Mar de fondo
La tenaz destrucci¨®n de la literatura por parte de la industria del libro no deja de tener su l¨®gica
?Una experiencia extra?a? Por supuesto, basta ver que describirla bien exige un cierto tono cr¨ªptico. La viv¨ª en un campamento militar de Almer¨ªa, hace a?os, y consisti¨® en la percepci¨®n de unos destellos que me remitieron a n¨®dulos de conexi¨®n entre el pasado y el presente, a focos interconectados de espacio y tiempo, cuya topolog¨ªa comprend¨ª que nunca entender¨ªa, pero entre los cuales se notaba que pod¨ªan viajar los denominados vivos y los denominados muertos y de ese modo encontrarse.
A?os despu¨¦s, volvi¨® a m¨ª la experiencia almeriense cuando W.G. Sebald cont¨® que hab¨ªa ido a un museo londinense a ver dos cuadros y que, detr¨¢s de ¨¦l, tambi¨¦n mir¨¢ndolos, hab¨ªa una pareja que conversaba en un idioma centroeuropeo, un matrimonio de aspecto extra?o, que no parec¨ªan de nuestro tiempo. Cinco horas despu¨¦s, el escritor tuvo que desplazarse hasta la estaci¨®n de metro m¨¢s perif¨¦rica de Londres que, como se sabe, es una ciudad de unos diez millones de habitantes. En el and¨¦n de aquella estaci¨®n no hab¨ªa nadie, salvo la pareja del museo. Sebald concluy¨® que las coincidencias no son casualidades, sino que en alguna parte hay una relaci¨®n que de vez en cuando centellea por entre un tejido ajado. Y a?adi¨®: ¡±Pero no tiene sentido especular¡±.
?No lo tiene? He dado vueltas largo tiempo a esto y me parece que merodear en torno a las relaciones entre los vivos y los muertos tiene toda la pinta de ser precisamente una de las esencias m¨¢s olvidadas de la literatura. ¡°Escribir: resolver una nebulosa interna¡±, dijo Paul Val¨¦ry. De ser tal como sospecho una de esas esencias olvidadas, se agrandar¨ªa a¨²n m¨¢s la escandalosa distancia entre la inspecci¨®n del tejido ajado y ese tipo de literatura que ¨²ltimamente nos venden como tal y que no es m¨¢s que s¨²bdita de la actualidad (que no realidad) que forjan los medios.
Claro est¨¢ que la tenaz destrucci¨®n de la literatura por parte de la industria del libro no deja de tener su l¨®gica. Un buen amigo sol¨ªa decir que a nuestra sociedad no se le ocurrir¨ªa inventar ahora la literatura si no la hubiera encontrado hecha, pues, ?c¨®mo iba a inventar la sociedad capitalista una pr¨¢ctica tan privada, tan improductiva desde el punto de vista social, tan dif¨ªcil de valorar desde el punto de vista econ¨®mico?
De ah¨ª que no deber¨ªa en estos d¨ªas sorprendernos tanto ver que el arte de especular por las regiones del tejido ajado se halle en plena liquidaci¨®n, sustituido por la ¨¦pica del transpuerilismo, de la turbia sinceridad de la no ficci¨®n y dem¨¢s tendencias narrativas. ?Es para desesperarse? S¨ª, pero evit¨¦moslo recordando que una caracter¨ªstica de la imaginaci¨®n, desde tiempos inmemoriales, es encontrarse siempre en el fin de una ¨¦poca. Es que esta vez, dir¨¢ alguien, la destrucci¨®n va en serio, estamos en una transici¨®n catastr¨®fica hacia una nueva cultura. Sin descuidar el mar de fondo de nuestro terror, recomiendo entonces decir que, tanto en la tarea de inspeccionar el tejido ajado como en la de resolver nuestra nebulosa interna, la incorporaci¨®n de un final va a ser de todos modos siempre ineludible.
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