Aquella gramola que aliment¨® monstruos
Un disco recoge una muestra de la m¨²sica que sonaba en la tienda londinense de Malcolm McLaren y Vivienne Westwood

Aquel jukebox ha adquirido dimensiones m¨ªticas. All¨ª mismo pas¨® John Lydon la prueba para convertirse en vocalista de los Sex Pistols: un playback sobre I¡¯m Eighteen, el tema de Alice Cooper. De esa m¨¢quina de discos se extrajo parte del repertorio de los primeros Pistols, The Clash, Bow Wow Wow, los New York Dolls. A su alrededor se montaron fiestas desaforadas.
Hablamos de la gramola situada en la tienda de Vivienne Westwood y Malcolm McLaren, en el n¨²mero 430 de la King¡¯s Road londinense. La boutique de la pareja llev¨® diferentes nombres ¡ªLet It Rock, Too Fast To Live Too Young To Die, Seditionaries, Worlds End¡ª pero es recordada esencialmente por el que tuvo entre 1974 y 1976, cuando fue plataforma de lanzamiento para la est¨¦tica punk: SEX, en capitulares.
En verdad, la sinfonola era una herencia de los anteriores inquilinos del local, Paradise Garage. Un a?adido inteligente: la m¨²sica funcionaba como im¨¢n para paseantes, en contraste con otros establecimientos de King¡¯s Road que mostraban hostilidad ante los posibles clientes que no dieran la talla en estilo, belleza o cartera. Como Paradise Garage vend¨ªa ropa estadounidense de segunda mano, onda a?os cincuenta, all¨ª sonaban paladines del rock & roll. Paulatinamente, McLaren fue incorporando a sus imitadores brit¨¢nicos, de Dave Berry a Billy Fury. Una biograf¨ªa truculenta garantizaba hueco: por ejemplo, las producciones de Joe Meek, un ingenioso chapucero que se suicid¨® despu¨¦s de asesinar a su casera.
Se sumaron a la gramola discos de clientes como los Flamin¡¯ Groovies o los Stooges, aunque McLaren asegura (pero no vamos a creerle) que ech¨® de la tienda a Iggy Pop, ¡°parec¨ªa un hippy¡±. La oferta se fue ampliando con lo que hoy llamar¨ªamos rock de garaje de los a?os sesenta, de los Sonics a los Troggs. Seg¨²n Chrissie Hynde, una habitual de SEX, tambi¨¦n hab¨ªa joyas del soul, que seguramente le pasaron desapercibidas a McLaren, en teor¨ªa al¨¦rgico a todo lo mod.

Se requiere cierto esfuerzo para entender lo que significaba una selecci¨®n tan ecl¨¦ctica a mediados de los setenta, en una calle tan fashion. En aquellas boutiques, como en el resto de Inglaterra, dominaban los ¨¦xitos del momento, oficializados por Top of the Pops. En realidad, la banda sonora del 430 de King¡¯s Road era una creaci¨®n colectiva, al alcance de cualquiera que se rascara al bolsillo; en un ambiente er¨®ticamente cargado, no se trataba de un gesto inocente. Serv¨ªa tambi¨¦n como fonoteca particular de los propietarios, que no eran precisamente musiqueros: Westwood insisti¨® durante meses que el cantante de los Sex Pistols deber¨ªa ser Sid Vicious, no el impertinente Johnny Rotten; Malcolm se empe?¨® en fichar como productor de los Pistols al desdichado Syd Barrett, ignorando todas las se?ales de que el antiguo Pink Floyd viv¨ªa en otra dimensi¨®n.
Felizmente para ellos, se rodearon de empleados y parroquianos bastante m¨¢s informados: la citada Chrissie y su novio de entonces, el periodista Nick Kent; Marco Pirroni y otros futuros miembros de Adam & the Ants; los pistoleros Glen Matlock. Paul Cook y Steve Jones (inicialmente, muy valorado por su habilidad para robar equipo e instrumentos); el denominado Contingente de Bromley, de donde surgieron Siouxsie & the Banshees.
Y en el coraz¨®n de toda esa agitaci¨®n, una preciosa rocola, fabricada por BAL-AMi, el modelo J200 de 1959. Con capacidad para 100 discos sencillos, es decir, 200 canciones. As¨ª que el disco que se public¨® el a?o pasado, un CD con 20 temas, resulta escandalosamente taca?o. Con todo, SEX: Too Fast To Live Too Young To Die (Stranger Than Paradise) revela algunos de los ingredientes que se colaron en el puchero de donde saldr¨ªa el punk rock. Algunos, no todos: ni rastro del reggae que los punkis escuchaban de modo obsesivo ni del heavy metal que secretamente muchos intentaron tocar en sus habitaciones juveniles.
El CD tambi¨¦n recupera algunos caprichos, propios de un lugar para enteradillos: Johnny Hallyday era ignorado en Inglaterra, pero en SEX se pod¨ªa pinchar su monumental Joue pas de rock ¡®n¡¯ roll pour moi, anticipando la deriva franc¨®fila de McLaren, o The pill, canci¨®n country protofeminista donde Loretta Lynn celebraba los anticonceptivos. Y esas salidas de tiesto son lo que diferencia esta compilaci¨®n de cualquier playlist algor¨ªtmica: el factor humano.
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