Juan Tall¨®n: ¡°No he conocido a nadie que escriba mejor borracho que sobrio¡±
Juan Tall¨®n (Vilardev¨®s, 46 a?os) recuerda perfectamente d¨®nde ley¨® Los detectives salvajes, de Roberto Bola?o, uno de los libros que m¨¢s le han marcado en su vida: en el lavabo de la casa de sus padres, en Vilardev¨®s, un peque?o pueblo de Ourense, provincia de la que escap¨® despu¨¦s de haber narrado como periodista local ¡°hasta el suceso m¨¢s rid¨ªculo¡± y a la que ha regresado para llevar una pl¨¢cida vida de escritor de novelas. ...
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Juan Tall¨®n (Vilardev¨®s, 46 a?os) recuerda perfectamente d¨®nde ley¨® Los detectives salvajes, de Roberto Bola?o, uno de los libros que m¨¢s le han marcado en su vida: en el lavabo de la casa de sus padres, en Vilardev¨®s, un peque?o pueblo de Ourense, provincia de la que escap¨® despu¨¦s de haber narrado como periodista local ¡°hasta el suceso m¨¢s rid¨ªculo¡± y a la que ha regresado para llevar una pl¨¢cida vida de escritor de novelas. La ¨²ltima, Rewind, uno de los inesperados fen¨®menos editoriales de la pandemia, aborda el oscur¨ªsimo relato coral de unos estudiantes que sobreviven a una terrible explosi¨®n. Socarr¨®n y m¨¢s gallego que el licor caf¨¦, este columnista habitual de la prensa en la que se publican las mejores columnas, la de provincias, se escapa a Madrid siempre que puede ¡°a despilfarrar dinero¡±.
Pregunta. Se crio usted en un pueblo de 300 habitantes. ?Qu¨¦ rasgos de su personalidad responden a esa circunstancia?
Respuesta. El humor, porque he crecido rodeado de gente que se tomaba a s¨ª misma muy poco en serio y que pasa la vida contando cosas con retranca. El escepticismo, porque siempre que alguien alardea de algo all¨ª se resoplaba para dentro. Y quiz¨¢s el fatalismo: Galicia es una tierra incre¨ªble en la que ha prendido una lenta decadencia y por eso est¨¢ condenada a desaparecer. Y cuando est¨¢s convencido de que todo lo que te rodea va a desaparecer solo puedes tener una visi¨®n fatalista de la vida. Ah, tambi¨¦n lo de ser muy exagerado.
P. ?Son escritores sus amigos de Vilardev¨®s?
R. Ah, no, no, no. Son alba?iles, camioneros, carniceros. Esos son mis amigos de Vilardev¨®s.
P. ?Y de qu¨¦ hablan cuando est¨¢n juntos?
R. Desde luego, ni de carnicer¨ªa ni de alba?iler¨ªa ni de literatura. Todo lo que no caiga en esos territorios es de lo que hablamos. Son las personas m¨¢s divertidas del mundo.
P. ?Se puede ser pueblerino siendo de ciudad?
R. Los pueblerinos son esas personas pacatas incapaces de ponerse en el lugar del otro y de tomarse con sorna sus propios defectos. Me niego a entender pueblerino como relativo al pueblo, aunque obviamente etimol¨®gicamente venga de ah¨ª. Yo en mi pueblo no he conocido a pueblerinos, he conocido a gente inculta, claro, pero eso es otra cosa muy distinta.
¡°No recuerdo en qu¨¦ gasto el dinero que despilfarro
P. ?Y ha conocido a muchos pueblerinos en Madrid?
R. No quiero convertir esto en un debate que tenga que ver con Madrid porque all¨ª est¨¢n hoy mis amigos, los escritores que admiro y a los que me gusta visitar, pero s¨ª he visto en las grandes ciudades personas dispuestas a sentirse superiores a otros que vienen de fuera cuando fuera coincide con una peque?a provincia.
P. El director de Vanity Fair, Graydon Carter, admiti¨® una vez que se hizo pasar por jud¨ªo en Nueva York para poder entrar en intelectualidad progresista de la ciudad. ?Es necesario hacerse pasar por gallego para entrar en algunos c¨ªrculos?
R. Cualquier persona que trate de hacerse pasar por algo que no es, pues yo creo que es lo que todos entendemos por gilipollas, ?no?
P. ?Qu¨¦ pasa si un columnista no sale por las noches y no se emborracha y no abusa de sustancias?
R. Pues que al d¨ªa siguiente madruga y est¨¢ m¨¢s l¨²cido y puede ir al gimnasio y llevar a la ni?a al colegio y, aun as¨ª, permitirse escribir una buena columna. No he conocido a nadie que escriba mejor borracho que sobrio.
P. Stephen King ha contado que escribi¨® Cujo completamente puesto de coca¨ªna y bebido.
R. No le conozco personalmente, pero en cuanto lo haga podr¨¦ decir que s¨ª, efectivamente, hay alguien a quien el alcohol le ayuda a escribir libros. El alcohol, si acaso, puede ayudar a posponer la escritura de libros.
P. Juan Benet dec¨ªa que los empresarios catalanes ven¨ªan a Madrid a buscar alcohol y los vascos aventuras extramatrimoniales. ?Usted qu¨¦ viene a buscar a Madrid cuando se escapa de Ourense?
R. Yo nunca he hecho un buen negocio en Madrid. Cuando voy es a ver a mis amigos, a mis editores y a despilfarrar dinero.
P. ?Y en qu¨¦ se lo gasta?
R. Bueno, el dinero que se despilfarra es por definici¨®n uno que no se recuerda.
P. ?Qu¨¦ es la cosa m¨¢s extra?a que ha hecho para documentarse para una novela?
R. Quiz¨¢ aceptar un trabajo como escritor de discursos para un ministro en Madrid. Obviamente lo hice por el dinero, pero tambi¨¦n porque creo que en el fondo me servir¨ªa para escribir. Scott Fitzgerald dec¨ªa que un escritor es alguien que nunca desaprovecha nada.
P. ?Su esposa se ha enfadado con usted alguna vez por contar alguna de sus intimidades en sus escritos?
R. Jam¨¢s. Ni un reproche. Ni ella ni ning¨²n miembro de la familia, y eso incluye a nuestra perra, Gilda. No puedo decir lo mismo de un exvecino al que cit¨¦ una vez y un d¨ªa me agarr¨® en el bar por el cuello, cogi¨® un quinto de cerveza, lo levant¨® en alto para romp¨¦rmelo en la cabeza y se par¨® a tiempo.
¡°Galicia est¨¢ condenada a desaparecer
P. Su hija Helena hace muchas apariciones estelares en sus columnas. ?Qu¨¦ le ha ense?ado ella que no se esperaba?
R. Me ha hecho pensar mucho m¨¢s en la vejez y en la muerte, aunque en Vilardev¨®s la muerte sea algo que te sale al paso continuamente. El pueblo est¨¢ tan envejecido que cuando inauguraron el tanatorio alguien dijo en el bar que ese iba a ser nuestro Guggenheim. Es decir, se mor¨ªa tanta gente que el tanatorio iba a transformar nuestro pueblo de la misma manera que el Guggenheim cambi¨® Bilbao.
P. ?Ella le ha hecho pensar de una forma diferente sobre el feminismo?
R. Me ha hecho pensar en cu¨¢nto han cambiado las cosas en los ¨²ltimos a?os y albergar muchas esperanzas sobre su futuro. Cada vez que muestra una actitud rebelde e incluso impertinente, cada vez que dice no, y mi hija dice no continuamente, aunque me exaspera en el fondo me siento aliviado. Dijo su primer ¡°joder¡± con tres a?os y pens¨¦: ¡°Bien hecho, chavala¡±.
P. ?Tener una opini¨®n es un acto de valent¨ªa?
R. Hay veces que claramente es un acto valiente. Aunque, por ejemplo, decir que hombres y mujeres son iguales era un acto de rebeld¨ªa hace cien a?os, mientras que hoy es algo tan elemental que defender lo contrario no merece ni calificaci¨®n.
P. Su libro va por la quinta edici¨®n. Ana Iris Sim¨®n por la duod¨¦cima y en una editorial en la que usted ha publicado tambi¨¦n. ?Se pica cuando pasan estas cosas?
R. Tengo un defecto terrible y es que no soy nada envidioso. Me alegro, en general, de que a los otros escritores les vaya bien porque algo me caer¨¢ a m¨ª.
P. Veo que no le gustan las rencillas literarias; sin embargo, ?le ha gustado ver alguna desde la barrera?
R. Cada vez me producen m¨¢s pereza. Cuando era m¨¢s joven y admiraba la vida literaria como si eso existiese pod¨ªa admirar una buena pol¨¦mica. En su d¨ªa goc¨¦ cada r¨¦plica de Fernando Savater a cada carta que le escrib¨ªan al director para quejarse de un art¨ªculo suyo.
P. Usted mismo form¨® parte de una de estas pol¨¦micas cuando un cr¨ªtico acu?¨® el t¨¦rmino cipotudo y le meti¨® en ese saco junto a Manuel Jabois o Antonio Lucas
R. Yo estaba durmiendo en la habitaci¨®n de un hotel de Venezuela cuando esta pol¨¦mica me impact¨® y estaba a otros asuntos como salir corriendo del hotel y meterme en un coche con los cristales tintados para que no me secuestrasen. Pens¨¦: ¡°Me la refanfinfla¡±.
¡°Mi hija dijo su primer ¡®joder¡¯ con tres a?os y pens¨¦: ¡®Bien hecho, chavala¡¯
P. Total, que no se considera un cipotudo...
R. No. No tengo claro ni siquiera qu¨¦ es eso y en todo caso me da mucha pereza documentarme para ello.
P. ?Por qu¨¦ abandon¨® el periodismo?
R. No fue por mis propios errores y seguro que comet¨ª muchos. Yo me desencant¨¦ de las Redacciones por los errores de mis jefes. Aun as¨ª, yo me sigo considerando periodista.
P. Imag¨ªnese que ma?ana tuviese delante a Manuel Fraga y solo pudiese hacerle tres preguntas. ?Cu¨¢les ser¨ªan?
R. No me lo tengo que imaginar. Una vez lo tuve delante, le hice 70 preguntas y la entrevista acab¨® en 15 minutos. Le pregunt¨¦ por Beiras, con quien hab¨ªa tenido una id¨ªlica relaci¨®n de amistad y le acababa de hacer una moci¨®n de censura por el Prestige. Mi padre nunca me ha gritado tan fuerte como ¨¦l ese d¨ªa. No la he vuelto a escuchar de la verg¨¹enza que me da. Tanta como releer mis novelas.