La banda que puso Burgos de M.O.D.A.
El grupo presenta su cuarto disco, ¡®Ninguna ola¡¯, y prepara su vuelta a los escenarios en marzo
Una de las bandas m¨¢s populares de Espa?a compra su uniforme de trabajo en mercer¨ªas. Las camisetas interiores blancas, sin mangas, se han convertido en el s¨ªmbolo de La Maravillosa Orquesta del Alcohol, m¨¢s conocida como La M.O.D.A. Cuando los siete integrantes del grupo se quitan esa prenda se convierten en treinta?eros que comparten pasi¨®n por la m¨²sica y que se vacilan mientras pasean por Burgos.
En esa ciudad castellana comenzaron a tocar en un garaje, hasta que fueron colonizando calles, ¡°con un fr¨ªo del carajo¡±, y salas de m¨²sica, una m¨²sica donde la mezcla de estilos y la fuerza de las letras acaba encaj¨¢ndoles en esa etiqueta tan vaga como el indie espa?ol. Hace unas semanas han publicado su cuarto disco, Ninguna ola, compuesto antes de la pandemia. Su consigna es mantenerse con los pies en el suelo, pese a haber pasado en una d¨¦cada de tocar en bares peque?os a hacerlo ante 15.000 espectadores en Madrid o abarrotar el Sonorama de Aranda de Duero (Burgos).
La estructura de sus giras, comentan, les permite mantenerse conectados con su ciudad, pues nunca pasan demasiadas semanas seguidas fuera. Cinco de los componentes (David Ruiz, Joselito Maravillas, Alvar de Pablo, Caleb Melguizo y Jorge Juan Mariscal) son burgaleses; el gallego Jacobo Naya y el madrile?o Nacho Mur viajan desde la capital para ensayar dos d¨ªas semanales en la sala El Hangar, emblema de la m¨²sica en Burgos y cuartel general y de ensayos para La M.O.D.A. Hace ya demasiado tiempo que, debido a la crisis del coronavirus, este antiguo dep¨®sito de locomotoras no alberga noches de m¨²sica y debe conformarse con los acordes y las voces de un grupo con nostalgia de actuar. Lo har¨¢n en marzo en Madrid, tras m¨¢s de un a?o parados.
Burgos acoge la ruta de la banda, que recorre la ciudad, de 176.000 habitantes, se?alando lugares que han marcado su trayectoria. Hablan mucho en pasado: locales clave para su desarrollo musical y personal, como Estudio 27 o La abuela Buela, han bajado la persiana definitivamente. David y Caleb rememoran apenados aquellos bolos en este ¨²ltimo lugar, apretados para que cupiesen todos los miembros ante un p¨²blico apelotonado. El grupo coincide en que en Burgos no son La M.O.D.A, sino ¡°el hijo de¡¡±, o ¡°el compa?ero de colegio de¡¡±.
Para muestra, El Espol¨®n. Este paseo junto al r¨ªo Arlanz¨®n tiene en la tienda M¨²sica y Deportes un hist¨®rico proveedor de cultura. El escaparate muestra el vinilo de Ninguna ola y dentro una mujer compra el disco, ajena a que la banda charla a unos metros. Una vez los ve, les obsequia con un escueto ¡°enhorabuena¡± y una sonrisa que traspasa la mascarilla.
El cantante, David Ruiz, pone voz a la reflexi¨®n que hacen sobre la fama: ¡°Nos hemos preocupado de no regar esas plantas¡±. A¨²n les da verg¨¹enza estar tomando algo y que suenen de repente sus canciones.
Uno de los rasgos de su m¨²sica es la variedad de dimensiones que retrata. Temas como N¨®madas plasman la desaz¨®n de aquella generaci¨®n que tuvo que buscarse la vida entre negativas y el ¡°ya te llamaremos¡±; Campo Amarillo se ha convertido en un himno para quienes han sentido aquello que dice de ¡°ya van quedando vac¨ªos los pueblos, ya van perdiendo los ni?os sus sue?os¡±. El grupo reh¨²ye de etiquetas que los proclaman un s¨ªmbolo contra la despoblaci¨®n de la Espa?a vaciada: se contentan con provocar emociones. Tampoco quieren que letras como las de Conduciendo y llorando, que menciona ¡°bocas de metro mastican piernas y pies cansados¡±, se entiendan como una cr¨ªtica a la gran ciudad.
La formaci¨®n menciona con cari?o a los due?os de aquellos lugares que los han ayudado. En el Acuarium, por ejemplo, se sirven verdejos, riberas, ca?as y discos de bandas locales. La M.O.D.A ocupa un puesto preferente. El due?o del local aprovecha para vender un par de discos que el grupo dedica rotulador en mano y con la espalda de un compa?ero como tablero. Unos instantes sin mascarilla para dar cuenta de unas croquetas calentitas le bastan a una ni?a rub¨ªsima para reconocer a los m¨²sicos. La peque?a se dirige al vocalista: ¡°T¨² ibas a comprar jengibre donde mi mam¨¢¡±. Todos r¨ªen antes de hacerse una foto de familia ante los soportales donde hace unos a?os, muertos de fr¨ªo y vivos de sue?os, empezaron a ponerse de moda.
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