Luminosa, graciosa y tierna Ver¨®nica Forqu¨¦
Su personalidad, su capacidad para despertar en los espectadores la sonrisa o la carcajada, la alegr¨ªa de su gesticulaci¨®n, su comicidad no eran impostadas
El escalofr¨ªo es inmediato cuando me entero de que alguien se ha largado al otro barrio, o a la nada o, en palabras de Hamlet, a ese pa¨ªs por descubrir y de cuyos confines ning¨²n viajero retorna. Por voluntad propia, por exceso de sufrimiento, por devastaci¨®n irreparable en el cuerpo o en el alma. O en ambos. Y me aterra especialmente cuando me cuentan que el suicida ha sido un ni?o. Tambi¨¦n cuando conoc¨ªas poco o mucho a esa persona. Yo siento piedad por ellos, admiraci¨®n hacia su coraje (ya s¨¦ que los miserables morales y los necios arrogantes califican el suicidio como un acto de cobard¨ªa), comprensi¨®n con los l¨ªmites de la soledad y el horror que sent¨ªan.
Y se me pone mal cuerpo al saber de la muerte de Ver¨®nica Forqu¨¦ y de las circunstancias en las que ha ocurrido. Pero al recordarla me aparece inmediatamente la sonrisa. Su personalidad, su capacidad para despertar en los espectadores la sonrisa o la carcajada, la alegr¨ªa de su gesticulaci¨®n, su comicidad no eran impostadas. Son reales. Y esos dones no est¨¢n al alcance de cualquiera. Era una actriz con luz, graciosa, tierna. Con el ser humano trat¨¦ en pocas ocasiones. Me ca¨ªa muy bien.
Nunca la vi actuar en teatro. Y solo ocasionalmente en series de televisi¨®n. No frecuento lo primero y en casos especiales (hay series admirables, aunque escasas, el esplendor de HBO ocurri¨® hace mucho tiempo) lo segundo. Sin embargo, tengo muy agradecida memoria de sus interpretaciones en el cine. Dominaba el ritmo que precisa la comedia, ten¨ªa una voz peculiar y la sab¨ªa utilizar, risa contagiosa, magnetismo. Y unos ojos hermosos. Ya s¨¦ que eso no es preciso para componer personajes, pero nuestra vista lo agradece. C¨®mo olvidar a la regocijante, casera y entra?able puta del Barrio de la Concepci¨®n en la excelente pel¨ªcula de Pedro Almod¨®var (s¨ª, alguna tiene) ?Qu¨¦ he hecho yo para merecer esto?; su secuencia con el delirante exhibicionista que interpretaba Jaime Ch¨¢varri est¨¢ abarrotada de gracia. Y guardo n¨ªtidamente en la memoria el vitalismo, la humanidad y la diversi¨®n que imprim¨ªa a sus personajes, en papeles largos o cortos, en t¨ªtulos como Bajarse al moro, El a?o de las luces, La vida alegre, S¨¦ infiel y no mires con qui¨¦n, Salsa rosa. Tambi¨¦n apareci¨® en trabajos nada memorables, pero yo siempre agradec¨ªa verla en la pantalla. Ten¨ªa ¨¢ngel.
El recuerdo es escaso, aunque grato, de una pel¨ªcula en la que fue dirigida por Manolo Iborra, su entonces pareja. El t¨ªtulo era precioso: El tiempo de la felicidad. Ojal¨¢ que esta mujer que padeci¨® un final tan tr¨¢gico e inmerecido haya disfrutado en otras ¨¦pocas de su vida del tiempo de la felicidad.
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