La poderosa verdad de Daniel Luque
El torero sevillano corta dos orejas de peso a una complicada y ¨¢spera corrida de Fuente Ymbro
El primer toro anunci¨® de salida la seriedad, la hondura y la astifina arboladura de toda la corrida, y, antes de que el animal tomara conciencia del lugar donde estaba, Finito tom¨® los pinceles con las yemas de los dedos y dibuj¨® dos ver¨®nicas y dos medias de cartel. As¨ª, de entrada.
Y ah¨ª se acab¨® la historia de Regatero I, que as¨ª se llamaba el de negro. Pronto demostr¨® que su bella estampa encerraba un gran vac¨ªo interior, y c¨®mo su altiva mirada al pisar la arena se torn¨® de repente en un atribulado semblante. Lo suyo no era vender cara su supuesta bravura, sino regalar su manifiesta indolencia. Y no hubo m¨¢s.
Despu¨¦s, sali¨® el segundo con muchos pies. Y su lidiador, El Fandi, en un pisp¨¢s, obsequi¨® al respetable con un buen cesto de ver¨®nicas, chicuelinas, m¨¢s chicuelinas, tres pares de banderillas a toro pasado y una labor muleteril por ambas manos, y qued¨® demostrada su disposici¨®n, y su extraordinaria condici¨®n f¨ªsica, y tambi¨¦n que su concepto del toreo carece de contenido. Dicho con el debido respeto a quien se viste de luces y protagoniza una larga y exitosa carrera: el toreo de El Fandi es la evidencia de que la tauromaquia es un misterio insondable. Lo ves dando tirones que quieren parecerse a una chicuelina, y la pregunta surge espont¨¢nea: ?c¨®mo es posible que no haya aprendido en veinte a?os de alternativa? Lo dicho, un misterio.
Fuente Ymbro/Finito, El Fandi, Luque
Toros de Fuente Ymbro, bien presentados y astifinos, mansurrones en el caballo, y descastados, ¨¢speros y dificultosos en el tercio final.
Finito de C¨®rdoba: pinchazo hondo atravesado y cuatro descabellos (silencio); dos pinchazos, pinchazo hondo atravesado _aviso_ y tres descabellos (silencio).
El Fandi: dos pinchazos y estocada (silencio); media baja y atravesada y un descabello (silencio).
Daniel Luque: estocada _aviso_ y siete descabellos (ovaci¨®n); gran estocada (dos orejas).
Plaza de Vistalegre. Madrid. 18 de mayo. Sexta corrida de feria. Menos de media entrada de un aforo m¨¢ximo permitido de 6.000 personas.
Pero sali¨® el tercero y cambiaron las tornas. All¨ª hab¨ªa un torero llamado Daniel Luque, que est¨¢ viviendo el momento m¨¢s dulce de una esforzada trayectoria. No es un exquisito, aunque maneja con galanura los vuelos del capote a la ver¨®nica, pero es un cient¨ªfico que encierra la t¨¦cnica en su cabeza; estudia a su oponente, ¨Dese tercero tiraba ga?afones por el pit¨®n derecho¨D y le aplica la ecuaci¨®n adecuada. Lo mira, lo escudri?a, lo analiza, y transmite al tendido la seguridad de un lidiador poderoso, consumado, pleno de conocimiento y mando. Y as¨ª consigui¨® dominar a ese toro, lo tore¨® a placer por hondos naturales y lo oblig¨® a que embistiera por donde no quer¨ªa. Lo someti¨® y gan¨® la pela, aunque la perdi¨® a la hora de matar.
El sexto lo brind¨® al p¨²blico, sac¨® papel y l¨¢piz, hizo el esquema de faena y deleit¨® al respetable con una labor de poder a poder, perfectamente colocado, ante un toro soso y de escaso recorrido, al que cuaj¨® de principio a fin con una disertaci¨®n sobre la lidia, el sometimiento, la firmeza, la gallard¨ªa, la sobriedad y, en una palabra, sobre la capacidad para pensar en la cara de un toro. Mont¨® la espada y cobr¨® un estoconazo que hizo rodar al animal sin puntilla. Y despu¨¦s de tan completa lecci¨®n magistral ¨Dsu poderosa verdad¨D pase¨® en triunfo las dos orejas, como debe ser.
Antes del suceso, Finito se las vio con un dificultoso toro cuarto al que quiso quitar pronto de esta vida, pero no pod¨ªa. Se le descompuso el ¨¢nimo, el animal se percat¨® del detalle an¨ªmico y se las hizo pasar canutas. Preso el torero de una excesiva desconfianza, quer¨ªa entrar a matar, y el toro escarbaba y humillaba para fastidiarlo. Al final, consigui¨® mandarlo al limbo, pero con feas maneras.
Y quedaba el segundo de El Fandi: larga cambiada de rodillas en el tercio, quite por navarras, otros tres pares de banderillas, y una labor corta ante la evidencia de que el ¨¢spero animal no merec¨ªa mayor empe?o.
Luque se march¨® a pie porque lo de salir a hombros lo impide el virus, pero su magisterio permanecer¨¢ por mucho tiempo en la retina de quienes tuvieron la suerte de verlo.
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