¡®Adi¨®s, idiotas¡¯, la exc¨¦ntrica ganadora de los premios C¨¦sar

Los premios C¨¦sar de este a?o, los de la reivindicaci¨®n de la reapertura de los cines en medio de la pandemia, encumbraron entre la sorpresa general a la producci¨®n m¨¢s ins¨®lita de las candidatas. Adi¨®s, idiotas, exc¨¦ntrica comedia negra de Albert Dupontel sobre la enfermedad terminal y el suicidio, recibi¨® siete galardones, entre ellos los de pel¨ªcula, direcci¨®n y guion. Mientras, a las dos grandes favoritas, Las cosas que decimos, las cosas que hacemos, de Emmanuel Moret, y Verano del 85, de Fran?ois Ozon, ambas ya estrenadas en Espa?a, les falt¨® poco para irse de vac¨ªo pese a sus 25 nominaciones conjuntas (un ¨²nico premio entre ambas, el de actriz de reparto para la de Morel). No hab¨ªa sido un gran a?o, sin duda, pero vistas las tres y los galardones, en retrospectiva, la noche se revela como a¨²n m¨¢s exc¨¦ntrica que la pel¨ªcula ganadora.

Adi¨®s, idiotas arranca de un modo fenomenal. Dupontel, valiente desde su debut en la direcci¨®n, Bernie (1996), con el que tantos paralelismos tem¨¢ticos y tonales hay en su nueva obra, dedica su trabajo a Terry Jones, y Terry Gilliam tiene un cameo muy especial. El di¨¢logo inicial, que es terrible en su interior, pues se trata de la conversaci¨®n entre un m¨¦dico y una paciente de mediana edad a la que se comunica su estado terminal, tiene gracia. Y todo eso no es nada f¨¢cil. La peluquera a la que los sprays de las permanentes de sus clientas han comido los pulmones, y que dedica sus ¨²ltimos d¨ªas de vida a intentar encontrar al hijo que entreg¨® a los servicios sociales cuando dio a luz a los 15 a?os, parece un gran personaje. Tambi¨¦n el que va a ser su compa?ero de fechor¨ªas, al que interpreta el propio director: un triste funcionario del Ministerio de Sanidad, especialista en datos, que ha decidido suicidarse.

Como suele ocurrir en las pel¨ªculas de Dupontel ¡ªhabitual actor, rostro conocido en t¨ªtulos como Irreversible y Dejad de quererme¡ª, el despliegue formal es casi m¨¢s importante que el del relato, y aqu¨ª repite con una oscura comedia muy f¨ªsica que no siempre hace diana, pero que, al menos en su primera mitad, contiene suficientes atractivos, casi siempre relacionados con su dificil¨ªsima ambig¨¹edad tonal: todo es despiadado, y sin embargo, la comedia sigue estando presente, aunque dejando poco a poco un singular fondo de amargura y misantrop¨ªa.

En la segunda mitad, en cambio, la pel¨ªcula decae, y mucho, y el encuentro final con el hijo perdido casi 30 a?os atr¨¢s resulta un fiasco emocional. Eso s¨ª, la ¨²ltima secuencia es una fiesta atroz, y vuelve a dejar el mismo poso: el de la extra?a y atractiva amargura de un autor felizmente raro.