Los errores de Aza?a que facilitaron el golpe del 36
El historiador ?ngel Vi?as muestra en su nuevo libro c¨®mo la ineficacia de los dirigentes republicanos despej¨® el camino a la sublevaci¨®n
El historiador ?ngel Vi?as (Madrid, 80 a?os) salva en su nuevo libro a pocos de los personajes, en la derecha y en la izquierda, que marcaron la historia de Espa?a durante los meses previos a la intentona golpista del 18 de julio de 1936 que degener¨® en Guerra Civil. Unos por conspiradores contra el r¨¦gimen legal y otros por su ineficacia para ahogar el evidente ruido de sables.
El libro se titula El gran error de la Rep¨²blica (Cr¨ªtica). Vi?as, catedr¨¢tico em¨¦rito de la Universidad Complutense de Madrid, dice, por tel¨¦fono, que su nueva obra ¡ªha publicado una veintena de libros de historia desde 1974¡ª ¡°es producto de la pandemia¡±. Le dio el tiempo justo de ¡°ver papeles¡± hasta poco antes del confinamiento y la escribi¨® durante el encierro. Con esta publicaci¨®n celebra tambi¨¦n su cumplea?os.
?Cu¨¢les son esos papeles que consult¨®? Vi?as reconoce que ha elaborado un ¡°relato complicado, pero anal¨ªtico, con documentos del Gobierno de la Rep¨²blica que reflejaban la informaci¨®n que recib¨ªa sobre lo que ocurr¨ªa en los cuarteles¡±. Tambi¨¦n, informes que los embajadores franc¨¦s e ingl¨¦s en Madrid enviaban a sus pa¨ªses sobre el runr¨²n de los militares, y luego los que el historiador considera fundamentales para esta obra, los del Archivo Militar de ?vila sobre la Uni¨®n Militar Espa?ola (UME), la asociaci¨®n clandestina de jefes y oficiales fundada en agosto de 1934, tras las reformas del Ej¨¦rcito ejecutadas por Manuel Aza?a como ministro de Guerra.
En la UME estaban algunos de los cabecillas de la futura sublevaci¨®n, que hicieron circular ¡°documentos de propaganda para lavar el cerebro a otros militares y distribuirlos en los cuarteles¡±. ¡°La UME no se limitar¨¢ a usar la fuerza contra los traidores a Espa?a [¡] Barrer¨¢ del Gobierno a quienes los alienten¡±, proclamaba una de sus octavillas. El mensaje central, acentuado tras el triunfo de las izquierdas en las elecciones de febrero de 1936, es que en Espa?a se quer¨ªa implantar por la fuerza una revoluci¨®n comunista y que hab¨ªa que evitarlo. Incluso en alg¨²n panfleto se advierte de que en la aniquilaci¨®n del pa¨ªs iban a participar ¡°los hebreos expulsados de la Pen¨ªnsula por los Reyes Cat¨®licos que han conservado la esperanza de venganza¡±. Contra esa agitaci¨®n, amplificada, subraya Vi?as, por diarios como el Abc, no surgi¨® una r¨¦plica contundente del Gobierno. Entre los anexos del libro figura un listado de casi 2.000 miembros de la UME.
Un esp¨ªa en la UME
La Direcci¨®n General de Seguridad (DGS), dependiente del Ministerio de la Gobernaci¨®n, logr¨® ¡°meter a un esp¨ªa en la c¨²pula de la UME, por lo que el Gobierno sab¨ªa lo que pasaba, pero Aza?a, ya como presidente del Consejo de Ministros, se carga en febrero del 36 al equipo de la DGS¡±. ?Por qu¨¦? Ese esp¨ªa, que actuaba bajo el seud¨®nimo de Manrique, hab¨ªa informado en 1935 de que la UME estaba ¡°dividida entre los que quieren dar ya el golpe, como el general Manuel Goded [que ser¨¢ condenado por rebeli¨®n y fusilado el 12 de agosto de 1936] y los que no, como Franco¡±. El embajador de Francia transmiti¨® a Par¨ªs una conversaci¨®n con Aza?a reci¨¦n nombrado este presidente del Gobierno: ¡°La supuesta agitaci¨®n de los militares no consiste sino en conversaciones de caf¨¦ entre oficiales mon¨¢rquicos [¡]¡±, le asegur¨® Aza?a al diplom¨¢tico. En los dos meses previos a la sublevaci¨®n, Aza?a recibe a varios generales, entre ellos algunos de los golpistas, que le aseguraron uno por uno su lealtad a la Rep¨²blica. ¡°Lo enga?aron aviesamente¡±.
Adem¨¢s, el Ministerio de la Guerra ¡°ten¨ªa un servicio especial de informaci¨®n sobre lo que suced¨ªa, pero en la primavera del 36 deja de suministrar datos, ?por qu¨¦ no se adoptaron medidas?¡±, se pregunta Vi?as sobre estas ¡°inacciones escasamente comprensibles¡±. El historiador apunta asimismo un factor, seg¨²n ¨¦l, fundamental: ¡°Se hizo descansar la vigilancia de los conspiradores sobre los gobernadores civiles¡±, que no ten¨ªan medios para ello. Su conclusi¨®n es que ¡°no se cumpli¨® con el deber de impedir el asalto a la legalidad¡±. Junto a Aza?a, el otro nombre sobre el que carga las tintas es Santiago Casares Quiroga, jefe del Gobierno cuando se produce la rebeli¨®n. ¡°La inopia de los gobernantes republicanos es comparable a la de los dirigentes brit¨¢nicos¡± cuando cre¨ªan que Hitler no provocar¨ªa una guerra europea.
En descargo de los dirigentes republicanos, tambi¨¦n hubo cuestiones que desconoc¨ªan, ¡°como la conexi¨®n de los conspiradores con la Italia fascista, un apoyo forjado por los mon¨¢rquicos, que pr¨¢cticamente desde la ca¨ªda de Alfonso XIII urden la restauraci¨®n con ayuda de Mussolini¡±. ¡°En un archivo en Roma vi la entrevista de [Antonio] Goicoechea, el n¨²mero dos de [Jos¨¦] Calvo Sotelo en el mon¨¢rquico partido Renovaci¨®n Espa?ola con Mussolini, en octubre de 1935. Le dice que si las izquierdas ganan las elecciones, se sublevar¨¢n. Italia solo necesitaba tener las manos libres por la guerra de Abisinia¡±, lo que sucedi¨® en mayo de 1936.
¡°La supuesta agitaci¨®n de los militares no consiste sino en conversaciones de caf¨¦¡±, le dijo Aza?a al embajador de Francia
As¨ª, Vi?as dibuja los tres tent¨¢culos del golpe: el mon¨¢rquico, el fascista y el militar, e incide en el primero. ¡°Los mon¨¢rquicos estaban detr¨¢s de la UME. Lo que ocurri¨® es que estaban divididos entre los que quer¨ªan la restauraci¨®n en la persona de Alfonso XIII, que claramente conoc¨ªa la conspiraci¨®n, o en su hijo, don Juan¡±. La relaci¨®n de los mon¨¢rquicos con la otra pata, la Falange, ¡°fue financiar a pistoleros para cometer atentados y provocar¡±. Sobre las tesis que defienden una gran violencia por extremistas de derecha e izquierda en la primavera de 1936, responde: ¡°Claro que hubo muertos, pero la mayor¨ªa fueron de izquierdas, en choques con las fuerzas de orden p¨²blico y en el sur de Espa?a, porque estaba la desesperaci¨®n del hambre¡±. Tras la guerra se impuso la visi¨®n de los hechos desde la ¨®ptica que dej¨® escrita, no sin cinismo, el propio Franco: ¡°Salvamos a la naci¨®n y con ella a la Rep¨²blica; pero esta desconfiaba de nosotros. En ella no cab¨ªan las personas dignas¡±.
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