Cordura y locura en la obra de Ida Applebroog
El Reina Sof¨ªa dedica a la artista estadounidense su primera gran antol¨®gica en Europa, centrada en sus reflexiones sobre la violencia intr¨ªnseca a las relaciones patriarcales o la medicalizaci¨®n de la sociedad
Ten¨ªa solo cinco a?os cuando Ida Applebroog (Nueva York, 91 a?os) supo que iba a ser artista. Hija de una familia de jud¨ªos ultraortodoxos, no ten¨ªa el viento a favor para lograr sus sue?os, pero con 18 a?os consigui¨® la autorizaci¨®n paterna para estudiar en el Instituto de las Artes y Ciencias Aplicadas a la vez que lograba llevar a casa sus primeros ingresos trabajando en una agencia de publicidad. Pronto se cas¨® con el psicoterapeuta jud¨ªo Gideon Horowitz y crio cuatro hijos. Pero a finales de los sesenta sufri¨® una f...
Ten¨ªa solo cinco a?os cuando Ida Applebroog (Nueva York, 91 a?os) supo que iba a ser artista. Hija de una familia de jud¨ªos ultraortodoxos, no ten¨ªa el viento a favor para lograr sus sue?os, pero con 18 a?os consigui¨® la autorizaci¨®n paterna para estudiar en el Instituto de las Artes y Ciencias Aplicadas a la vez que lograba llevar a casa sus primeros ingresos trabajando en una agencia de publicidad. Pronto se cas¨® con el psicoterapeuta jud¨ªo Gideon Horowitz y crio cuatro hijos. Pero a finales de los sesenta sufri¨® una fuerte depresi¨®n y fue ingresada en el hospital Mercy de San Diego. De ah¨ª emergi¨® una nueva mujer y una excepcional artista que a lo largo de las d¨¦cadas logr¨® convertirse en un referente del arte contempor¨¢neo y del feminismo. Su obra, conocida aunque poco expuesta en Europa, protagoniza la exposici¨®n antol¨®gica Marginalias que desde el mi¨¦rcoles 2 de junio y hasta el 27 de septiembre se puede ver en el edificio Sabatini del Reina Sof¨ªa. Producida en colaboraci¨®n con la Comunidad de Madrid, re¨²ne alrededor de 200 obras y ocho instalaciones en las que trata los asuntos que m¨¢s le han preocupado a lo largo de su vida: la d¨¦bil frontera entre lo privado y lo p¨²blico, la violencia intr¨ªnseca a las relaciones patriarcales, la medicalizaci¨®n de la sociedad o la insensibilidad ante el dolor ajeno.
La edad y la pandemia han impedido a la artista viajar a Madrid. No por ello ha permanecido indiferente. Desde el estudio en el que sigue trabajando en el SoHo neoyorquino, ha supervisado la instalaci¨®n de su obra. ¡°Es la primera exposici¨®n m¨ªa que no monto, pero me gusta¡±, dijo al ver el resultado, seg¨²n ha contado el director del museo, Manuel Borja-Villel, durante la presentaci¨®n de la exposici¨®n la ma?ana de este lunes. El director explica que por medio de dibujos, grabados, escultura, instalaci¨®n o cine, la artista siempre ha rehuido la senda que marcan el mercado o los museos. ¡°Sus narraciones pueden ser feroces o c¨®micas, pueriles o macabras, siempre contundentes como lo son los referentes que pueblan su obra: Goya, Otto Dix, K?the Kollwitz, Beckett y Joyce¡±. Adem¨¢s, y eso se refleja en su producci¨®n, fue miembro de la publicaci¨®n feminista pionera Herej¨ªas, centrada en el arte y pol¨ªtica, desde 1997.
Soledad Lia?o, la comisaria de la muestra, la ha organizado en un orden cronol¨®gico que intenta reflejar la vida y preocupaciones de la artista. La primera sala est¨¢ dedicada a los dibujos, pasteles y acuarelas que realiz¨® durante los dos meses de internamiento en el hospital Mercy. Esa convalecencia le ayud¨® a redefinir su identidad y cimentar un nuevo lenguaje art¨ªstico alejado de las ilustraciones que hasta entonces le hab¨ªan permitido pagar las facturas. Empieza entonces una introspecci¨®n de su cuerpo que llev¨® al l¨ªmite con la instalaci¨®n Monalisa (Casa de la vagina). Son unos 150 dibujos que la artista hizo de su propia vagina reflejada en un espejo durante varios meses. Cada tarde se encerraba en su ba?o y durante un par de horas dibujaba sus genitales. Esos dibujos permanecieron olvidados en un desv¨¢n de su casa familiar durante cuatro d¨¦cadas. Aquellas obras, escaneadas e impresas sobre papel, fueron transformadas en membranas epid¨¦rmicas que sirven de cierre a un habit¨¢culo de madera que envuelve la instalaci¨®n. Dentro, se puede ver por las rendijas a una voluminosa figura femenina pintada en rojo y marr¨®n, Monalisa.
Teatrillos sobre dramas sociales
El recorrido prosigue por obras en las que se recoge la importancia que lo esc¨¦nico tiene en la obra de Ida Applebroog. Telones y pergaminos sirven para enmarcar lo que ella llam¨® teatrillos y que le serv¨ªan para se?alar los dramas sociales ante los que no se permit¨ªa la indiferencia. Trinity Towers (1982) muestra escenas privadas dom¨¦sticas en las que se puede ver el sufrimiento de los primeros afectados por el VIH en Estados Unidos, una enfermedad que desencaden¨® centenares de suicidios entre los j¨®venes pacientes que fueron v¨ªctimas de la incertidumbre y de la desprotecci¨®n social.
Una veintena de simios de diferentes tama?os ocupan la sala dedicada a denunciar la sociedad enferma y disfuncional actual. La pieza Todo est¨¢ bien (1990-1993) responde a un art¨ªculo de The New Yorker en el que se denunciaron los abusos y experimentos con monos de las selvas africanas y filipinas utilizados como cobayas para la investigaci¨®n de los virus del ¨¦bola y del VIH.
Vinculada a la misma idea de desprotecci¨®n social se exhibe la instalaci¨®n Marginalias que bautiza la exposici¨®n y en la que repartidos por el suelo y las paredes se ven im¨¢genes de personas y animales que representan una sociedad anestesiada por el modo de vida americano. Junto a personajes televisivos y publicitarios que bombardean la vida cotidiana, la artista incluye varias versiones de la reina de Inglaterra, un personaje que, en su opini¨®n, representa el falso poder de la mujer en el mundo convencional.
Dem¨®crata y feminista, Ida Applebroog no pod¨ªa dejar de ocuparse del pen¨²ltimo presidente estadounidense, Donald Trump. En Aves enfadadas de Am¨¦rica (2016) muestra p¨¢jaros de diversas especies recogidos en el libro de l¨¢minas del naturalista John James Audubon en el siglo XIX. La comisaria se?ala que la instalaci¨®n quiere retratar el desaliento y la furia que se desprende de los p¨¢jaros muertos en la era de Trump frente al floreciente contexto que vivieron en los tiempos de Audubon.