El alicorto libro de autoayuda de Mala Rodr¨ªguez
Las memorias de la artista aspiran a manual para vivir en libertad, pero se quedan en subproducto de la era de las celebridades
Con la avalancha de libros de tem¨¢tica musical, uno debe extremar las precauciones. Entre los filtros, quiz¨¢s el m¨¢s sencillo sea comprobar si el tomo lleva una discograf¨ªa m¨¢s o menos exhaustiva, una exigencia elemental pero cuya ausencia destapa las prioridades del autor. En ese sentido, C¨®mo ser Mala (Temas de Hoy) no pasa la prueba. El espacio te¨®ricamente reservado para un listado de d...
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Con la avalancha de libros de tem¨¢tica musical, uno debe extremar las precauciones. Entre los filtros, quiz¨¢s el m¨¢s sencillo sea comprobar si el tomo lleva una discograf¨ªa m¨¢s o menos exhaustiva, una exigencia elemental pero cuya ausencia destapa las prioridades del autor. En ese sentido, C¨®mo ser Mala (Temas de Hoy) no pasa la prueba. El espacio te¨®ricamente reservado para un listado de discos est¨¢ ocupado por los extensos cr¨¦ditos de la sesi¨®n de fotos que ilustra, por decir algo, el libro.
?Libro? Urge recordar la lecci¨®n del pintor Magritte, lo de Ceci n¡¯est pas une pipe. Puede que esta obra de Mala Rodr¨ªguez no sea realmente un libro. El texto es m¨ªnimo, disimulado con el cuerpo de letra, hinchado por el a?adido de fragmentos de sus canciones, vengan o no a colaci¨®n, y engordado por las abundantes p¨¢ginas en blanco. La sensaci¨®n dominante tras haberlo le¨ªdo: se trata de una colecci¨®n de recuerdos expresados en voz alta, grabados y ordenados de aquella manera por alguien de fuera (se menciona a Ana Robla como responsable de ¡°correcci¨®n de estilo¡±) antes de ser voluntariamente opacados por la artista que firma.
Tiene mucho de ejercicio de trilero. Puedes respetar que Mala oculte quienes fueron los padres de sus hijos o el proceso que le llev¨® a divorciarse de su marido, pero intuyes que se empe?a en contar una verdad incompleta. Tampoco ayuda que la ca¨®tica narraci¨®n apenas est¨¦ anclada por fechas. Y no es cuesti¨®n de pudor: resulta bastante expl¨ªcita al evocar determinadas aventuras sexuales y asuntos de drogas. Expl¨ªcita¡ hasta cierto punto: ?qu¨¦ hace una rapera cuando un alto funcionario mexicano le env¨ªa un kilo de coca¨ªna?
En realidad, uno sospecha que Mala, igual que tantas estrellas de la canci¨®n, habita un universo paralelo, ajeno a la realidad com¨²nmente aceptada. En un momento, se felicita de haber firmado con la multinacional Universal, dado que la compa?¨ªa entonces ¡°lo petaba¡± con La Oreja de Van Gogh. Problema: que todav¨ªa no se ha enterado de que La Oreja siempre ha grabado con Sony. Reconoce hasta cierto malestar por rechazar la propuesta de Universal para que el argentino Gustavo Santaolalla fuera su productor. Fue una decisi¨®n acertada y ciertamente no ten¨ªa que disculparse luego ante Santaolalla, que no es precisamente experto en la m¨²sica de Mala.
Son asuntos de musiqueros, me dir¨¢n. Mal dicho: ella abri¨® la trocha por la que luego han transitado figuras como Rosal¨ªa o C. Tangana. Para entendernos: ¡°m¨²sica urbana¡± (eufemismo de mercadotecnia USA para evitar decir ¡°m¨²sica negra actual¡±) con ecos flamencos y mucha presencia de lo latino. Tampoco es peque?a haza?a que se haya mantenido a lo largo de m¨¢s de veinte a?os, en un campo que ¡ªal menos, en Espa?a¡ª no propicia las carreras largas. Con el plus de la credibilidad intacta, aunque algunas de sus colaboraciones recientes hayan sembrado dudas entre los fieles.
Alardea de su habilidad para el joseo. Decide descansar de la m¨²sica y, por indicaci¨®n de un tal Sa¨²l, descubre el fabuloso negocio del reciclado de coches en San Diego: ¡°Voy a subastas, compro coches superreventados pero de buena calidad, los llevo al taller en Tijuana, busco un precio para arreglarlos y los pongo a la venta en Craigslist¡±. Asegura que la ganancia es ¡°bastante inquietante¡±. Hay que creerla: veinte p¨¢ginas m¨¢s adelante est¨¢ residiendo en Silver Lake, el car¨ªsimo barrio hipster de Los ?ngeles.
Explico todo esto desde la frustraci¨®n. Simpatic¨¦ con la m¨²sica de Mala Rodr¨ªguez desde su primera maqueta. A?os despu¨¦s coincidimos en un festival, donde me tocaba pinchar. All¨ª pude observar su poder¨ªo fuera del escenario: un tipo de la organizaci¨®n buscaba gresca con su equipo; mediante unas palabras prudentes, ella apag¨® la mecha de la situaci¨®n. As¨ª que esperaba algo m¨¢s de C¨®mo ser Mala que esta exhibici¨®n de petulancia y ofuscamiento. Finalmente, se queda en un alicorto librito de autoayuda para uso de gente ya convencida. Demasiada niebla y demasiado espesa.