Paul Simon vende todas sus canciones a la editorial de Sony
El compositor se suma a Dylan o Neil Young, que se han desprendido tambi¨¦n este a?o de sus cat¨¢logos
Es la ¨²ltima bomba en la industria musical. Paul Simon, ya jubilado de las giras, ha vendido los derechos editoriales de su cancionero (que incluye enormes ¨¦xitos con el d¨²o Simon & Garfunkel) al gigante Sony Music Publishing. En esos asuntos, los detalles financieros no suelen estar claros y solo hay especulaciones sobre que la cantidad final puede superar los 300 o 400 millones de d¨®lares (hasta 340,72 millones de euros) supuestamente pagados por Universal Music Publising Group a Bob Dylan, acuerdo que funcion¨® como pistoletazo de salida para lo que ya resulta una aut¨¦ntica avalancha de artistas dispuestos a rentabilizar su obra antes de que llegue la parca (y la subida de impuestos de Joe Biden).
Lo de Simon tambi¨¦n supone un empuj¨®n a esa tendencia generacional. El cantautor de Queens, Nueva York, pod¨ªa haber negociado con Hypgnosis, Primary Wave y otras empresas de nuevo cu?o que est¨¢n revolucionando el cotarro con el dinero de poderosos fondos de inversi¨®n. Simon, sin embargo, ha elegido a uno de los gigantes hist¨®ricos. En contraste con la mayor¨ªa de sus colegas de generaci¨®n, Paul nunca ha desarrollado una relaci¨®n antag¨®nica con el negocio de la m¨²sica. Todo lo contrario: tras pinchar con One Trick Pony, su pel¨ªcula como guionista y protagonista, ofreci¨® a la editora de la banda sonora, Warner Bros, pagar los n¨²meros rojos generados por el proyecto. Nunca, ni antes ni despu¨¦s de One Trick Pony, se ha conocido caso alguno de artista que, sin estar obligado contractualmente, asuma compensar las p¨¦rdidas derivadas de un capricho personal.
¡°Es uno de nosotros¡±, aseguran en la industria musical. Y, hasta cierto punto, dan en el clavo. En conversaciones con John Lennon, el beatle se quejaba de haber tardado demasiados a?os en entender que el dinero estaba en el copyright de sus canciones. Simon le explic¨® que ¨¦l hab¨ªa habitado en el vientre de la bestia, trabajando durante sus a?os de obscuridad para peque?os sellos y emporios editoriales neoyorquinos. All¨ª le trataron con la displicencia reservada para los mocosos, una actitud que le hizo fundar una editorial propia, Eclectic Music, que despeg¨® con el pelotazo de The Sound of Silence (El sonido del silencio). Tambi¨¦n fue especialmente h¨¢bil al negociar el contrato de grabaci¨®n de Simon & Garfunkel con CBS: aduciendo que se trataba de un sencillo d¨²o folk, consigui¨® que la discogr¨¢fica aceptara hacerse cargo de los gastos de producci¨®n, que generalmente se descontaban de las regal¨ªas. No tardar¨ªan en descubrir que, llevados por el perfeccionismo de Simon, Garfunkel y su principal c¨®mplice en el estudio, el ingeniero Roy Halee, los discos del sencillo d¨²o folk estar¨ªan entre los m¨¢s caros (y primorosos) de los a?os sesenta.
En estos asuntos, Paul Simon ha sido el anti-Dylan. Aunque ambos nacidos en familias jud¨ªas en 1941, Paul y Bob entienden su trabajo de formas opuestas. Simon es un orfebre que cocina sus canciones a lo largo de meses ?o a?os!, mientras Dylan cree en la inspiraci¨®n del momento, en componer de un tir¨®n. Dylan vive la grabaci¨®n de un disco como un tormento y ha publicado elep¨¦s desgalichados: no aguantar¨ªan el proceso minucioso de un Simon.
Cierto que el modus operandi de Paul tiene sus riesgos. Comienza encerr¨¢ndose en el estudio con instrumentistas tal vez culturalmente muy alejados de sus or¨ªgenes: jamaicanos, chicanos, antillanos, africanos, cajunes, brasile?os. No siempre laboran sobre canciones preexistentes: se buscan ritmos, secuencias mel¨®dicas, h¨ªbridos ins¨®litos, que luego se combinan, reelaboran y, finalmente, se completan con letras.
Como Dylan, Simon ha sufrido acusaciones de plagio, en su caso llegadas desde Los Lobos y algunos m¨²sicos sudafricanos. Se defiende explicando que paga mucho m¨¢s de lo exigido por las tarifas sindicales, bajo el modelo legal del work for hire (trabajo por encargo). Fuera de esos casos, se suele mostrar generoso: entreg¨® un tal¨®n a Claude Jeter, vocalista del grupo g¨®spel The Swan Silvertones, simplemente por la inspiraci¨®n del t¨ªtulo de Puente sobre aguas turbulentas. Igual ocurri¨® con el arreglo de Scarborough Fair, balada ancestral recreada a partir del arreglo de Martin Carthy. Cuando se enter¨® de que el ingl¨¦s no hab¨ªa recibido royalties, Simon le mand¨® un cheque personal. Acostumbrado a las miserias del mundillo folk, Carthy coment¨® que Simon se hab¨ªa portado ¡°honorablemente¡±. No como Dylan, que tambi¨¦n recurri¨® al repertorio tradicional de Carthy¡ sin darle ni cr¨¦dito ni compensaci¨®n.
Babelia
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