Ted Chiang, el humanista de la deshumanizaci¨®n
Los cuentos de 'Exhalaci¨®n' son una profunda reflexi¨®n sobre asuntos como la ¨¦tica de las m¨¢quinas, el libre albedr¨ªo o la fragilidad de la memoria
"Nadie quiere pasarse la vida formulando preguntas y filtrando resultados¡±. No es cierto. Ted Chiang s¨ª, y es lo que hace en sus cuentos, cercanos a la especulaci¨®n y la conjetura, dispuesto a lanzar hip¨®tesis y consignar los corolarios que se desprenden de las sugestivas propuestas que ofrece su mente. Al aclamado autor e inform¨¢tico neoyorquino le interesa abordar los conflictos ¨¦ticos y etol¨®gicos que se desprenden de la relaci¨®n entre el hombre y la m¨¢quina, no a la manera de los textos agoreros como el alarmista Yo, robot, de Asimov, o 2001. Una odisea del espacio, de Arthur C. Clarke, y su rebelde computadora Hal, sino desde la serena ¨®ptica del cient¨ªfico que no pretende desarrollar un drama dist¨®pico, sino plantear su contingencia a la vez que reflexionar sobre la forma en que alterar¨ªa el orden natural de las cosas.
Su inter¨¦s por el efecto que produce en el hombre la sofisticaci¨®n tecnol¨®gica trae a la memoria algunos libros de J. G. Ballard, y su estilo camale¨®nico es capaz de parecer ensayo, reportaje, plegaria o cuento. Fluct¨²a en el volumen la literariedad de su literatura, de modo que algunos textos se acomodan al modo de hacer borgesiano, presentando la ficci¨®n como hija de la realidad y el ensayo, y otros eligen una imaginaci¨®n m¨¢s desatada. Desde luego Chiang no es prol¨ªfico ¡ªapenas una veintena de relatos en tres d¨¦cadas¡ª, pero sin duda no es banal, y por las venas de su literatura multiforme y experimental, que se nutre del hibridismo entre pensamiento y creatividad, corre mucha filosof¨ªa, y no precisamente barata. Que haya incluido en el volumen notas acerca del origen y de la composici¨®n de los relatos no hace sino subrayar el talante ensay¨ªstico de su ficci¨®n, a cuya calidad no le conviene la adscripci¨®n a g¨¦nero alguno.
¡®El comerciante y la puerta del alquimista¡¯ trastorna el tema cl¨¢sico del viaje en el tiempo que asociamos a H. G. Wells. ¡®La ni?era autom¨¢tica, patentada por Dacey¡¯ se disfraza de cr¨®nica period¨ªstica que plantea c¨®mo ser¨ªa posible mejorar la educaci¨®n de los ni?os sirvi¨¦ndose de las m¨¢quinas convirtiendo aut¨®matas en pedagogos. Un nuevo Emilio, de Rousseau, con ecos del g¨¦nero g¨®tico y del horror cotidiano del maestro Lovecraft, al que cita en ¡®Lo que se espera de nosotros¡¯. En ¡®La verdad del hecho, la verdad del sentimiento¡¯ se discurre acerca de la memoria, y a Funes el memorioso, de Borges, tal vez le hubiese encantado disponer de Remem, el software que permite disponer de una memoria hipermn¨¦sica y exenta de las fantas¨ªas del recuerdo o la intoxicaci¨®n de lo factual por lo emocional. Una memoria artificial puede mejorar los recuerdos, pero desvirtuarnos o malograr nuestro sosiego vital, al fin y al cabo el pasado no es sino como uno lo recuerda y, como escribi¨® Margaret Atwood en El cuento de la criada, ¡°una gran tiniebla llena de resonancias¡±. Un androide confiesa en 'Exhalaci¨®n' haber descubierto el delicado secreto de su existencia, entre la mec¨¢nica y la metaf¨ªsica. Se esboza una civilizaci¨®n en el laboratorio de sus 20 p¨¢ginas y sobrecoge la conciencia que esa civilizaci¨®n puede alcanzar a tener de su propia futura extinci¨®n. El Prisma de ¡®La ansiedad es el v¨¦rtigo de la libertad¡¯ es un artilugio adictivo que permite relativizar las decisiones del individuo devaluando su alcance moral. ¡®Lo que se espera de nosotros¡¯, escrito con la precisi¨®n de un silogismo, se vale de la invenci¨®n de otro nocivo gadget, el Pronostic, para jugar a desmentir la existencia del libre albedr¨ªo. Chiang ha querido darle al texto la forma de un aviso a navegantes que no desperdicia la ocasi¨®n de contribuir a la cr¨ªtica de nuestra civilizaci¨®n: ¡°Finjan que tienen libre albedr¨ªo. Es esencial que se comporten como si sus decisiones contaran. Ahora la civilizaci¨®n depende del autoenga?o¡±.
Tambi¨¦n ¡®?nfalo¡¯ es toda una cosmogon¨ªa a la vez que una disquisici¨®n sobre el creacionismo y el modo en que ciencia y religi¨®n est¨¢n condenadas a convivir, se ocupa del libre albedr¨ªo, ¡°cuando tomamos una decisi¨®n provocamos un resultado que no puede reducirse al funcionamiento de las leyes de la f¨ªsica. Cada acto de volici¨®n es, como la creaci¨®n del universo, una causa primera (¡) La ciencia no es la b¨²squeda de la verdad. Es la b¨²squeda de un prop¨®sito¡±. En ¡®El gran silencio¡¯, donde las ideas vuelven a pesar m¨¢s que las tramas, el inter¨¦s por el contacto humano con inteligencia alien¨ªgena entronca con Solaris, de Stanislaw Lem, pero Chiang desaf¨ªa la tradici¨®n y sustituye el cosmos por un papagayo. ¡®El ciclo de vida de los elementos de software¡¯ se inventa una mascota digital, el Digiente, para debatir si es preciso instituir un c¨®digo ¨¦tico para lidiar con la inteligencia artificial.
En una ¨®rbita distinta de la envergadura de proyectos como el de la serie Canopus en Argos, de Doris Lessing, o del Ciclo de Hainish, de Ursula K. Le Guin, los relatos de Chiang resultan tentativas de construcci¨®n de textos mayores que no es preciso concebir, brillantes ejercicios de ficci¨®n especulativa alrededor de la tecnolog¨ªa como inductora de un pensamiento cr¨ªtico acerca de c¨®mo los seres humanos reaccionamos ante nuestras propias conquistas, la tecnolog¨ªa que nos cuestiona y nos reinventa mientras tratamos de no olvidar ¡°la maravilla que constituye la existencia¡±. El humanista de la deshumanizaci¨®n.
Exhalaci¨®n
Ted Chiang
Traducci¨®n de Rub¨¦n Mart¨ªn Gir¨¢ldez
Sexto Piso, 2020
348 p¨¢ginas. 22,50 euros
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.