¡®Garc¨ªa y Garc¨ªa¡¯, vulgar comedia de confusi¨®n de identidades

Jos¨¦ Mar¨ªa Elorrieta, prol¨ªfico todoterreno del cine espa?ol de entre los a?os cuarenta y setenta, dirigi¨® en el a?o 1956 El fen¨®meno, comedia de equ¨ªvocos y de intercambio de identidades nacida en el aeropuerto de Madrid; all¨ª donde a un catedr¨¢tico de la Universidad de Fr¨¢ncfort lo confunden con un futbolista ruso reci¨¦n fichado por un gran equipo. Disparatada y con un despliegue f¨ªsico fant¨¢stico de Fernando Fern¨¢n G¨®mez (y su m¨ªtico gol con el culo), la pel¨ªcula de Elorrieta se basaba en un cl¨¢sico de la historia de la comedia al que tambi¨¦n acude la presente Garc¨ªa y Garc¨ªa, tercer largo de ficci¨®n de Ana Murugarren: el yerro con dos personajes antag¨®nicos y el trueque de papeles (el de El gran dictador, sin ir m¨¢s lejos), lo que lleva fundamentalmente a dos tipos de gags. Por un lado, los dobles sentidos de los di¨¢logos; y del otro, el contraste f¨ªsico, que suele venir acompa?ado de la exageraci¨®n y del slapstick. En ambas vertientes, sin embargo, Garc¨ªa y Garc¨ªa es un fracaso.

Como en El fen¨®meno, el embrollo comienza en el recibimiento en el aeropuerto, y aqu¨ª los confundidos son un mec¨¢nico en paro que debe arreglar un avi¨®n y un prestigioso (y millonario) consultor de aerol¨ªneas. Los dos, claro, se llaman Javier Garc¨ªa y a ambos les espera la empresa en crisis. Pero el primer problema lo tiene la pel¨ªcula en su falta de inter¨¦s de la trama general. Cuando se estren¨® El fen¨®meno, por ejemplo, la huida de futbolistas del bloque del Este estaba a la orden del d¨ªa y eran tiempos de propaganda antisovi¨¦tica. No parece, en cambio, que las dificultades de las aerol¨ªneas de bajo coste tengan demasiado tir¨®n popular. Queda, por tanto, ¨²nicamente el humor (lo esencial, no nos enga?emos), pero este no alcanza ni el de una teleserie de ?apas y ejecutivos al estilo Manos a la obra, aunque casi 25 a?os despu¨¦s, y en cine.

A Jos¨¦ Mota, a veces tan chispeante en los gags cortos de la tele, da la impresi¨®n de que en cine le cuesta salir del registro del serio envarado. Y aunque Pepe Viyuela, clown en toda regla, salga vivo del entuerto, ni el resto de secundarios ni los propios protagonistas son capaces de provocar una mediana sonrisa. No es su culpa. El guion, copado por el chandalismo de barrio, el acento grana¨ªno, los obreros con el bocata de chorizo y la comedia rom¨¢ntica del mont¨®n, es muy pobre. Y la imagen atiborrada de luz, t¨ªpica de las baratas teleseries de hace d¨¦cadas, es espantosa.