En Sicilia, lengua larga, vida corta
En esta ciudad, el silencio es un medio de comunicaci¨®n social
Un arquitecto espa?ol gan¨® un concurso para construir un polideportivo en una ciudad de Sicilia cuyo nombre no viene al caso. Llegado el momento fue invitado a viajar a la isla, donde fue recibido por el sindaco o alcalde del Ayuntamiento, quien le hizo saber que su proyecto hab¨ªa sido premiado sencillamente porque era el mejor, el que m¨¢s se ajustaba a las condiciones exigidas. Despu¨¦s de agasajarlo, el alcalde le pregunt¨® si ten¨ªa alg¨²n inconveniente en que a la firma del contrato asistieran algunos periodistas. Ning¨²n problema, al contrario, la presencia de la prensa local servir¨ªa para dar realce y firmeza al acto de la Administraci¨®n. En el despacho de la alcald¨ªa hubo r¨²bricas y fotos seguidas de abrazos y elogios con palabrer¨ªa siciliana muy arbolada.
Terminado el acto administrativo, el alcalde le pidi¨® al arquitecto espa?ol un nuevo favor, al parecer, muy especial. ¡°?Le importar¨ªa acompa?arme a visitar esta tarde a un amigo?¡±, le pregunt¨® con un tono de voz a la vez suplicante y perentorio. No ten¨ªa por qu¨¦ negarse, as¨ª que a la hora convenida el alcalde y el arquitecto se dirigieron en el coche oficial a un barrio muy costroso de las afueras de la ciudad cuyas fachadas estaban llenas de ropa tendida, de ni?os desarrapados que jugaban al f¨²tbol en la calle, de gritos de mujeres de balc¨®n a balc¨®n y de petardeo de motocicletas con el tubo de escape trucado. El coche se detuvo ante un edificio muy vulgar de seis plantas sin ascensor y una escalera de paredes desconchadas, forrada de lin¨®leo desgastado, les llev¨® jadeando hasta un tercer rellano que conten¨ªa dos puertas. El alcalde, sin dudar en absoluto, puesto que parec¨ªa estar acostumbrado, puls¨® el timbre de la izquierda y un par de minutos despu¨¦s se oy¨® dentro de la casa una tos que acud¨ªa a la llamada. Un anciano con chaqueta y pantal¨®n de pijama bajo una especie de bat¨ªn de lana abri¨® la puerta.
Con cierta cortes¨ªa a la antigua el anciano les hizo pasar, los introdujo en una peque?a sala presidida por una imagen del Coraz¨®n de Jes¨²s, les ofreci¨® asiento en un tresillo ra¨ªdo y ¨¦l ocup¨® un sill¨®n de orejas bajo una l¨¢mpara de enag¨¹illas que iluminaba sus canas muy bien peinadas. Sigui¨® un silencio embarazoso con las tres sonrisas congeladas que fue interrumpido por la pregunta consabida. ?Les apetece tomar un algo? Al punto apareci¨® una mujer con tres tazas de caf¨¦, unas pastas y una botella de licor amaro en una bandeja. A simple vista se ve¨ªa que el alcalde trataba a aquel anciano con un respeto inusitado, quien por su parte no se interes¨® por la identidad de aquel desconocido espa?ol m¨¢s all¨¢ de una silenciosa inclinaci¨®n de cabeza. Primero se habl¨® de la calidad del caf¨¦ y de la excelencia de las pastas, proporcionadas por un convento de monjas de la ciudad, y lo bien que sentaban acompa?adas con una copa de aquel licor de hierbas un poco amargo. Alrededor de este licor se establecieron inusitadas alabanzas y a continuaci¨®n el anciano se interes¨® por la salud del alcalde, por la de su mujer, hijos y nietos, lo que dio origen por su parte a que se extendiera explicando la operaci¨®n de pr¨®stata a la que hab¨ªa sido sometido recientemente. Prueba de eso es que por la bragueta del pijama asomaba una sonda. La reuni¨®n dur¨® poco m¨¢s una media hora sin que la conversaci¨®n ni por un momento fuera m¨¢s all¨¢ de algunos pormenores sobre la dificultad a la hora de orinar cuando se llega a cierta edad. En el momento de la despedida aquel anciano con redoblada cortes¨ªa les acompa?¨® hasta el rellano y all¨ª le dio un beso en cada mejilla al alcalde y no hubo m¨¢s, pero ya en la calle el alcalde siciliano se volvi¨® hacia el arquitecto espa?ol y exclam¨® levantando los brazos con alborozo: ¡°Enhorabuena, todo en regla, el proyecto se va a realizar¡±.
Tal vez el anciano hab¨ªa recibido alg¨²n pizzino, un papelito enrollado que proced¨ªa del s¨®tano de una casucha parecida a un gallinero de las afueras de Corleone, donde estuvo 43 a?os escondido Bernardo Provenzano, el capo que hab¨ªa sucedido a Tot¨° Riina. Esos papelitos, que iban mezclados con versos del Eclesiast¨¦s, conten¨ªan toda clase de ¨®rdenes, desde licencias de obras a sentencias de muerte. En este caso el alcalde sab¨ªa a qu¨¦ constructora deb¨ªa conceder la construcci¨®n del polideportivo, cuyo ejecutivo a su vez tampoco ignoraba qu¨¦ empresa le proporcionar¨ªa el hierro, el cemento, el encofrado, las viguetas, los ladrillos y el resto de los materiales. El arquitecto espa?ol nunca supo qu¨¦ hab¨ªa sucedido durante aquella entrevista. Si la contrase?a para que la mafia diera el visto bueno a su proyecto consist¨ªa en ensalzar las virtudes estomacales de aquel licor de hierbas, se le escapaba por completo, pero ten¨ªa la sensaci¨®n de que estaba metido en una red de silencios, miradas, gestos y sonrisas muy dif¨ªciles de interpretar. De hecho no se atrevi¨® a preguntar el nombre de aquel anciano. Alguien le hab¨ªa recordado que en Sicilia el silencio es un medio de comunicaci¨®n social.
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