Ca¨®tico, descarnado y fascinante Shane MacGowan

El protagonista de Crock of Gold ha superado los 60 a?os, desafiando todas las teor¨ªas sobre lo que son capaces de aguantar el cuerpo y la mente sin que les llegue la extinci¨®n definitiva. Se llama Shane MacGowan y fue el l¨ªder, el cantante y el alma de The Pogues. Su existencia ha estado marcada por el exceso, el caos, la autodestrucci¨®n y la cercan¨ªa a la locura. Tambi¨¦n por el placer, el vitalismo, el sexo, la m¨²sica y unos ideales irrenunciables. Ha escrito canciones muy hermosas, himnos que han acompa?ado gratamente a los borrachos en el cierre de los bares. Tambi¨¦n ofreci¨® infinitos conciertos, algunos de los cuales alimentan la memoria de sus asistentes.

La balada m¨¢s triste de Shane MacGowan

En la actualidad su apariencia es la de un despojo. Condenado a perpetuidad en una silla de ruedas, su voz es casi inaudible, su gestualidad est¨¢ muy paralizada, sobrevive milagrosamente. Pero sus recuerdos permanecen intactos, no se arrepiente del v¨¦rtigo que le acompa?¨®, sigue bebiendo un poquito y fumando mucho, no ha perdido la mordacidad ni la irreverencia, desprecia a la autoridad, sigue proclamando que el IRA fue tan ¨¦pico como necesario para Irlanda, a su manera contin¨²a siendo genuino y libre.

El director Julien Temple se ha movido durante toda su carrera en el universo de la m¨²sica. Mediante pel¨ªculas, documentales y videoclips. Con mejor o peor fortuna, pero implicado hasta la m¨¦dula en el mundo que describe. Y en Crock of Gold ha logrado un trabajo apasionante. La he visto varias veces y la sigo disfrutando. Temple combina antiguos documentales sobre la historia de Irlanda y el Londres de los ochenta, dibujos animados que ilustran con gracia la vida de MacGowan, grabaciones que retratan su pasado, viejas entrevistas y conversaciones actuales sobre lo humano y lo divino entre MacGowan e interlocutores tan jugosos como el pol¨ªtico Gerry Adams, l¨ªder del Sinn F¨¦in, y el actor Johnny Depp, compa?ero del alma y tambi¨¦n de copas y de drogas del se?or MacGowan.

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Nada es normal en la biograf¨ªa de este hombre. Alcoh¨®lico desde que ten¨ªa seis a?os, a?orante de una Irlanda que ¨¦l consideraba el para¨ªso perdido en una Inglaterra que le resultaba hostil, broncas, violento y camello en su adolescencia, hu¨¦sped muy temprano de manicomios y cl¨ªnicas de rehabilitaci¨®n, feroz emblema del punk en su comportamiento cotidiano, consumidor voraz y no arrepentido de todo tipo de drogas a pesar de haber sufrido su devastador efecto, follador compulsivo, salvaje y extremo, lleno de im¨¢n cuando se sub¨ªa a un escenario. Muy discutible en sus volc¨¢nicas convicciones, transparente y secreto, carnal hasta la brutalidad y tambi¨¦n l¨ªrico.

No existen aqu¨ª los tiempos muertos. Todo el rato ocurren cosas que merecen la atenci¨®n. Se te contagia el v¨¦rtigo que ha invadido desde que era un cr¨ªo a esta persona singular, deslenguada y excesiva en todas las facetas de su personalidad. A veces da miedo lo que le ha ocurrido, en otras puede llegar a conmoverte, su causticidad provoca la risa, su sinceridad te desarma aunque no est¨¦s de acuerdo con algunas de sus opiniones sobre las personas y las cosas.

Me cuentan que MacGowan ha pillado un rebote importante con Julien Temple al constatar la forma en que ha descrito su vida. Que ya no le habla. Muy consecuente en este ancestral dinamitero de las convenciones. Yo creo que Temple y ¨¦l se han hecho mutuamente un regalo. Y de paso, a los espectadores. Es un documental imprescindible sobre una infelicidad rabiosa, sobre la militancia en el abismo de alguien que en el fondo nunca se ha querido morir, sobre la catarsis, la belleza y el poder temporalmente sanador de la m¨²sica.