?Pundonoroso y pincha¨²vas Rom¨¢n!
El reiterado fallo con la espada emborron¨® una actuaci¨®n sobresaliente del torero ante un complicado encierro de Adolfo Mart¨ªn
Fue una verdadera pena que Rom¨¢n fallara reiteradamente con la espada en sus dos toros, lo que le impidi¨® corroborar un triunfo memorable ante dos toros muy complicados de Adolfo Mart¨ªn, como toda la corrida.
Posiblemente, el torero valenciano no obtenga r¨¦dito alguno de este festejo, pero debe quedar constancia de que su doble actuaci¨®n fue merit¨ªsima, heroica e intensa, propia de un torero pundonoroso y comprometido; y tampoco debe olvidar Rom¨¢n que matar a los toros es condici¨®n indispensable para alcanzar metas vestido de luces. Los pinchazos le habr¨¢n dolido en el alma, y lo peor es que le pueden hacer un da?o irreparable en su carrera. Ya debe saber, pues, que sus deberes para ma?ana mismo es ejercitarse en el carret¨®n unas doce horas diarias, como pena m¨ªnima por los errores cometidos.
No, no se le puede admitir a un h¨¦roe que sea un pincha¨²vas; no se le puede permitir que, despu¨¦s de que se ha jugado la vida a carta cabal, de que le ha podido con suficiencia a dos toros fieros y agresivos, se eche fuera con la espada en la mano y pinche una y otra vez. Algo muy serio tiene pendiente, y es urgente que encuentre una r¨¢pida soluci¨®n.
Mart¨ªn/Del ?lamo, Rom¨¢n, Garrido
Toros de Adolfo Mart¨ªn, muy bien presentados, serios, que cumplieron en el caballo -especialmente, el bravo cuarto-, descastados, peligrosos y muy dificultosos en el tercio final.
Juan del ?lamo: estocada casi entera trasera (vuelta al ruedo); tres pinchazos y media baja (silencio).
Rom¨¢n: tres pinchazos _aviso_ y un descabello (ovaci¨®n); _aviso_ cuatro pinchazos y un descabello (silencio).
Jos¨¦ Garrido: pinchazo y media baja (silencio); dos pinchazos _aviso_ y estocada baja (silencio).
Plaza de Vistalegre. Madrid. 23 de mayo. Und¨¦cima y ¨²ltima corrida de feria. Menos de media entrada en un aforo m¨¢ximo permitido de 6.000 personas.
Pero antes de ese doble borr¨®n final, Rom¨¢n protagoniz¨® dos faenas propias de un torero hecho y derecho; afront¨® con encomiable gallard¨ªa y arrojo la dificultad extrema de su primero, por ejemplo, duro, violento, de muy feo estilo, que lo buscaba en cada embestida, y al que lidi¨® con una enorme verdad.
Y mejor ante el quinto, en el que se volvi¨® a sentir la emoci¨®n del peligro, que brota no del toreo excelso, sino del compromiso vital de un torero ante un toro que lo busca para arrebatarle lo m¨¢s preciado del ser humano. Y Rom¨¢n no se asust¨®, asumi¨® el reto, y le rob¨® a su oponente muletazos largos por ambas manos que supieron a gloria.
En esta ocasi¨®n, como hab¨ªa sucedido antes, la plaza vibr¨® ante una actuaci¨®n muy seria de un torero muy valiente; y otra vez, los tendidos guardaron los pa?uelos cuando comprobaron que toda la raza se difuminaba a la hora de matar.
Muy valerosa y meritoria fue tambi¨¦n la actuaci¨®n de sus compa?eros, Juan del ?lamo y Jos¨¦ Garrido, que se la jugaron con honor ante toros de corto viaje, ¨¢speros y muy dificultosos, porque as¨ª fueron, en mayor o menor medida los seis de Adolfo Mart¨ªn, muy bien presentados, de gran arboladura, cumplidores ante los picadores, pero duros de roer en la muleta.
Del ?lamo estuvo asentado y solvente ante el desangelado que abri¨® plaza, y su buena intenci¨®n en el cuarto le jug¨®, quiz¨¢, una mala pasada. El animal empuj¨® con br¨ªo en el primer puyazo, y el p¨²blico pidi¨® que volviera a entrar en el caballo cuando ya se hab¨ªa cambiado el tercio. El torero asinti¨®, pero la colocaci¨®n del toro oblig¨® a darle muchos capotazos, lo que qui¨¦n sabe si influy¨® en su deficiente comportamiento posterior. Toda la esperanzada alegr¨ªa del animal se torn¨® en un feo y decepcionante estilo violento; tanto que de un hachazo raj¨® la muleta. Pero no se amilan¨® el torero salmantino, que firm¨® en Vistalegre una actuaci¨®n muy firme y de total entrega.
Esa fue tambi¨¦n la actitud de Garrido ante dos oponentes del mismo talente que sus hermanos. Lo intent¨® sin ¨¦xito ante el soso tercero, y se envalenton¨® ante el sexto, al que rob¨® estimables muletazos, aunque, al final, tambi¨¦n emborronara su labor con un deficiente manejo de la espada.
Es de esperar que, a estas alturas, Rom¨¢n ya haya comenzado a entrar a matar al carret¨®n¡ Hombre, por Dios¡
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