El defensor de los heterodoxos
La reedici¨®n del primer libro del historiador Alberto Gil Novales, 'Las peque?as Atl¨¢ntidas', nos acerca a la cultura espa?ola de mediados del siglo pasado y sus mentes m¨¢s ilustradas
En junio de 1952, Alberto Gil Novales ten¨ªa 22 a?os, hab¨ªa terminado la carrera de Derecho y quer¨ªa ser historiador. No me consta c¨®mo supo la direcci¨®n postal de Alberto Jim¨¦nez Fraud en su exilio de Oxford, pero, en aquella fecha, escribi¨® al antiguo director de la Residencia de Estudiantes una carta conmovedora que se?alaba un destino: ¡°?Cu¨¢l puede ser para nosotros el esp¨ªritu de unos Residentes que perdieron, sin haberla conocido, la Residencia? Esperar, esperar, pero tenemos un agudo dolor ante nuestro porvenir de espa?oles¡±. Un a?o antes, leyendo las p¨¢ginas de la revista ?nsula, el joven hab¨ªa sabido de la muerte del poeta Pedro Salinas y conclu¨ªa pesaroso: ¡°Somos casi una generaci¨®n hu¨¦rfana¡¡±.
Siete a?os despu¨¦s, Gil Novales hab¨ªa escrito su primer libro, Las peque?as Atl¨¢ntidas. Decadencia y regeneraci¨®n intelectual de Espa?a en los siglos XVIII y XIX (1959), que encontr¨® dos valedores excepcionales. Se lo edit¨® Carlos Barral en la inolvidable Biblioteca Breve, donde el hermano de Alberto, el novelista y dramaturgo Ram¨®n, ya hab¨ªa traducido alg¨²n libro. Y el t¨ªtulo, Las peque?as Atl¨¢ntidas, fue una sugerencia de Salvador Espriu, admirado escritor, vecino y amigo de los Gil Novales en Barcelona (Espriu debi¨® de leer en su reimpresi¨®n de 1936 un art¨ªculo de Ortega y Gasset, Las Atl¨¢ntidas, que hablaba de la curiosidad de entonces por ¡°las culturas sumergidas y evaporadas¡±, como la egipcia y la asiria. Y pens¨® que las Atl¨¢ntidas de Gil Novales eran m¨¢s modestas y cercanas pero que estaban igualmente olvidadas).
Con el tiempo, Alberto Gil Novales fue catedr¨¢tico de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona y de la Complutense, escribi¨® estudios imprescindibles sobre la historia del liberalismo espa?ol en la primera mitad del siglo XIX y, tras haber presentado una temprana tesis doctoral sobre Joaqu¨ªn Costa, public¨® memorables trabajos sobre su obra. Manos amigas han rescatado ahora este libro de 1959 cuya prosa tiene alguna huella del Azor¨ªn m¨¢s regeneracionista, que est¨¢ muy bien escrito y donde se habla con una mezcla de humor y noble vehemencia de algunas cosas olvidadas. Pero que, sobre todo, nos suscita la imagen de un tiempo (no tan remoto¡) en el que escribir sobre heterodoxos no era la mejor recomendaci¨®n para un curr¨ªculo, en el que una carta dirigida a un maestro exiliado pod¨ªa ser una heroica profesi¨®n de fe y en el que persist¨ªa el respeto por la verdadera jerarqu¨ªa intelectual. Por eso, sin duda, el mayor poeta catal¨¢n de su tiempo y el editor joven de m¨¢s porvenir contribuyeron a que viera la luz el primer libro de un desconocido.
Sesenta a?os despu¨¦s, otro historiador aragon¨¦s, Carlos Forcadell, ha tenido la buena idea de reeditar el volumen, sin m¨¢s a?adidos que su oportuno pr¨®logo orientador y las notas a pie de p¨¢gina precisas para situar a aquellos personajes, a los que Gil Novales cede habitualmente la palabra, mediante generosas citas de sus textos. All¨ª comparecen los preceptos de las Leyes de Indias, promulgados por Carlos II pero que nadie obedeci¨®, y el libro de un arbitrista tard¨ªo de aquella ¨¦poca (Miguel Caxa de Leruela), pero tambi¨¦n un recuerdo del ¨¢cido folleto pol¨ªtico del poeta Espronceda (El ministerio Mendiz¨¢bal). Hay semblanzas de personajes heroicos, como Jorge Juan y Antonio de Ulloa, clarividentes informantes del estado de las colonias americanas en el tiempo de Carlos III, o como el atrevido polemista ilustrado Francisco Cabarr¨²s y el incansable tribuno antiabsolutista ?lvaro Fl¨®rez Estrada.
Se habla de quienes fueron abnegados funcionarios, como los hermanos Azara: F¨¦lix, el gran naturalista al que Darwin cit¨® con admiraci¨®n, y Jos¨¦ Nicol¨¢s, diplom¨¢tico al servicio de los Borbones y autor del m¨¢s sugerente epistolario de su ¨¦poca. Y de otros que dejaron huella m¨¢s tenue, como el ge¨®grafo Isidoro de Antill¨®n y Jos¨¦ Mor de Fuentes, pol¨ªglota, poeta bastante malo, primer traductor de Goethe y autor de unas memorias que valen la pena.
En 1959, el afrancesado siglo ?XVIII no ten¨ªa buena prensa (Gil Novales conoce y cita la primera gran s¨ªntesis favorable: La Espa?a ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII, de Jean Sarrailh, en la edici¨®n francesa de 1954) y tampoco se sab¨ªa casi nada de la peripecia vital de los exiliados en los a?os fernandinos (en un ap¨¦ndice, el autor rese?a admirativamente la monograf¨ªa de otro desterrado¡ de 1939, Vicente Llorens, titulada Liberales y rom¨¢nticos. Una emigraci¨®n espa?ola en Inglaterra, que vio la luz en prensas mexicanas en 1954).
La nueva edici¨®n de Las peque?as Atl¨¢ntidas forma parte de la colecci¨®n Larumbe. Textos Aragoneses, que editan conjuntamente las m¨¢s significativas entidades culturales de la regi¨®n. Con esta entrega dobla el cabo de los 100 t¨ªtulos, lo que no es parvo m¨¦rito. Tambi¨¦n lo ha sido honrar la memoria de su autor.
'Las peque?as Atl¨¢ntidas'?
Autor: Alberto Gil Novales
Editorial: Prensas Universitarias de Zaragoza (PUZ), 2020
Formato: 175 p¨¢ginas. 18 euros
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.