Chismes, rumores y cotilleos en torno a un torero llamado Enrique Ponce
Personaje popular, el diestro valenciano es uno de los grandes toreros de la historia
Periodistas de distintos medios dedicados a la vida y milagros de los personajes populares han examinado estos d¨ªas a distintos cr¨ªticos taurinos para bucear en las circunstancias personales de Enrique Ponce, un torero en la picota del cotilleo nacional.
Y las preguntas, m¨¢s o menos, se repet¨ªan en todos los casos: ?se considera a Ponce una figura del toreo? ?cu¨¢nto crees que gana cada tarde? ?has o¨ªdo que pueda atravesar una dif¨ªcil situaci¨®n econ¨®mica? ?qu¨¦ se comenta en su entorno sobre su vida sentimental??qu¨¦ sabes de la ¨ªntima relaci¨®n entre el matrimonio Ponce-Cuevas y el cantante Luis Miguel?...
La ¨²nica respuesta posible es que s¨ª, que Enrique Ponce es una reconocida figura del toreo, considerado por todos un catedr¨¢tico, un torero de ¨¦poca, cuajado de eximias cualidades taurinas y salpicado de algunos defectos. Todo lo dem¨¢s no interesa al cr¨ªtico, y pertenece a la intimidad de la persona.
Llama la atenci¨®n, no obstante, que lo importante -que es un torero de una pieza- no sea materia de conocimiento del periodismo actual. Con excesiva frecuencia, la profesi¨®n period¨ªstica habla de los toros y los toreros como si estos fueran vecinos de una galaxia extraterrestre.
Se le reconoce una cabeza privilegiada y una vocaci¨®n enfermiza
Es verdad que ser aficionado a la tauromaquia no es pol¨ªticamente correcto, ni moderno ni progresista a los ojos de la sociedad bienpensante de este pa¨ªs. Por ello, quiz¨¢, los periodistas preguntan con cierta distancia, con desapego, como para no contaminarse¡
Quiz¨¢, por ello, Enrique Ponce, uno de los m¨¢s grandes toreros de la historia, no interesa m¨¢s que como personaje popular. Pero como eso es injusto, parcial, injustificado y arbitrario, bien est¨¢ utilizar este blog y un t¨ªtulo rompedor y llamativo, pero cierto, para atraer la atenci¨®n de los esc¨¦pticos sobre la figura del torero valenciano.
Seguro que m¨¢s de uno iniciar¨¢ la lectura con estas tres palabras m¨¢gicas -chismes, rumores, cotilleos- que a la mayor¨ªa de este pa¨ªs obnubila la raz¨®n. Pero si alguien se siente tentado de seguir, aqu¨ª va una raci¨®n de buenos motivos para reconocer y admirar a un torero.
Enrique Ponce ha cumplido 48 a?os; naci¨® en Chivas (Valencia) el 8 de diciembre de 1971, y no ha perdido el tiempo. Su infancia, adolescencia, juventud y madurez -toda la vida- la ha dedicado al toro. Y no est¨¢ loco. Por el contrario, ha demostrado que posee una cabeza privilegiada, una inteligencia fuera de lo com¨²n, y una vocaci¨®n -eso s¨ª- enfermiza.
Pocas personas como un torero son capaces de someter su existencia a la realizaci¨®n de un sue?o. Y Ponce, adem¨¢s, ha tenido suerte porque su esfuerzo, su sacrificio y su empe?o le han merecido la pena. Ponce ha alcanzado la gloria como la entienden los toreros, que es contar con el reconocimiento de aficionados y profesionales, y la consideraci¨®n de figura, equivalente a eximio artista, que goza de una privilegiada posici¨®n en el podio de los grandes. Sus cr¨ªticos, que tambi¨¦n los tiene, destacan su fr¨ªo academicismo, lo que le ha impedido, quiz¨¢, ser un arrebatador de masas. Pero cuenta con el respeto un¨¢nime de todos los aficionados, incluso de aquellos que no comulgan con su tauromaquia.
Se ha dicho casi todo de Ponce torero -figura hist¨®rica, un elegido, artista incombustible, due?o de la t¨¦cnica, (que le ha permitido visitar pocas veces las enfermer¨ªas), el conocimiento y la elegancia, clarividente, que ha roto todos los r¨¦cords, que ha salido a hombros de todas las plazas, ha abrazado todos los trofeos y ha indultado toros suficientes (parece que 52) para hacer una ganader¨ªa-, y de Enrique persona -mantiene su cara de ni?o bueno, discreto, sencillo, exquisito, encantador, buen hijo, padre cari?oso, cat¨®lico de fuertes convicciones, ¡®un regalo del cielo¡¯, dec¨ªa su esposa en 2015-, y algo m¨¢s: amante de la moda, el golf, la caza y el esqu¨ª, tiene buen o¨ªdo, canta boleros y rancheras, y es amigo de Julio Iglesias y del mexicano Luis Miguel.
Contaba con solo 8 a?os cuando tore¨® su primera becerra, y con 9 mont¨® la espada ante un becerro. A los 10 entr¨® en la Escuela Taurina de Valencia, y a los 15 -el 10 de agosto de 1986- debut¨® de luces en Baeza. Y el culpable fue su abuelo materno, Leandro Mart¨ªnez, quien cuando su nieto era un ni?o lo convenci¨® para que abandonara la pelota (¡°?ves, Enrique, lo peligroso que es el f¨²tbol?¡±, le dijo con motivo de una leve lesi¨®n), y encaminara sus pasos hacia el toro.
No ten¨ªa mal ojo el veterano aficionado.
Su toreo, al igual que su imagen, se ha vuelto cursi, remilgado y artificioso
Ponce debut¨® con picadores el 9 de marzo de 1988 en Castell¨®n, y el 16 de marzo de 1990 tom¨® la alternativa en la feria de Fallas, con Joselito como padrino, y Litri de testigo.
Muy pronto sorprendi¨® por sus buenas maneras y amueblada cabeza delante de los toros. Los triunfos llegaron en cascada, y las aficiones de Madrid, Sevilla y Bilbao, entre otras, se le rindieron incondicionalmente cuando a¨²n conservaba su apariencia de semblante imberbe.
Cuatro tardes ha salido a hombros por la puerta grande de Las Ventas, una sola vez ha disfrutado la miel de la Puerta del Pr¨ªncipe de la Maestranza, en seis ocasiones ha sido el triunfador de la feria de Bilbao¡ y as¨ª por todas y cada una de las plazas espa?olas, francesas y americanas.
Porque Am¨¦rica es el otro gran feudo de Enrique Ponce. Es un ¨ªdolo en M¨¦xico, y una figura incontestable en Colombia, Per¨², Ecuador¡
En total, casi 2.500 festejos (de 1992 a 2001 no baj¨® de las 100 corridas anuales), m¨¢s de 5.000 toros lidiados¡
Ha cumplido ya 30 a?os en activo. Una larga carrera; tan extensa en el tiempo como fruct¨ªfera en lo art¨ªstico, pero excesivamente prolongada.
Nadie es perfecto, sin duda.
Ponce no piensa en la retirada; por el contrario, repite que se encuentra mejor que nunca y, entre rumores de que atraviesa desde hace tiempo una dif¨ªcil situaci¨®n econ¨®mica, se apunta a todo tipo de festejos, en plazas de primera o cuarta, en Espa?a o m¨¢s all¨¢ del Atl¨¢ntico, como si en ello le fuera la vida. De hecho, su nombre es el que m¨¢s se repite en los pocos carteles que se anuncian este at¨ªpico verano. Casi siempre, eso s¨ª, con toros que le permitan un cierto desahogo en el ruedo. Ciertamente, esta insistencia es un error. Ponce ya lo ha dicho todo y su presencia en los carteles no hace m¨¢s que cerrar el paso a los m¨¢s j¨®venes.
Asimismo, su toreo se ha vuelto cursi, remilgado y artificioso -al igual que su propia imagen- en la b¨²squeda, quiz¨¢, de nuevos resortes art¨ªsticos que no ha encontrado.
Es verdad, por otro lado, que ha combinado su profesi¨®n con una intensa vida social de la mano de la que ha sido su esposa durante 24 a?os. Ambos han sido el perejil de muchas fiestas y portada de revistas del coraz¨®n.
Ha cultivado tambi¨¦n amistades de alto copete en el mundo de la m¨²sica. Le gusta cantar y no hace mucho anunci¨® que este a?o grabar¨ªa un disco que le estaba preparando el grupo Materia Prima, en el que har¨ªa una colaboraci¨®n especial Julio Iglesias.
No debe sorprenderse el torero -¨¦l mismo parece sentirse c¨®modo en ese terreno- si la llamada ¡®prensa del coraz¨®n¡¯ se interesa ahora por sus devaneos m¨¢s ¨ªntimos; ese es el peaje que deben pagar quienes se adentran en el pantanoso mundillo de la popularidad.
Pero los periodistas de la ¡®vida social¡¯ y los millones de cotillas que los siguen no deben olvidar que Enrique Ponce es un triunfador por m¨¦ritos propios, un referente del valor, del esfuerzo y la entrega a una vocaci¨®n, un heroico artista, un torerazo¡ imperfecto A fin de cuentas, un ser humano privilegiado con sus errores a cuestas¡
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