causan a las estructuras fr¨¢giles sobre las que se asienta la ciudad. Venecia se despuebla de personas reales y es ocupada por presencias a las que Settis llama ectoplasmas, gente rica que compra apartamentos a precios alt¨ªsimos para ocuparlos solo unos d¨ªas al a?o.
Settis es un historiador muy sabio y un polemista elocuente, que escribe una prosa clara y limpia, muy bien traducida por Nuria Mart¨ªnez Dea?o. Las cifras las maneja con tanta contundencia como los argumentos. En 1951 Venecia ten¨ªa 174.808 habitantes censados. En 2014 quedaban 56.664. En diciembre de 2019, a?aden en la edici¨®n espa?ola del libro, hab¨ªan bajado a 52.996. En 1950 hubo en la ciudad 1.924 nacimientos y 1.932 muertes. En 2000, los nacidos fueron 404, y los muertos, 1.508. Si el turismo multitudinario es el ¨²nico modelo econ¨®mico posible para Venecia, lo estar¨¢ siendo a costa de su desaparici¨®n como ciudad en el sentido pleno de la palabra.
Cabe la posibilidad de convertirla en un parque tem¨¢tico, en un simulacro de s¨ª misma. Settis disfruta mucho enumerando otras Venecias espurias que se multiplican por el mundo, m¨¢s espectaculares, mejor acabadas, mucho menos inc¨®modas que la Venecia real. En Las Vegas, el Venetian Resort Hotel tiene, adem¨¢s de 8.000 habitaciones y un casino anexo, una Venecia con canales y g¨®ndolas y r¨¦plicas del campanario de San Marcos y del puente Rialto, entre otras atracciones. Sophia Loren en persona la inaugur¨® en 1999, desplaz¨¢ndose en una g¨®ndola motorizada. En Macao, en otro de los hoteles con casino m¨¢s grandes del mundo, la Venecia que se ha copiado no es ya la real, al fin y al cabo complicada y confusa, sino la Venecia del Venetian Resort Hotel de Las Vegas. Despojada de sus habitantes comunes, y por lo tanto desprovista de su vitalidad civil, la Venecia verdadera casi puede llegar a ser un suced¨¢neo sin lustre de las otras Venecias de Las Vegas, o Macao, o la que est¨¢ en el New South China Mall de Dongguan, cerca de Hong Kong, en la que adem¨¢s se encuentra mezclada con r¨¦plicas de Roma, ?msterdam, Par¨ªs, las pir¨¢mides de Egipto y una isla del Caribe, entre otras atracciones.
Salvar Venecia, o cualquier otra ciudad bella, agitada, vivible, de Italia y de cualquier otra parte, es lograr que prevalezca el esp¨ªritu igualitario de la democracia sobre los intereses especulativos, que el espacio p¨²blico pertenezca a las personas y no a las corporaciones ni a los coches, que las innovaciones y los cambios necesarios se planeen respetando la forma espec¨ªfica y la continuidad que cada ciudad ha ido manteniendo a lo largo del tiempo, procurando que no se rompa el equilibrio entre la obra humana y la naturaleza, tan delicado como el que une el pasado y el porvenir, a trav¨¦s del presente. Salvatore Settis, en 2014, propon¨ªa una Venecia con viviendas accesibles para j¨®venes y para emigrantes, con limitaciones severas a la ¡°desenfrenada reutilizaci¨®n tur¨ªstico-hotelera de los edificios y la proliferaci¨®n de segundas residencias¡±; tambi¨¦n recuperar terrenos agr¨ªcolas, incentivar la investigaci¨®n y la formaci¨®n profesional y universitaria, las residencias para estudiantes: ¡°Hace falta un nuevo pacto de ciudadan¨ªa, que ha de comenzar por un fuerte compromiso de quienes se sienten ciudadanos que incite a las instituciones y a los pol¨ªticos a mirar la ciudad con una mirada creativa¡±.
Hace solo seis a?os, cuando el libro se public¨® en italiano, todo esto habr¨ªa parecido insensato, o quim¨¦rico. Hoy, cuando hemos visto con nuestros propios ojos la imprudencia suicida de sacrificarlo todo al turismo de masas, y hemos podido caminar y respirar por las ciudades, el manifiesto de Salvatore Settis se lee como un programa de activismo ciudadano.
Si Venecia muere. Salvatore Settis. Traducci¨®n de Nuria Mart¨ªnez Dea?o. Turner, 2020. 192 p¨¢ginas. 17,90 euros
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