¡°Vivimos una democracia de baja intensidad y de ra¨ªces muy endebles¡±
Angel Vi?as es un historiador experto en la Guerra Civil, la Segunda Rep¨²blica y el franquismo Siempre encuentra un documento sobre el que investigar para poner la historia en su sitio justo Los libros, los papeles y su sempiterna pajarita forma parte de su personalidad Es un hombre calmado, profesor alegre y diplom¨¢tico inconformista
La Guerra Civil y sus aleda?os son su paisaje m¨¢s terrible, aunque solo lo vivi¨® en los documentos. Naci¨® en Madrid en 1941 y vive en Bruselas, donde ha trabajado como funcionario internacional; ahora, tras una pancreatitis, ha recuperado el color, acude a archivos, se sumerge en libros y papeles que lo sepultan. Quiere saber, siempre quiere saber ?ngel Vi?as. Por querer saber, un d¨ªa un cura le asegur¨® que le esperaban la horca y el infierno.
Ni en su casa, donde sus materiales son parte de la cocina, de los cuartos y de los suelos, se despoja de esa pajarita que lo convierte en una mezcla de Sherlock Holmes y de Watson. Lo he visto indignado (con otros historiadores, los que manipulan, seg¨²n ¨¦l, lo que pas¨®), y una vez lo vi p¨¢lido como una luz perezosa, cuando su perro ?scar se escap¨® de su jeep y se fue de excursi¨®n por la peligrosa entrada del aeropuerto de Bruselas. Calmado, Vi?as volvi¨® a adoptar esa actitud de profesor alegre que, sin embargo, jam¨¢s se quita de la frente la arruga del hombre que no se conforma con el pen¨²ltimo documento.
En Madrid tiene una casa de transe¨²nte, pues aqu¨ª, a su ciudad, ven¨ªa semanalmente a ense?ar. Se crio en una tienda, ¡°de perfumer¨ªa y cuchiller¨ªa¡±, en la calle de Atocha. En la casa no se hablaba de la contienda, ¡°mi padre no la sacaba en las conversaciones; era para ¨¦l un cap¨ªtulo oscuro y sombr¨ªo que estaba siempre presente, pero de la que no se hablaba¡±. Era la ¨¦poca del miedo.
Al franquismo, a sus asesinatos y a sus persecuciones, durante la guerra y despu¨¦s, ha dedicado gran parte de su carrera; en los ¨²ltimos tiempos ha indagado (para Pasado & Presente, la editorial de su buen amigo Gonzalo Pont¨®n; hasta ahora ha publicado sobre todo en Cr¨ªtica) tambi¨¦n en la financiaci¨®n del bando fascista en la Guerra Civil. Entre los hombres que ¨¦l ha ayudado a reivindicar est¨¢ Juan Negr¨ªn, y uno de los hechos que m¨¢s manipulaci¨®n han concitado, el del oro de Mosc¨², ha sido tambi¨¦n una piedra de toque de sus investigaciones.
Eran tres hermanos, dos hijos y una hija; ¨¦l era el mayor, y lo educ¨® la abuela, ¡°porque mi madre estaba en la tienda¡±. Una infancia feliz. A los diez a?os ya le¨ªa La Il¨ªada y La Odisea. No, no era lo que se respiraba en casa. ¡°Me lo inspir¨® un profesor, Jos¨¦ Aldomar Poveda, un hombre de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, maestro republicano que fue a la Escuela Normal. Estuvo en la guerra y confinado en un campo de prisioneros con Antonio Buero Vallejo y con Miguel Hern¨¢ndez¡±. Aldomar fue amigo de esos poetas. Y le dio, a?os despu¨¦s, ¡°una traducci¨®n que hab¨ªa hecho un prisionero del famoso poema If, de Rudyard Kipling, la m¨¢s brillante traducci¨®n que yo vi nunca de esos versos: en espa?ol sonaba mejor que en el ingl¨¦s original¡±.
Ese maestro era un librepensador. En 1950 llev¨® a Vi?as por la v¨ªa de la literatura. Convenci¨® a los padres para que no lo pusieran a vender perfumes y cuchillos. Una vecina, jud¨ªa emigrada, le ense?¨® alem¨¢n, ¡°?y termin¨¦ sabiendo m¨¢s gram¨¢tica alemana que los alemanes!¡±. El tr¨¢mite de la comuni¨®n (obligatoria entonces) fue interrumpido por la madre, ¡°porque no le gustaban los curas, y a mi padre, mucho menos¡±. Un cura le abri¨® los ojos del infierno. ¡°A los once a?os me enamor¨¦ de una chica, mi primer amor. Ella me convenci¨® de que fuera a confesarme con el cura al que ella iba. Era la ¨¦poca en que hab¨ªa que besar la mano a los sacerdotes por la calle. Yo deb¨ªa de tener miles y miles de pecados mortales, as¨ª que, cuando termin¨® de escucharme, aquel sacerdote me espet¨®: ¡®Hijo m¨ªo, si sigues as¨ª terminar¨¢s en la horca¡±.
La derecha espa?ola me parece poco proclive a la transacci¨®n que forma parte de la vida democr¨¢tica.
Se dijo: ¡°Adi¨®s, chica; adi¨®s, Iglesia¡±. A golpe de cura, pues, se acab¨® la infancia. ¡°No soy un producto de la educaci¨®n nacional cat¨®lica¡±. La escuela p¨²blica fue su destino, y la lectura, su obsesi¨®n¡, hasta que lleg¨® a Bruselas como funcionario, a los cuarenta a?os, ¡°y ya tuve que leer prosa administrativa¡±.
¨CTantos a?os despu¨¦s, mientras usted estudia la guerra, ?se pregunta por qu¨¦ sus padres no le hablaban de ella?
¨CMe dec¨ªan: ¡°Hijo m¨ªo, t¨² no sabes lo que fue la guerra, ya ver¨¢s cuando tengas hijos¡±. Debi¨® de ser dura para ellos¡ ?l no fue movilizado, era mayor. Y en la Rep¨²blica acab¨® gravitando hacia Izquierda Republicana, admiraba a Aza?a. Mi madre, como buena espa?ola de entonces, no ten¨ªa ideas pol¨ªticas definidas. Lo que s¨ª recuerdo es que a principios de los cincuenta en mi casa hab¨ªa una radio muy vieja y mi padre escuchaba Radio Espa?a Independiente y Radio Par¨ªs¡
Ah¨ª aprendi¨® tambi¨¦n Vi?as c¨®mo se cuenta la historia. En 1951, La Pirenaica proclam¨® que hab¨ªa tanques en la calle de Atocha de Madrid; ¨¦l estaba en esa calle, no los hab¨ªa; tres a?os m¨¢s tarde, en esa emisora que se escuchaba con la devoci¨®n de la clandestinidad se proclam¨® con llantos la muerte de Stalin¡ ¡°Yo me pasaba oyendo Radio Estocolmo en castellano, una emisora muy neutral, as¨ª como la BBC y, cuando pude, la radio alemana¡±.
De ese tiempo ¨¦l recuerda el estraperlo. ¡°Evoco a unas mujeres vestidas de negro que estaban como muy embarazadas; ten¨ªan bajo las faldas enormes unas bolsas colgadas a la cintura en las que llevaban pan¡ Nunca pasamos hambre, los ni?os al menos, porque mis padres nos mandaban en verano a cebarnos en casas de parientes en el campo; hab¨ªa mucha matanza de cerdo, y de eso com¨ªamos¡±.
Uno de esos parientes era precisamente un cura, en un salto de la Hidroel¨¦ctrica de la serran¨ªa de Cuenca. El t¨ªo Crescencio. ¡°Era muy mayor, muy buena persona. Los s¨¢bados se proyectaba una pel¨ªcula para los obreros; mi t¨ªo se pon¨ªa al lado de la c¨¢mara y pon¨ªa la mano ante el proyector cada vez que se aproximaba la menor osad¨ªa¡ Otro t¨ªo, Faustino, era maestro en un pueblito de Cuenca. A veces pasaba d¨ªas con ¨¦l. Un d¨ªa me se?al¨® el huerto: ¡°?Ves ah¨ª? Ah¨ª tengo escondida una ametralladora pesada de la guerra para cuando vengan los rojos¡±. Un cu?ado de la madre de Vi?as se despidi¨® de ella cuando se produjo el levantamiento del 18 de julio. Se iba acuartelar con quienes iban a sublevarse en el cuartel de la Monta?a. Cuando cay¨® el cuartel ella fue a visitarlo. ¡°Se lo encontr¨® en el patio, se hab¨ªa pegado un tiro. A¨²n recuerdo c¨®mo me lo contaba ella¡±.
¨C?Y no ser¨¢ todo eso lo que le hizo historiador?
¨CNo. Pero s¨ª me despert¨® una curiosidad enorme por la Guerra Civil¡ En 1958, en cuanto sal¨ª, busqu¨¦ en Par¨ªs libros sobre la contienda¡ Le¨ªa a los cl¨¢sicos del siglo XX, en franc¨¦s, todo el teatro de Sartre, iba a la Com¨¦die-Fran?aise¡ Fui a ver una obra muy famosa de Henry de Montherlant, El maestre de Santiago, y nunca he podido olvidar esta frase que escuch¨¦ ah¨ª: ¡°Deseng¨¢?ese usted, las grandes aventuras est¨¢n en la mente¡±¡
En Par¨ªs hizo lo que pudo hasta que los guardias le dejaron dormir en una comisar¨ªa de los Campos El¨ªseos¡ El objetivo era ver a De Gaulle el 14 de julio, en la ceremonia oficial m¨¢s importante de Francia, y solo estando en la comisar¨ªa pod¨ªa asegurarse esa visi¨®n del hombre que en aquel momento hab¨ªa asumido el poder y se debat¨ªa en medio de la guerra de Argelia. ¡°Me impresionaron mucho De Gaulle, el desfile y c¨®mo el pueblo vibraba con las fuerzas armadas, aunque quiz¨¢ entonces esto yo lo racionalizara mucho¡ En Espa?a era muy dif¨ªcil solidarizarse con las fuerzas armadas¡±.
La mala ense?anza de la historia ayuda a no tener una visi¨®n cr¨ªtica sobre nuestro pasado.
En esa educaci¨®n sentimental ocup¨® un lugar fundamental Alemania, ¡°me encantaba el idioma alem¨¢n, su literatura¡±. En Espa?a, mientras tanto, evolucionaba aquel clima opresivo que llen¨® su memoria de im¨¢genes de fuegos infernales. ¡°En el a?o 1952 o 1953 yo vi flagelantes en la calle de Alcal¨¢ de Madrid durante la procesi¨®n de Semana Santa. Se pegaban unos zurriagazos que salpicaban los adoquines de sangre. Era una Espa?a tenebrosa y as¨ª la viv¨ª¡ No quer¨ªa estar en Espa?a, y el mundo para m¨ª eran Francia, Alemania; por ah¨ª me fui¡±. Esa Espa?a parec¨ªa avisada, tambi¨¦n, de la horca del infierno¡
¨CSe acab¨® aquel tiempo tenebroso, claro. Pero ?pervive de alguna manera, Vi?as?
¨CDe alguna manera s¨ª. No soy muy objetivo, quiz¨¢, porque vivo fuera desde hace 26 a?os; la mitad de mi vida adulta la he pasado en el extranjero. Pero mi opini¨®n es: esta es una democracia de baja calidad y de ra¨ªces muy endebles. Los espa?oles no han experimentado durante a?os o generaciones ni se han transmitido lo que significa vivir en un r¨¦gimen de libertades democr¨¢ticas¡
A ello contribuye, dice, ¡°la derecha espa?ola, que me parece muy bruta, poco proclive a la transacci¨®n que forma parte de la vida democr¨¢tica. Creo que ahora estamos en un periodo clar¨ªsimo de involuci¨®n porque tienen la mayor¨ªa absoluta¡±. La mala ense?anza de la historia ayuda ¡°a no tener una visi¨®n cr¨ªtica sobre nuestro pasado¡±. La prepotencia de la Iglesia, la sumisi¨®n del Estado a sus deseos, solivianta al historiador, aunque no tanto como cuando se indigna con colegas suyos capaces de ¡°manipular, mentir y tergiversar lo que ocurri¨® en este pa¨ªs antes de la Rep¨²blica, en la Rep¨²blica y en la guerra¡± para prolongar el franquismo por otros medios.
Estuvo ¡°malito¡±, como dice ¨¦l. Una pancreatitis. Reci¨¦n operado, en la UVI, Vi?as pidi¨® un ordenador, ¡°para terminar un art¨ªculo sobre los contactos de los mon¨¢rquicos con los fascistas italianos¡±¡ ¡°Tres meses despu¨¦s llam¨¦ a la editorial: quer¨ªa retocar ese texto, ?porque lo hab¨ªa escrito in articulo mortis!¡±. Ahora, libre de la palidez que le dio aquel arrechucho, sumergido otra vez entre papeles, ?ngel Vi?as escudri?a en el pensamiento de Franco. ¡°Su pensamiento no fue fascista. Fue directamente nazi¡±. En otros libros (en el que versa sobre el asesinato del general Balmes, propiciado por el dictador espa?ol), el l¨ªder de nuestro fascismo aparece, adem¨¢s, como un mediocre que no perdona al que no obedece. En su manera de hacer historia, el factor humano nunca abandona la mirada de Vi?as. ¡°Y es que para mirar la historia tienes que mirar a los hombres¡±.
Sesenta a?os despu¨¦s de que aquel cura le avisara de la horca del infierno, ya el historiador sabe en qu¨¦ consiste el infierno en la tierra. Est¨¢ en la historia que han hecho los hombres. A ella se dedica con la pasi¨®n con la que cuando era un chiquillo se fue a los Campos El¨ªseos a ver c¨®mo era De Gaulle.
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