Adi¨®s a Juan Bosco D¨ªaz-Urmeneta, un insustituible
El cr¨ªtico de arte de EL PA?S, profesor de Est¨¦tica, escritor y comisario fallece en Sevilla a los 76 a?os
Esta ma?ana ha fallecido Juan Bosco D¨ªaz-Urmeneta en el Hospital Universitario Virgen Macarena de Sevilla, a los 76 a?os. Profesor de Est¨¦tica de la Universidad de Sevilla, escritor, cr¨ªtico de arte de EL PA?S, comisario de exposiciones, conferenciante, D¨ªaz-Urmeneta ha sido un maestro insustituible para muchos, tanto en la vida como en el arte.
Le llamaban Mu?oz (por su t¨ªo Mu?oz Seca) y tambi¨¦n D¨ªaz de Urmeneta (por Antonia D¨ªaz, en cuya calle y en cuya casa naci¨®) para recordarle, en tiempos de rojos, que adem¨¢s de pr¨ªncipe de la Iglesia, jesuita obrero como fue, su familia pertenec¨ªa a esa noble rama de los nombres que forman parte de la historia y de la nomenclatura de las ciudades, de los pa¨ªses. Pero en realidad todo el mundo lo conoc¨ªa como El Bosco, nuestro Bosco, de mente tan f¨¦rtil como el pintor del siglo XVI y de car¨¢cter infinitamente m¨¢s abierto.
Nos acaba de dejar Juan Bosco D¨ªaz-Urmeneta, un hombre clave en las artes y la cultura, colaborador de EL PA?S y otros medios, como Diario de Sevilla, y nombre indispensable en esa Transici¨®n que algunos idealizan y otros niegan. Alguien que ha hecho mucho por su pa¨ªs, alguien que ha doblado, triplicado, llevado hasta el infinito los denarios que hered¨® de una familia culta, tradicional, conservadora. Varias generaciones de artistas llorar¨¢n hoy su desaparici¨®n ¡ªque aunque hubiera llegado a los 100 a?os ser¨ªa prematura¡ª, varias generaciones de estudiantes, sindicalistas, amigos quedar¨¢n este jueves heridos por el rayo.
Algunos se le fueron antes: sus amigos Paco Molina y Paco Cortijo, su inseparable Pepe Soto, Manuel Salinas a quien dedic¨® una de sus ¨²ltimas rese?as de despedida. Para otros, como Carmen Laff¨®n, se va el amigo querido y esa persona que entiende su arte trascendi¨¦ndolo, que hace posible que la creaci¨®n tenga quien la mire, la valore, la viva. Cientos de pintores le deben su apoyo y su cr¨ªtica nunca cruel (es interesante, sol¨ªa decir), varias generaciones de alumnos, muchos periodistas, le deben haber aprendido que la palabra est¨¦tica es hija directa de la ¨¦tica, de la armon¨ªa filos¨®fica, de la ecuanimidad y de la compasi¨®n.
Deja un agujero negro de vac¨ªo y dolor all¨¢ donde brillaba su universo, tan rico, tan curioso, tan amable. Esa sonrisa suya blindada contra la adversidad, protegida por su mujer, Concha Llanos, compa?era de vida y de batallas desde que a ambos les alcanzaba la memoria. Por fin podr¨¢ o¨ªr alg¨²n comentario sarc¨¢stico de su ¨ªntimo V¨¢zquez Parlad¨¦, traidores de clase los dos, arist¨®cratas comunistas, coherentes siempre, autocomplacientes nunca, antifranquistas, de la estirpe a quienes tantos le deben, le debemos, la democracia, la conciliaci¨®n, la incorruptible seriedad de sus ideas y sus vidas.
En la hoguera f¨²til de las vanidades no hay calle ni avenida ni plaza que no merezca el mejor de los nombres del mejor de los hombres: fidel¨ªsimo incorruptible, amigo leal, intelectual de solidez en las ideas y permeabilidad en los afectos. Amaba tanto la luz que ¡ªay, Bosco¡ª por eso no dud¨® en zafarse de las tinieblas de la dictadura, en huir de cualquier ramploner¨ªa, en desconfiar de las doctrinas p¨¦treas y de las verdades verdaderas. Nunca nadie de convicciones tan fuertes entendi¨® tanto las debilidades ajenas, las contradicciones, las miserias que nos hacen luminosamente humanos.
Hay muchas voces autorizadas que pueden y deben glosar su enorme calidad humana e intelectual: desde el arte al que pertenec¨ªa, al sindicalismo que le debi¨® su compromiso y tambi¨¦n alguna lectura (su amigo Juan Antonio Florido apuntando nombres de poetas tras los m¨ªtines de los a?os setenta). A Marx desde H?rdelind, a Zobel desde los atardeceres de Isla Cristina, a Derrida desde una sole¨¢ de Jos¨¦ de la Tomasa. Los ciudadanos le debemos que nunca se conformara, que nunca buscara aplausos ni zalamer¨ªas. De nadie. Ni siquiera de a quienes m¨¢s quiso, de quienes tanto le quisimos. De quienes no entendemos nuestra mejor versi¨®n sin haberlo conocido.
Babelia
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