La interminable historia de las estatuas del Parten¨®n: Boris Johnson tampoco las devolver¨¢ a Grecia
Atenas redobla, sin ¨¦xito, su empe?o en lograr la restituci¨®n de los m¨¢rmoles de la Acr¨®polis
La primera se?al de que un asunto contiene una carga pol¨ªtica considerable es la imposibilidad de ponerse de acuerdo en c¨®mo llamarlo. No es inocente que algunos pol¨ªticos del Reino Unido se refieran a los ¡°m¨¢rmoles de Elgin¡±, en vez de hablar de los ¡°m¨¢rmoles del Parten¨®n¡±, para nombrar todas las esculturas de la Acr¨®polis de Atenas que, desde hace dos siglos, se exhiben en el Museo Brit¨¢nico de Londres. Thomas Bruce Elgin, Lord Elgin, fue el diplom¨¢tico que, con el permiso del Imperio Otomano, se llev¨® entre 1801 y 1805 m¨¢s de la mitad de las estatuas. La actual Grecia se hallaba entonces bajo esos dominios. En 1816, arruinado, se las vendi¨® al museo por 350.000 libras (310.000 euros) de la ¨¦poca.
Cada pa¨ªs arrastra sus causas nacionales particulares, sin pararse a pensar si el tiempo o las circunstancias han cambiado. Los sucesivos gobiernos de Grecia han reclamado la devoluci¨®n de lo que definen de modo indubitado como expolio. Los gobiernos del Reino Unido se niegan, como posici¨®n oficial inalterable, a devolver un patrimonio adquirido, seg¨²n ellos, de modo leg¨ªtimo.
La ¨²ltima fricci¨®n se produjo a mediados de noviembre con la visita a Londres del primer ministro, Kyriakos Mitsotakis. En una maniobra astuta, aunque infructuosa, el pol¨ªtico conservador griego apel¨® a la Global Britain (Gran Breta?a Global) que Johnson sue?a con desplegar en la era pos-Brexit. ?Qu¨¦ mejor gesto para inaugurar esa nueva era de relaciones internacionales que la generosa devoluci¨®n de los m¨¢rmoles? Mucho m¨¢s si se tiene en cuenta que Johnson es un amante de la Grecia cl¨¢sica, que presume de recitar de memoria las cien primeras l¨ªneas de la Odisea. O que, como presidente del club de debate universitario Oxford Union, invit¨® en 1986 a Melina Mercouri, la actriz, cantante y ministra griega de Cultura que abander¨® la campa?a para el retorno de las esculturas. Y que, incluso como alcalde de Londres, lleg¨® a defender en una carta a las autoridades griegas, en 2012, que ¡°en un mundo ideal, los m¨¢rmoles del Parten¨®n nunca deber¨ªan haber sido retirados de la Acr¨®polis¡±.
Nada de eso influye cuando se alcanza el poder, y nadar contra corriente del establishment tiene un precio. ¡°El Museo Brit¨¢nico opera de modo independiente, ajeno al Gobierno. Est¨¢ libre de cualquier interferencia pol¨ªtica, y cualquier cuesti¨®n referida a las esculturas del Parten¨®n le concierne en exclusiva¡±, asegur¨® un portavoz de Johnson durante la visita del primer ministro griego.
Se da la circunstancia de que las salas que albergan las esculturas permanecen cerradas desde el inicio de la pandemia. El Museo Brit¨¢nico reabri¨® sus puertas en mayo, pero las ha mantenido clausuradas por trabajos de mantenimiento y contenci¨®n de humedades en una galer¨ªa adyacente, lo que en agosto sirvi¨® un nuevo argumento a Atenas para reclamar las piezas por las condiciones ¡°peligrosas¡± en las que se exhiben. Su reapertura est¨¢ prevista para el 13 de diciembre.
Parad¨®jicamente, los responsables del museo llevan a?os asegurando que, incluso ante el hipot¨¦tico aunque improbable caso de que quisieran devolver las esculturas, no podr¨ªan hacerlo, porque la ley actual no les autoriza a disponer libremente de su patrimonio sin la autorizaci¨®n del Parlamento. ¡°Es un pimp¨®n continuo al que ya estamos acostumbrados, y que convierte este asunto en algo casi irresoluble¡±, explica Yannis Andritsopoulos, corresponsal en Londres del diario griego Ta Nea. ¡°El museo traslada la responsabilidad al Gobierno, y el Gobierno al museo. Porque nadie se atreve a dar el paso. Temen lo que llaman el floodgate, la esclusa abierta, el precedente por el que se pasen a reclamar cientos de miles de objetos art¨ªsticos que actualmente est¨¢n en las instituciones brit¨¢nicas¡±.
La Asociaci¨®n de la Prensa Extranjera de Londres otorg¨® este a?o a Andritsopoulos uno de sus prestigiosos premios, por ser el primer periodista griego en lograr una declaraci¨®n de Johnson sobre el asunto, ya como primer ministro. El iconoclasta y rebelde universitario se dej¨® fotografiar junto a una estatua de Pericles, pero su respuesta no se sali¨® del est¨¢ndar oficial: legalmente, los m¨¢rmoles pertenecen al museo. Ning¨²n pol¨ªtico, ni conservador ni laborista, se atreve a abrir esta espita. Tienen pavor a que el asunto acabe volvi¨¦ndose en su contra. Solo el anterior l¨ªder de la izquierda, Jeremy Corbyn, se comprometi¨® p¨²blicamente a devolver a Atenas el tesoro art¨ªstico.
Apoyo popular
Porque lo realmente llamativo de toda esta controversia es que una amplia mayor¨ªa de los ciudadanos del Reino Unido respaldan la devoluci¨®n de los m¨¢rmoles. Seg¨²n la encuesta m¨¢s reciente de YouGov, del pasado 23 de noviembre, un 59% de los brit¨¢nicos cree que las esculturas deben estar en la Acr¨®polis. Y apenas un 18% se manifiesta en contra. El resto, directamente, no tiene opini¨®n al respecto.
Hasta el establishment brit¨¢nico m¨¢s bienintencionado tiene arraigada la convicci¨®n de que es un asunto sin soluci¨®n, y se devana el cerebro en busca de f¨®rmulas que alivien el agravio. ¡°Creo que la transferencia de la propiedad, o incluso un posible regalo, es demasiado complicado legalmente. El Museo Brit¨¢nico podr¨ªa, sin embargo, discutir alguna v¨ªa de cooperaci¨®n con el Museo de la Acr¨®polis [en Atenas], y desarrollar un programa de exhibiciones conjuntas. Ya existe el precedente de 2014, cuando la junta del Brit¨¢nico accedi¨® al pr¨¦stamo de parte de los m¨¢rmoles al Hermitage [en Rusia]¡±, explica a EL PA?S Charles Saumarez-Smith, exdirector de la Royal Academy of Arts, de la National Gallery y de la National Portrait Gallery, todas ellas en Londres.
La trampa tiene doble sentido, sin embargo, porque ning¨²n gobierno griego estar¨ªa dispuesto a aceptar un pr¨¦stamo, aunque fuera permanente, si eso supusiera reconocer oficialmente que las esculturas son propiedad del Museo Brit¨¢nico. Atrapadas en un laberinto legal, y en una disputa en la que los miedos y el nacionalismo se retroalimentan, las esculturas seguir¨¢n ah¨ª, suspendidas en el aire sobre sus pedestales, en la sala del museo que las acoge, uno de los lugares que m¨¢s visitantes atrae. Sin que muchas personas sean capaces de entender, m¨¢s all¨¢ de los argumentos jur¨ªdicos, hist¨®ricos o pol¨ªticos, qu¨¦ hacen en Londres.
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