La vuelta al mundo de Elcano empieza hoy con dos p¨¢jaros muertos
Entre las muchas fechas c¨¦lebres que ha dado la conmemoraci¨®n de los 500 a?os de la vuelta al mundo aparece la del 21 de diciembre de 1521. Hoy Juan Sebasti¨¢n Elcano se erige en protagonista de esta historia e inicia la vuelta a casa
Hoy hace 500 a?os, el 21 de diciembre de 1521, la nao Victoria, bajo el mando de Juan Sebasti¨¢n Elcano, soltaba amarras al otro lado del mundo para completar su entera circunferencia. Entre enormes dificultades, las dos naves que a¨²n resist¨ªan, la Trinidad y la Victoria, de las cinco que hac¨ªa dos a?os y tres meses hab¨ªan zarpado de Sanl¨²car de Barrameda bajo el mando del portugu¨¦s Fernando de Magallanes, hab¨ªa...
Hoy hace 500 a?os, el 21 de diciembre de 1521, la nao Victoria, bajo el mando de Juan Sebasti¨¢n Elcano, soltaba amarras al otro lado del mundo para completar su entera circunferencia. Entre enormes dificultades, las dos naves que a¨²n resist¨ªan, la Trinidad y la Victoria, de las cinco que hac¨ªa dos a?os y tres meses hab¨ªan zarpado de Sanl¨²car de Barrameda bajo el mando del portugu¨¦s Fernando de Magallanes, hab¨ªan conseguido llegar a destino, el Maluco, las islas de las Especias, y se dispon¨ªan a volver a casa con las bodegas bien cargadas de clavo. Todo estaba preparado en el moluque?o puerto de la isla de Tidore cuando el 17 de diciembre se present¨® el rey al-Mansur con regalos personales para el rey de Espa?a: ¡°Un esclavo, dos bares de clavo [¡] y dos p¨¢jaros bell¨ªsimos, muertos¡±, dice el cronista Antonio Pigafetta. O quiz¨¢ fueron cinco p¨¢jaros, seg¨²n le cont¨® despu¨¦s Maximiliano Transilvano, secretario del emperador Carlos, al arzobispo de Salzburgo en una carta del 5 de octubre de 1522, cuando todav¨ªa no hac¨ªa un mes que la nao Victoria hab¨ªa amarrado en Sevilla tras dar la vuelta al mundo.
?Dos p¨¢jaros muertos? En realidad, era un regalo muy exclusivo, digno de emperadores. Aquellas aves eran un producto mercantil aut¨®ctono de Nueva Guinea y las Molucas, muy reputado como s¨ªmbolo de poder y codiciado desde antiguo en todo el Sudeste asi¨¢tico, China y la India, tambi¨¦n en Persia y Turqu¨ªa. De esos p¨¢jaros muertos lo sabe todo Jos¨¦ Ram¨®n Marcaida, porque los estudia desde sus trabajos doctorales, y son, evidentemente, las extraordinarias aves del Para¨ªso. Muertas y sin patas, como si fueran ex¨®ticos plumeros, empezar¨ªan a llegar a Occidente tras el regreso de la nao Victoria para que con sus hermos¨ªsimas plumas de colores se adornasen ricos tocados de gente importante, tambi¨¦n para ocupar lugares preferentes en abigarrados gabinetes de curiosidades o para ser estudiados con admiraci¨®n por sabios naturalistas. Incluso la literatura aleg¨®rica y moral se sirvi¨® de esas plumas para ejemplificar lo que hab¨ªa de ser una vida virtuosa apenas comparable a la de los ¨¢ngeles. Solo hay que acercarse al Museo del Prado y buscar al rey Baltasar en la Adoraci¨®n de los Magos de Rubens para observar una de esas aves en el turbante del m¨¢s ex¨®tico de los sabios que viajaron a Bel¨¦n, pero hay muchas m¨¢s dispersas por la historia del arte europeo.
El vicentino Pigafetta vio aquellos maravillosos bolon divata, los ¡°p¨¢jaros de Dios¡± de vuelo eterno, porque, al no tener patas, no se pod¨ªan posar. Aunque ¨¦l s¨ª se las vio: de la largura ¡°de un palmo y son delgadas como una pluma de escribir¡±. Qu¨¦ gran interrogante se hubiera evitado la historia natural occidental de haber le¨ªdo la Relazione del primo viaggio intorno al mondo del caballero Pigafetta. Pero tambi¨¦n es cierto que un Para¨ªso lleno de bellas aves sin patas, obligadas a volar durante toda la vida, era un mito de indiscutible fuerza seductora para pasar a desmentirlo de un plumazo. El secretario Maximiliano Transilvano las llam¨® manucodiatas, ¡°que quiere en su lengua decir ave de Dios¡±, y no pod¨ªan ser m¨¢s que seres paradis¨ªacos, porque se alimentaban de aire o de roc¨ªo y, durante su vida en vuelo, las hembras incubaban los huevos sobre la espalda de los machos, protegidos por vistosas plumas que eran como hojas de helechos (as¨ª aparecer¨¢n dibujadas en los tratados de historia natural). Las manucodiatas mor¨ªan de cansancio y ca¨ªan al suelo; solo entonces, dice el secretario, se pod¨ªan coger. Estaban muertas, s¨ª, pero eran incorruptibles y, adem¨¢s, si se les arrancaba una pluma, les nac¨ªa otra por muy muertas que estuvieran. Transilvano las vio celestiales, como reliquias, por eso los gobernantes indonesios las luc¨ªan en las batallas, porque las aves de Dios los convert¨ªan en inmortales.
Fue un mito duradero, por demasiado espectacular, por su hermosura, por la maravilla que significaba la existencia de un p¨¢jaro ¨¢podo. Lo cierto es que los que las cazaban, al disecarlas, las mutilaban. Ese era el secreto. Y tras el ave del para¨ªso (con patas para Pigafetta), llegan otros curioseos interesantes del cronista vicentino, por ejemplo, la costumbre del rey de la isla de Bach¨¢n, quien ¡°antes de entrar en combate o de hacer alguna cosa de gran importancia, hac¨ªa que lo sodomizara dos o tres veces un esclavo que solo ten¨ªa para ese servicio¡±. ?Dos o tres veces?
Y el 18 de diciembre las dos naves espa?olas soltaban amarras del puerto de Tidore. Primero sali¨® la Victoria, pero, al poco, tuvo que volver, porque la Trinidad no la segu¨ªa. Ten¨ªa una importante v¨ªa de agua que le entraba por la quilla. Hab¨ªa que tomar una decisi¨®n: la Victoria zarpar¨ªa para ¡°no perder los vientos de levante que empezaban entonces a soplar¡±, y la Trinidad, una vez reparada, al haber perdido el viento, ¡°tomar¨ªa la ruta hacia Dari¨¦n, que est¨¢ en el otro lado del mar, en la tierra del Yucat¨¢n¡±. Esta informaci¨®n de Pigafetta es valios¨ªsima, porque indica que las naves pretend¨ªan volver por la ruta del cabo de Buena Esperanza y no por el Pac¨ªfico, ruta que las hab¨ªa llevado hasta all¨ª. Y ese era un derrotero prohibido al navegar por aguas que, seg¨²n el Tratado de Tordesillas, pertenec¨ªan a Portugal. En cualquier caso, aquella v¨ªa de agua har¨ªa que las naves se separasen, y es entonces cuando el lector de la cr¨®nica de Pigafetta se entera de que este no formaba parte de la tripulaci¨®n de la Trinidad, la antigua nave capitana de Magallanes en la que hab¨ªa zarpado de Sanl¨²car, sino de la Victoria de Juan Sebasti¨¢n Elcano.
Lo de la aver¨ªa era grave: el maestre Juan Bautista de Punzorol calcul¨® que hab¨ªa para unos 50 d¨ªas de reparaciones, varando en seco la Trinidad. A su vez, los de Victoria aprovecharon para desembarcar 70 quintales de clavo por temor a que la nave no aguantase, y Pigafetta a?ade que algunos hombres decidieron quedarse "por miedo a morirse de hambre¡±.
Por entonces, el perseguidor portugu¨¦s Ant¨®nio de Brito estaba cerca de cumplir su objetivo. Era esa una persecuci¨®n que hab¨ªa empezado hac¨ªa mucho, en abril de 1520, cuando la Armada de Magallanes todav¨ªa estaba en aguas de la Patagonia atl¨¢ntica (en pleno mot¨ªn de los mandos espa?oles, que el capit¨¢n mayor ataj¨® con dureza), y que confirma la temprana preocupaci¨®n del rey Manuel I de Portugal por aquella expedici¨®n. Encarg¨® la caza de las naves de Magallanes en Oriente a Jorge de Brito, al que acompa?aba su hermano Ant¨®nio, y en agosto de 1520 ya estaba en la India, aunque no zarp¨® hacia la malaya Malaca hasta un a?o despu¨¦s, en mayo de 1521, con siete naves y unos 300 hombres. Tras un encontronazo en Sumatra donde Jorge de Brito perdi¨® la vida y su hermano tom¨® el mando, el 1 de agosto arribaban a Malaca para un mes despu¨¦s zarpar hacia Java. No pudo evitar invernar en Java Ant¨®nio de Brito a la espera del monz¨®n que le permitiese llegar a Banda, la isla de la nuez moscada y el macis, quiz¨¢s no tan apreciados como el clavo, pero casi.
El 21 de diciembre de 1521, Elcano abandonaba Tidore con la Victoria. Eran ¡°47 europeos y 13 ind¨ªgenas¡±, dice Pigafetta ya navegando entre infinidad de islas, hasta arribar a Timor, la isla del s¨¢ndalo, el 25 de enero de 1522. Nunca lleg¨® a saber Elcano lo cerca que hab¨ªa estado de su perseguidor, porque Ant¨®nio de Brito aguardaba en Java, mientras la Victoria hac¨ªa escala en Timor, a unos 300 kil¨®metros de distancia. Los dos bellos p¨¢jaros muertos y sin patas llegar¨ªan a destino.